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Cultura - 26 octubre, 2020

Cuentos de ‘espantos’ vallenatos por Jacobo Solano

El escritor y fotógrafo vallenato, Jacobo Solano Cerchiaro, nos entrega varios microcuentos de esas historias fantasmagóricas que han rodeado históricamente al viejo Valledupar

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El escritor y fotógrafo vallenato, Jacobo Solano Cerchiaro, nos entrega varios microcuentos de esas historias fantasmagóricas que han rodeado históricamente al viejo Valledupar. Esta es una compilación de relatos que se han escuchado y transmitido de padres a hijos y de abuelos a nietos en nuestra ciudad.

Lee también: Las lechuzas: no son las brujas más temibles del Cesar

Aquí, aprovechando que estamos en octubre, mes del misterio y que algunos señalan como de las brujas, el autor presenta estas historias ligadas a la tradición oral nuestra, muchas de ellas ya en el olvido, otras aún recordadas en los barrios que dieron inicio a lo que hoy es la capital del Cesar

EL ACORDEONERO SIN CABEZA

Hace muchos años se llevaba a cabo una parranda en una de las casas más distinguidas de Valledupar hasta que un día, el dueño, molesto porque no le gustó el toque de un juglar, lo maltrató delante de los invitados y lo echó de su casa; aquel hombre se sintió humillado y juró que algún día se cobraría esta ofensa. Al poco tiempo, el juglar falleció de pena moral, ya que todos en el pueblo se enteraron del incidente y lo catalogaron de mal acordeonero. Desde entonces, se dice que su espíritu quedó vagando por la Plaza Alfonso López y cada vez que hay luna llena, sale sin cabeza, a tocar su acordeón con notas de lamento provinciano y atemoriza a todos los vecinos del sector.

LA NIÑA DEL CEMENTERIO CENTRAL

Una niña que no ha podido descansar en paz, sale de su tumba en el Cementerio Central y se sienta a la media noche en una de las bancas del Parque de las Madres, en un intento desesperado de poder ver sus padres, quienes la abandonaron cuando era muy pequeña. Se dice que cuando aparece la acompaña una sombra opaca que sale del suelo y cuyo extremo toca las nubes, se cierne en medio de una aureola resplandeciente y desprende unos rayos dorados que serpentean en el espacio. Un reflejo que logra espantar a muchos borrachos que pasan por el lugar. Después de un largo rato, al no lograr su objetivo, regresa llorando a su tumba. 

No dejes de leer: “¡Hoy sale la sirena de Hurtado!”

EL ESPANTO DEL TEATRO CESAR

En el Teatro Cesar, desde hace muchos años, algunas personas cuentan que escuchan ruidos en las noches, como si agitaran sorpresivamente las cortinas, además personas que susurran y mascullan, se trata del alma en pena de un solitario y enigmático hombre, amante del cine que frecuentaba el lugar y siempre vestía de negro. Se aparece en forma de espanto para hacer funcionar el viejo aparato reproductor y se materializa para proyectar antiguas películas, luego se sienta, expectante, con un resplandor que aterroriza, hasta que termina la película. Entonces, sale y se pasea por la Calle del Cesar y luego regresa a la sala que se ha convertido en su morada, al parecer, nunca aceptó que el teatro haya cerrado sus puertas.

LA TEJEDORA DEL BALCÓN DE LA QUINTA

En la carrera quinta, a pocos metros de la Plaza Alfonso López, hay un balcón de la época de la colonia, del que se cuentan muchas historias. Dicen que cuando la noche es serena y estrellas llenan con su presencia el tranquilo cielo, aparece de improviso la silueta esplendorosa de una anciana que siempre deseó vivir en esa casa pero nunca lo logró; fueron tantas las ganas de habitarla que se le convirtió en obsesión y después de morir en un incendio con tres de sus nietos, su espíritu sigue vagando, llega y se sienta en una mecedora a tejer y a disfrutar de la noche.

Te puede interesar: La tuqueca: mitos de esta calumniada especie en el Cesar

Los hilos que teje salen directamente de su boca, su perturbado rostro siempre es surcado por lágrimas que corren silenciosamente, los niños también acompañan su llanto con verdadera tristeza. Los que han visto su luz afirman que su mirada es sombría, su cabello encanecido y siempre está vestida de negro, entrelazando hebras centelleantes que forman una gran manta con la que cubre a sus nietos.

POR: Jacobo Solano Cerchiaro

Cultura
26 octubre, 2020

Cuentos de ‘espantos’ vallenatos por Jacobo Solano

El escritor y fotógrafo vallenato, Jacobo Solano Cerchiaro, nos entrega varios microcuentos de esas historias fantasmagóricas que han rodeado históricamente al viejo Valledupar


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El escritor y fotógrafo vallenato, Jacobo Solano Cerchiaro, nos entrega varios microcuentos de esas historias fantasmagóricas que han rodeado históricamente al viejo Valledupar. Esta es una compilación de relatos que se han escuchado y transmitido de padres a hijos y de abuelos a nietos en nuestra ciudad.

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Aquí, aprovechando que estamos en octubre, mes del misterio y que algunos señalan como de las brujas, el autor presenta estas historias ligadas a la tradición oral nuestra, muchas de ellas ya en el olvido, otras aún recordadas en los barrios que dieron inicio a lo que hoy es la capital del Cesar

EL ACORDEONERO SIN CABEZA

Hace muchos años se llevaba a cabo una parranda en una de las casas más distinguidas de Valledupar hasta que un día, el dueño, molesto porque no le gustó el toque de un juglar, lo maltrató delante de los invitados y lo echó de su casa; aquel hombre se sintió humillado y juró que algún día se cobraría esta ofensa. Al poco tiempo, el juglar falleció de pena moral, ya que todos en el pueblo se enteraron del incidente y lo catalogaron de mal acordeonero. Desde entonces, se dice que su espíritu quedó vagando por la Plaza Alfonso López y cada vez que hay luna llena, sale sin cabeza, a tocar su acordeón con notas de lamento provinciano y atemoriza a todos los vecinos del sector.

LA NIÑA DEL CEMENTERIO CENTRAL

Una niña que no ha podido descansar en paz, sale de su tumba en el Cementerio Central y se sienta a la media noche en una de las bancas del Parque de las Madres, en un intento desesperado de poder ver sus padres, quienes la abandonaron cuando era muy pequeña. Se dice que cuando aparece la acompaña una sombra opaca que sale del suelo y cuyo extremo toca las nubes, se cierne en medio de una aureola resplandeciente y desprende unos rayos dorados que serpentean en el espacio. Un reflejo que logra espantar a muchos borrachos que pasan por el lugar. Después de un largo rato, al no lograr su objetivo, regresa llorando a su tumba. 

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EL ESPANTO DEL TEATRO CESAR

En el Teatro Cesar, desde hace muchos años, algunas personas cuentan que escuchan ruidos en las noches, como si agitaran sorpresivamente las cortinas, además personas que susurran y mascullan, se trata del alma en pena de un solitario y enigmático hombre, amante del cine que frecuentaba el lugar y siempre vestía de negro. Se aparece en forma de espanto para hacer funcionar el viejo aparato reproductor y se materializa para proyectar antiguas películas, luego se sienta, expectante, con un resplandor que aterroriza, hasta que termina la película. Entonces, sale y se pasea por la Calle del Cesar y luego regresa a la sala que se ha convertido en su morada, al parecer, nunca aceptó que el teatro haya cerrado sus puertas.

LA TEJEDORA DEL BALCÓN DE LA QUINTA

En la carrera quinta, a pocos metros de la Plaza Alfonso López, hay un balcón de la época de la colonia, del que se cuentan muchas historias. Dicen que cuando la noche es serena y estrellas llenan con su presencia el tranquilo cielo, aparece de improviso la silueta esplendorosa de una anciana que siempre deseó vivir en esa casa pero nunca lo logró; fueron tantas las ganas de habitarla que se le convirtió en obsesión y después de morir en un incendio con tres de sus nietos, su espíritu sigue vagando, llega y se sienta en una mecedora a tejer y a disfrutar de la noche.

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Los hilos que teje salen directamente de su boca, su perturbado rostro siempre es surcado por lágrimas que corren silenciosamente, los niños también acompañan su llanto con verdadera tristeza. Los que han visto su luz afirman que su mirada es sombría, su cabello encanecido y siempre está vestida de negro, entrelazando hebras centelleantes que forman una gran manta con la que cubre a sus nietos.

POR: Jacobo Solano Cerchiaro