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Columnista - 13 octubre, 2022

Convenio con Fedegan para comprar 3 millones de hectáreas, ¿Convenio de papel?  

Esta, la de @petrogustavo,  es una reforma agraria ambiciosa pero no está poniendo el foco donde es; además tiene muchos enredos a resolver. Su implementación será técnicamente difícil, improbable y lo más seguro es que se quede en el papel. La reforma anunciada es un buen paso en lo simbólico, en lo político y en […]

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Esta, la de @petrogustavo,  es una reforma agraria ambiciosa pero no está poniendo el foco donde es; además tiene muchos enredos a resolver. Su implementación será técnicamente difícil, improbable y lo más seguro es que se quede en el papel. La reforma anunciada es un buen paso en lo simbólico, en lo político y en su significado. El mensaje es contundente: las reformas necesitan paz política y  sin consensos no hay avances. Su reto es convertirla en hechos, esos que dan credibilidad y gobernabilidad. 

Pero la compra de los 3 millones de hectáreas no está fondeada. Petro habló de 60 billones de pesos y no los hay. 

En buena hora el ministro Ocampo dijo que no se podían pagar tierras  con bonos de deuda pública porque ello implicaría la: i) expedición de una nueva ley  debido a que el Decreto Ley 902 de 2017 derogó esa forma de pago consignada en la Ley 160 de 1994; un ii) Decreto que la reglamente; y iii) un Acuerdo de  la @AgenciaTierras que  lo acoja. También sería necesario  expedir otra ley, la que modifique la Ley 1473 de 2011, la de la regla fiscal y ello es, en tiempo, dos o más años. Más grave, romper la regla fiscal traería consecuencias desafortunadas para la economía. 

Y ello para no hablar de los incentivos perversos de pagar tierra con bonos de deuda pública: estimula el sobreprecio de los predios, la corrupción  y que los propietarios oferten sus peores tierras, sus “tierras hueso” esas que solo admiten que se paguen con papeles de deuda pública redimibles a 5 años.

Sin desconocer los graves problemas de concentración de la tierra, modificarla a través de otorgar la propiedad en un sistema de libre mercado, vía presupuesto público, es ineficaz. Mejor que centrar la reforma en el acceso a la propiedad  hay que hacerlo en su uso y en otras modalidades de acceso, es decir, más que concentrarse en el derecho a la propiedad debe importar el derecho al uso que se le dé a la tierra; porque más que tierra, se necesita  mercado, rentabilidad y competitividad agraria y por supuesto, infraestructura productiva y  de servicios.

Y es ahí cuando surge una pregunta: ¿gastar 60 billones, romper la regla fiscal, endeudar más al país  para distribuir por familia menos de 5 hectáreas  es un gasto público bien gastado? ¿Es eficiente? ¿O es todavía un pensamiento sesentero cuando la  agricultura del futuro no es la tierra? El agro del futuro no necesita tanta tierra, es la agricultura vertical,  la de laboratorio y la de precisión.

Es más, los problemas del agro de hoy día son: i) inflación de alimentos, (26%);  ii) provisión de alimentos junto con iii) falta de competitividad para colocarlos en el mercado y, Colombia debe hacer de la producción y provisión de alimentos una herramienta de posicionamiento geopolítico global y el convenio  con @Fedegan no va en esa vía. 

Columnista
13 octubre, 2022

Convenio con Fedegan para comprar 3 millones de hectáreas, ¿Convenio de papel?  

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Enrique Herrera Araujo

Esta, la de @petrogustavo,  es una reforma agraria ambiciosa pero no está poniendo el foco donde es; además tiene muchos enredos a resolver. Su implementación será técnicamente difícil, improbable y lo más seguro es que se quede en el papel. La reforma anunciada es un buen paso en lo simbólico, en lo político y en […]


Esta, la de @petrogustavo,  es una reforma agraria ambiciosa pero no está poniendo el foco donde es; además tiene muchos enredos a resolver. Su implementación será técnicamente difícil, improbable y lo más seguro es que se quede en el papel. La reforma anunciada es un buen paso en lo simbólico, en lo político y en su significado. El mensaje es contundente: las reformas necesitan paz política y  sin consensos no hay avances. Su reto es convertirla en hechos, esos que dan credibilidad y gobernabilidad. 

Pero la compra de los 3 millones de hectáreas no está fondeada. Petro habló de 60 billones de pesos y no los hay. 

En buena hora el ministro Ocampo dijo que no se podían pagar tierras  con bonos de deuda pública porque ello implicaría la: i) expedición de una nueva ley  debido a que el Decreto Ley 902 de 2017 derogó esa forma de pago consignada en la Ley 160 de 1994; un ii) Decreto que la reglamente; y iii) un Acuerdo de  la @AgenciaTierras que  lo acoja. También sería necesario  expedir otra ley, la que modifique la Ley 1473 de 2011, la de la regla fiscal y ello es, en tiempo, dos o más años. Más grave, romper la regla fiscal traería consecuencias desafortunadas para la economía. 

Y ello para no hablar de los incentivos perversos de pagar tierra con bonos de deuda pública: estimula el sobreprecio de los predios, la corrupción  y que los propietarios oferten sus peores tierras, sus “tierras hueso” esas que solo admiten que se paguen con papeles de deuda pública redimibles a 5 años.

Sin desconocer los graves problemas de concentración de la tierra, modificarla a través de otorgar la propiedad en un sistema de libre mercado, vía presupuesto público, es ineficaz. Mejor que centrar la reforma en el acceso a la propiedad  hay que hacerlo en su uso y en otras modalidades de acceso, es decir, más que concentrarse en el derecho a la propiedad debe importar el derecho al uso que se le dé a la tierra; porque más que tierra, se necesita  mercado, rentabilidad y competitividad agraria y por supuesto, infraestructura productiva y  de servicios.

Y es ahí cuando surge una pregunta: ¿gastar 60 billones, romper la regla fiscal, endeudar más al país  para distribuir por familia menos de 5 hectáreas  es un gasto público bien gastado? ¿Es eficiente? ¿O es todavía un pensamiento sesentero cuando la  agricultura del futuro no es la tierra? El agro del futuro no necesita tanta tierra, es la agricultura vertical,  la de laboratorio y la de precisión.

Es más, los problemas del agro de hoy día son: i) inflación de alimentos, (26%);  ii) provisión de alimentos junto con iii) falta de competitividad para colocarlos en el mercado y, Colombia debe hacer de la producción y provisión de alimentos una herramienta de posicionamiento geopolítico global y el convenio  con @Fedegan no va en esa vía.