Durante muchos años los colombianos han sido solidarios con Venezuela, país vecino y país de migrantes en el que viven miles de nacionales que salieron de Colombia durante varias décadas en busca de mejores condiciones de vida. Hoy nos corresponde a todos dar una mano. Brindar una oportunidad a esos miles de venezolanos que dejan […]
Durante muchos años los colombianos han sido solidarios con Venezuela, país vecino y país de migrantes en el que viven miles de nacionales que salieron de Colombia durante varias décadas en busca de mejores condiciones de vida.
Hoy nos corresponde a todos dar una mano. Brindar una oportunidad a esos miles de venezolanos que dejan su país, no porque lo deseen, sino porque se ven forzados -por diversas situaciones- a abandonarlo todo, en busca de un futuro.
El pasado 1 de septiembre, Migración Colombia informó que en el país hay más de 870.000 venezolanos, de los cuales 381.735 son regulares, 442.000 en proceso y 46.000 irregulares.
Aunque Bogotá es el lugar donde más se concentran los migrantes con el 23,5% de esa población, La Guajira, Norte de Santander y Atlántico con una proporción de 11.7%, 11.4% y 9.7% respectivamente, son los departamentos que le siguen a la capital.
Son varios los puntos formales e informales de entrada a Colombia. Por allí ingresan venezolanos migrantes y colombianos que regresan a su tierra después de años de haber dejado a Colombia atrás. Como Elda, una venezolana que trabajaba como impulsadora en un supermercado, madre de una niña de 12 años: “Yo pensé que a mis 30 años ya tenía mi vida resuelta. Tenía casa, carro, un trabajo estable que me daba para vivir -tal vez sin mucho lujo- pero tenía para darle a mi hija todo lo que necesitaba. Eso se fue acabando y ya el dinero no alcanzaba para comprar nada”. Elda sale todos los días a vender empanadas por las calles de Cúcuta, esperando hacer algo de dinero para ayudar a su familia en Venezuela.
Esta es la situación de muchos migrantes. Toman una decisión difícil, lo dejan todo, venden todas sus pertenencias con tal de obtener algunos pesos para subsistir. De ese casi millón de venezolanos que permanecen en Colombia, un alto porcentaje no sabe de dónde vendrá su próxima comida.
Una investigación sobre movimientos humanos realizada por el Grupo de Investigación en Derechos Humanos de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario encontró que la migración ha sido, es y será importante para los seres humanos pues permite la conformación de los Estados y el poblamiento de los continentes; ningún Estado escapa a los fenómenos migratorios.
En medio de ese drama humano que vivimos, el Programa Mundial de Alimentos ha respondido al llamado del Gobierno colombiano con un plan para mejorar la seguridad alimentaria y nutricional, así como la integración de la población migrante que ha cruzado la frontera de Venezuela hacia Colombia.
Los colombianos saben de dolor y sufrimiento; saben de partidas con rumbos desconocidos; pero también saben de esfuerzo, de esperanza y de solidaridad.
Representante del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas en Colombia*
Por Deborah Hines
Durante muchos años los colombianos han sido solidarios con Venezuela, país vecino y país de migrantes en el que viven miles de nacionales que salieron de Colombia durante varias décadas en busca de mejores condiciones de vida. Hoy nos corresponde a todos dar una mano. Brindar una oportunidad a esos miles de venezolanos que dejan […]
Durante muchos años los colombianos han sido solidarios con Venezuela, país vecino y país de migrantes en el que viven miles de nacionales que salieron de Colombia durante varias décadas en busca de mejores condiciones de vida.
Hoy nos corresponde a todos dar una mano. Brindar una oportunidad a esos miles de venezolanos que dejan su país, no porque lo deseen, sino porque se ven forzados -por diversas situaciones- a abandonarlo todo, en busca de un futuro.
El pasado 1 de septiembre, Migración Colombia informó que en el país hay más de 870.000 venezolanos, de los cuales 381.735 son regulares, 442.000 en proceso y 46.000 irregulares.
Aunque Bogotá es el lugar donde más se concentran los migrantes con el 23,5% de esa población, La Guajira, Norte de Santander y Atlántico con una proporción de 11.7%, 11.4% y 9.7% respectivamente, son los departamentos que le siguen a la capital.
Son varios los puntos formales e informales de entrada a Colombia. Por allí ingresan venezolanos migrantes y colombianos que regresan a su tierra después de años de haber dejado a Colombia atrás. Como Elda, una venezolana que trabajaba como impulsadora en un supermercado, madre de una niña de 12 años: “Yo pensé que a mis 30 años ya tenía mi vida resuelta. Tenía casa, carro, un trabajo estable que me daba para vivir -tal vez sin mucho lujo- pero tenía para darle a mi hija todo lo que necesitaba. Eso se fue acabando y ya el dinero no alcanzaba para comprar nada”. Elda sale todos los días a vender empanadas por las calles de Cúcuta, esperando hacer algo de dinero para ayudar a su familia en Venezuela.
Esta es la situación de muchos migrantes. Toman una decisión difícil, lo dejan todo, venden todas sus pertenencias con tal de obtener algunos pesos para subsistir. De ese casi millón de venezolanos que permanecen en Colombia, un alto porcentaje no sabe de dónde vendrá su próxima comida.
Una investigación sobre movimientos humanos realizada por el Grupo de Investigación en Derechos Humanos de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad del Rosario encontró que la migración ha sido, es y será importante para los seres humanos pues permite la conformación de los Estados y el poblamiento de los continentes; ningún Estado escapa a los fenómenos migratorios.
En medio de ese drama humano que vivimos, el Programa Mundial de Alimentos ha respondido al llamado del Gobierno colombiano con un plan para mejorar la seguridad alimentaria y nutricional, así como la integración de la población migrante que ha cruzado la frontera de Venezuela hacia Colombia.
Los colombianos saben de dolor y sufrimiento; saben de partidas con rumbos desconocidos; pero también saben de esfuerzo, de esperanza y de solidaridad.
Representante del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas en Colombia*
Por Deborah Hines