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Columnista - 12 enero, 2022

Con idéntica receta volvió la campaña electoral

Las empresas deben invertir en nuevas tecnologías para no desaparecer del mercado laboral global, conforme a las campañas electorales, si quieren impactar en la escena política.

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Aunque con variantes tecnológicas, la fórmula es igual:

saltos elípticos con intrincadas maromas intelectuales. La

misma jeringa con diferente fitoque.

Las empresas deben invertir en nuevas tecnologías para no

desaparecer del mercado laboral global, conforme a las

campañas electorales, si quieren impactar en la escena

política, de cara a los próximos comicios para elegir congresistas el 13 de marzo y el 29 de mayo Presidente de la

República, les toca apelar al boom de la era digital, porque

todo cambió y se imponen las redes sociales, estrategia que

le ha dado réditos de popularidad con repunte en las

encuestas al exalcalde de Bucaramanga y candidato

presidencial, Rodolfo Hernández.

Leí a Pedro Norberto Castro Araújo, candidato a la Cámara

Especial de Paz, en su intención de dignificar las víctimas del

conflicto armado, y aprendí su reflexión (breves palabras

con el poder de millares), al calificar de narcisistas a quienes

se autoproclaman candidatos dizque postulados por un

grupo de amigos, farsa que se convierte en comedia sin

auditorio.

Son argumentos calcados de Adolfo Hitler, el más votado de

la historia, y entendible, por ser candidato único, para

disuadir y convencer a las masas, prevalido de su argucia:

“Si quieres conseguir la simpatía de la multitud, debes

entonces decirles las cosas más estúpidas y crasas”.

Voy, pero vuelvo, dijo el hambre, resuelta a castigar o

premiar el comportamiento político, como regla general, sin

descartar la compraventa del voto, porque entre más

pobres son los pueblos por la corrupción, a los corruptos se

les hace más fácil comprar estómagos y conciencias en

época electoral, parodiando a Jaime Gómez Bolívar.

Eternos aspirantes a la misma corporación pública quieren

ahora deslumbrar con los Juegos Bolivarianos para politizar

el deporte, una disciplina que le pega más a la salud cuando

se libera la endorfina u hormona de la felicidad, contrario a

la frustración del engaño y la mentira que pregona la

mediocridad política.

El auge de las plataformas y aplicaciones digitales en el

manejo de la información dificultan la pretensión de edulcorar o maquillar el debate electoral como se hacía en otrora épocas con el monólogo de información de medios de comunicación al servicio del establecimiento.

Quien se adapte mejor y sea más cauto con la pandemia

del Covid 19, ya sin tanta restricción, porque le resulta más

rentable al gobierno la economía que la vida, tendrá la

oportunidad de sobrevivir para contarlo, debate que

plantea mayor rigor en protocolos de bioseguridad por la

amenaza de los que no se quieren vacunar, porque le creen

más a los 500 millones de charlatanes que a los 8 millones

de científicos que tiene el mundo, según registro de la

UNESCO.

Por Miguel Aroca Yepes.

Columnista
12 enero, 2022

Con idéntica receta volvió la campaña electoral

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Aroca Yepez

Las empresas deben invertir en nuevas tecnologías para no desaparecer del mercado laboral global, conforme a las campañas electorales, si quieren impactar en la escena política.


Aunque con variantes tecnológicas, la fórmula es igual:

saltos elípticos con intrincadas maromas intelectuales. La

misma jeringa con diferente fitoque.

Las empresas deben invertir en nuevas tecnologías para no

desaparecer del mercado laboral global, conforme a las

campañas electorales, si quieren impactar en la escena

política, de cara a los próximos comicios para elegir congresistas el 13 de marzo y el 29 de mayo Presidente de la

República, les toca apelar al boom de la era digital, porque

todo cambió y se imponen las redes sociales, estrategia que

le ha dado réditos de popularidad con repunte en las

encuestas al exalcalde de Bucaramanga y candidato

presidencial, Rodolfo Hernández.

Leí a Pedro Norberto Castro Araújo, candidato a la Cámara

Especial de Paz, en su intención de dignificar las víctimas del

conflicto armado, y aprendí su reflexión (breves palabras

con el poder de millares), al calificar de narcisistas a quienes

se autoproclaman candidatos dizque postulados por un

grupo de amigos, farsa que se convierte en comedia sin

auditorio.

Son argumentos calcados de Adolfo Hitler, el más votado de

la historia, y entendible, por ser candidato único, para

disuadir y convencer a las masas, prevalido de su argucia:

“Si quieres conseguir la simpatía de la multitud, debes

entonces decirles las cosas más estúpidas y crasas”.

Voy, pero vuelvo, dijo el hambre, resuelta a castigar o

premiar el comportamiento político, como regla general, sin

descartar la compraventa del voto, porque entre más

pobres son los pueblos por la corrupción, a los corruptos se

les hace más fácil comprar estómagos y conciencias en

época electoral, parodiando a Jaime Gómez Bolívar.

Eternos aspirantes a la misma corporación pública quieren

ahora deslumbrar con los Juegos Bolivarianos para politizar

el deporte, una disciplina que le pega más a la salud cuando

se libera la endorfina u hormona de la felicidad, contrario a

la frustración del engaño y la mentira que pregona la

mediocridad política.

El auge de las plataformas y aplicaciones digitales en el

manejo de la información dificultan la pretensión de edulcorar o maquillar el debate electoral como se hacía en otrora épocas con el monólogo de información de medios de comunicación al servicio del establecimiento.

Quien se adapte mejor y sea más cauto con la pandemia

del Covid 19, ya sin tanta restricción, porque le resulta más

rentable al gobierno la economía que la vida, tendrá la

oportunidad de sobrevivir para contarlo, debate que

plantea mayor rigor en protocolos de bioseguridad por la

amenaza de los que no se quieren vacunar, porque le creen

más a los 500 millones de charlatanes que a los 8 millones

de científicos que tiene el mundo, según registro de la

UNESCO.

Por Miguel Aroca Yepes.