Eclipsada por la extradición del bandido, no fue noticia la renuncia del comisionado Carlos Guillermo Ospina, mayor retirado del Ejército, a pocos meses de la presentación del informe final de la Comisión.
Mientras la izquierda chilla que la verdad se fue con Otoniel, que la iba a “cantar” en una entrevista y que el Gobierno se lo impidió, lo preocupante es que la verdad, de verdad, se está yendo por la puerta de atrás de la Comisión de… “la Verdad”.
Eclipsada por la extradición del bandido, no fue noticia la renuncia del comisionado Carlos Guillermo Ospina, mayor retirado del Ejército, a pocos meses de la presentación del informe final de la Comisión.
Se había demorado, porque si bien creyó de buena fe en una institución en la que no cree más de medio país, se estrelló con la realidad y su renuncia representa una denuncia sobre “la verdad a medias” que está por contarle al país la Comisión ídem.
Reza el dicho que “al desayuno se sabe cómo será el almuerzo”, y desayunamos mal desde el “Comité de Escogencia” de los comisionados, el mismo que seleccionó a los magistrados de la JEP; compuesto por cinco personas, tres de ellas extranjeras, designadas por organizaciones que no se destacan por su neutralidad, sino, más bien, por su sesgo ideológico, como tenía que ser, pues fueron seleccionadas en una encerrona entre el gobierno Santos y las Farc.
De un comité sesgado salió una comisión sesgada, desde su presidente, quien ha reconocido públicamente su admiración por Pablo Beltrán y afirmó que “El planteamiento mismo del ELN es muy de lo que en Colombia queremos”.
Su condición sacerdotal esconde bien semejante sesgo, que además permea a toda la comisión, en la que el mayor Ospina era una piedra en el zapato, “diez contra uno”, y así se lo hicieron sentir, como manifiesta en su renuncia: “Mi trabajo se ha tenido que desarrollar en un ambiente hostil al interior del Plenario de los comisionados; espacio en el que se ha hecho frecuente la descalificación y estigmatización…”.
A juicio de Ospina, el informe final “tiene serios problemas argumentativos, metodológicos y de narrativa (…) porque no se evidencia la pluralidad de voces y verdades…,”. Y más adelante concluye que “No encuentro garantías para que las ideas, posiciones y perspectivas que han surgido de mi trabajo como Comisionado sean acogidas…,”.
Esa falta de garantías fue evidente en 2020, cuando De Roux suspendió un evento organizado por Ospina, con participación del coronel Mejía, condenado por la justicia ordinaria y en proceso ante la transicional; es decir, en la misma condición de los cabecillas de las Farc, senadores y protagonistas de los shows de la JEP. La disculpa fue dizque el respeto a las presuntas víctimas de Mejía, preocupación ausente frente a las víctimas de las Farc.
La verdad no es absoluta ni patrimonio de nadie; el sesgo es miope y nos enfrenta a “la verdad a medias”, que no es sino una mentira. Bien lo dijo un poeta magnífico, Antonio Machado: “¿Dijiste media verdad?, dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad”.
Eclipsada por la extradición del bandido, no fue noticia la renuncia del comisionado Carlos Guillermo Ospina, mayor retirado del Ejército, a pocos meses de la presentación del informe final de la Comisión.
Mientras la izquierda chilla que la verdad se fue con Otoniel, que la iba a “cantar” en una entrevista y que el Gobierno se lo impidió, lo preocupante es que la verdad, de verdad, se está yendo por la puerta de atrás de la Comisión de… “la Verdad”.
Eclipsada por la extradición del bandido, no fue noticia la renuncia del comisionado Carlos Guillermo Ospina, mayor retirado del Ejército, a pocos meses de la presentación del informe final de la Comisión.
Se había demorado, porque si bien creyó de buena fe en una institución en la que no cree más de medio país, se estrelló con la realidad y su renuncia representa una denuncia sobre “la verdad a medias” que está por contarle al país la Comisión ídem.
Reza el dicho que “al desayuno se sabe cómo será el almuerzo”, y desayunamos mal desde el “Comité de Escogencia” de los comisionados, el mismo que seleccionó a los magistrados de la JEP; compuesto por cinco personas, tres de ellas extranjeras, designadas por organizaciones que no se destacan por su neutralidad, sino, más bien, por su sesgo ideológico, como tenía que ser, pues fueron seleccionadas en una encerrona entre el gobierno Santos y las Farc.
De un comité sesgado salió una comisión sesgada, desde su presidente, quien ha reconocido públicamente su admiración por Pablo Beltrán y afirmó que “El planteamiento mismo del ELN es muy de lo que en Colombia queremos”.
Su condición sacerdotal esconde bien semejante sesgo, que además permea a toda la comisión, en la que el mayor Ospina era una piedra en el zapato, “diez contra uno”, y así se lo hicieron sentir, como manifiesta en su renuncia: “Mi trabajo se ha tenido que desarrollar en un ambiente hostil al interior del Plenario de los comisionados; espacio en el que se ha hecho frecuente la descalificación y estigmatización…”.
A juicio de Ospina, el informe final “tiene serios problemas argumentativos, metodológicos y de narrativa (…) porque no se evidencia la pluralidad de voces y verdades…,”. Y más adelante concluye que “No encuentro garantías para que las ideas, posiciones y perspectivas que han surgido de mi trabajo como Comisionado sean acogidas…,”.
Esa falta de garantías fue evidente en 2020, cuando De Roux suspendió un evento organizado por Ospina, con participación del coronel Mejía, condenado por la justicia ordinaria y en proceso ante la transicional; es decir, en la misma condición de los cabecillas de las Farc, senadores y protagonistas de los shows de la JEP. La disculpa fue dizque el respeto a las presuntas víctimas de Mejía, preocupación ausente frente a las víctimas de las Farc.
La verdad no es absoluta ni patrimonio de nadie; el sesgo es miope y nos enfrenta a “la verdad a medias”, que no es sino una mentira. Bien lo dijo un poeta magnífico, Antonio Machado: “¿Dijiste media verdad?, dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad”.