COLUMNISTA

Deconstruir para construir

En un punto de la vida, es natural detenernos a pensar si nuestros actos realmente tienen un propósito.

Deconstruir para construir

Deconstruir para construir

Por: Sara

@el_pilon

canal de WhatsApp

En un punto de la vida, es natural detenernos a pensar si nuestros actos realmente tienen un propósito. No porque nos sintamos perdidos, sino porque una voz interna nos susurra que cuestionemos si el camino que estamos siguiendo es el nuestro, si de verdad alguna vez fue nuestro, o si, en todo caso, nos fue dictado por algún tercero.

Ese enfoque rígido, basado por modelos impuestos, no nos deja espacio para la reflexión y transformación. Por ejemplo, nos enseñan a interpretar la cantidad de bienes, títulos y dinero que tenemos como éxito o, en tiempos más recientes, por el número de seguidores en redes sociales. Al continuar deshaciendo esa idea, nos topamos con que el éxito es un concepto subjetivo; que, también digamos, está basado en la felicidad, la satisfacción, las relaciones o el impacto que generamos en nuestra comunidad.

Deconstruir no significa eliminar lo conocido, sino desbaratar nuestras creencias y estructuras para analizarlas desde una nueva perspectiva. Según el concepto de la Real Academia Española, deconstruir significa “deshacer analíticamente algo para darle una nueva estructura”.

Jacques Derrida, creador del deconstruccionismo, creía que nuestro pensamiento se organizaba en dicotomías; izquierda-derecha; éxito-fracaso, progreso-tradición. Afirmaba que creer en esta forma limitada impide la percepción que tenemos del mundo, pues nos fuerza a elegir uno u otro lado, cuando de hecho están íntimamente relacionados. Un claro ejemplo es cómo el color negro y la oscuridad representan lo negativo, y blanco y luz lo positivo. Es una visión dualista que simplifica brutalmente las realidades, haciéndonos ignorar la riqueza de matices entre los extremos.

Hoy en día, vemos cómo estas dicotomías están tan presentes que incluso nuestras reuniones se convierten en un campo de batalla si existe una diferencia ideológica, política, económica, social, y simplemente no hay nada en común y, por lo tanto, no hay nada de lo que hablar. Sin embargo, si nos permitimos deconstruir estas posiciones, comprenderemos que, a pesar de nuestras diferencias, en realidad compartimos muchas preocupaciones y aspiraciones. Queremos una mejor calidad de vida; queremos acceso efectivo a nuestros derechos; queremos bienestar y salud. Así, deconstruir estas divisiones no implica que haya un camino (el camino correcto), sino múltiples formas de llegar a donde quieres ir.

Uno de los primeros conceptos que me vi obligada a deconstruir fue la idea de que el acto de ayudar al otro se limita a un gesto caritativo. Deshacer esa visión me permitió entender que ayudar no es un acto puntual de dar algo material sino una acción continua en la que debemos intercambiar, cambiar, capacitar, ayudar a construir, dar herramientas para que las personas sigan adelante.

Como consultora, este proceso de desglose es algo que hago en mi trabajo. Ya sea con alguien emprendedor buscando asesoría o una entidad buscando orientación y enfoque. Siempre pregunto: ¿qué quieres lograr y cómo tus valores están conectados con él? Para construir algo, primero debes mirar hacia dónde quieres ir y alcanzar adecuadamente tus objetivos. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de seguir “modelos exitosos” que no reflejan nuestra identidad ni nuestro propósito, y, por lo tanto, no nos servirán de la misma manera.

Deconstruir no es desechar todo lo aprendido sino ser más críticos con esto, cuestionar lo que damos por sentado. Nos frustramos la vida intentando cumplir expectativas ajenas en lugar de construir desde lo que realmente somos y queremos. Es un llamado a desarmar las estructuras que nos frenan y dar paso a una nueva forma de ser, pensar y hacer que nos permita avanzar acorde a nuestra propia bolsa de valores.

Por: Sara Montero Muleth.

TE PUEDE INTERESAR