Los de mi generación conocimos que en el país solo había tres partidos políticos: liberal, conservador y un tímido e importante comunismo que tuvo figuras interesantes y muy respetadas. Había la convicción de que solo se podía votar por el candidato del partido al que se pertenecía; en mi familia de Villanueva teníamos al jefe insigne […]
Los de mi generación conocimos que en el país solo había tres partidos políticos: liberal, conservador y un tímido e importante comunismo que tuvo figuras interesantes y muy respetadas.
Había la convicción de que solo se podía votar por el candidato del partido al que se pertenecía; en mi familia de Villanueva teníamos al jefe insigne del conservatismo: Enrique Orozco Ariza, mi abuelo materno; en la sala de su casa pendían las fotos de Laureano Gómez y de Mariano Ospina Pérez y era raro que un miembro de la familia fuera liberal; sin embargo, eso, después de la violencia política, no quitaba que existieran fuertes lazos de amistad entre miembros de ambos partidos. Se me haría extenso comentar lo serio y a veces anecdótico de la vida política que le escuché comentar a mis padres. En mi libro ‘Detrás del patio’, cuento una hilarante anécdota sobre el conservatismo de mis mayores.
Tengo que confesar que, desde jovencita, no he sido afecta a hablar de política, solo a observarla, y cuando ya pude votar lo hice por un liberal a pesar de mis raíces godas. Hoy no sé por quién votar, hay tal cantidad de partidos, de aspirantes, de políticos, de corruptos que tienen el “valor” de ofrecerse para regir el destino de la patria, destino incierto, endeble, en el que no se vislumbran propósitos generosos para el pueblo, sin convicciones, en fin, un destino o futuro tenebroso, y con este adjetivo no quiero pecar de tremendista.
Es curioso oír los comentarios in crescendo de la gente con la que nos topamos en nuestro trasegar diario, además de la muletilla (porque ya es una muletilla) ‘Yo voto por el que diga Uribe’, y viene el que replica ‘pero ese será un títere porque el que va a gobernar es el propio expresidente”, ‘esa es la idea’, contesta el otro, y siguen las apreciaciones. Un taxista me dijo: ‘Mi voto es por Vargas Lleras, porque él le tiene rabia a las Farcs, no ve que ellas le mocharon unos dedos’; y así, de ese tenor sigue una andanada de divertido modo de ver a los numerosos candidatos que lo único que nos queda es pensar en que la seriedad de la política se convirtió en un sainete, en una triste mezcolanza de intereses personalistas, que llevan al país por un camino hacia el abismo; camino por el que hay que retroceder rápido antes de que nos hundamos en la debacle.
La última encuesta muestra resultados inesperados, pero los que saben de eso comentan que hay que esperar las alianzas; sí, esperemos a ver si se mejora la función circense. A propósito recuerdo una tarde bogotana en que un presidente al posesionarse dijo: ‘¡Colombianos, bienvenidos al futuro!’ ¿Cuál futuro? El que hemos vivido, el que ya transitamos, desde entonces ha sido de desesperanzas; pero bueno, hay que seguir y hacer patente la frase de Borges en el Alep, no en su cuento sino en el libro homónimo: “Ser colombiano es un acto de fe”.
NOTICA LUCTUOSA: De todo corazón presento mi sentido pésame a mis amigas y primas Layla, María Inocenta, Luz Marina, Aura Estela, Margarita, Soraya y demás familia, por el fallecimiento de su mamá, la honesta, buena y ejemplar señora, María Fernández de Daza, inolvidable, sí, siempre será inolvidable.
Por Mary Daza Orozco
Los de mi generación conocimos que en el país solo había tres partidos políticos: liberal, conservador y un tímido e importante comunismo que tuvo figuras interesantes y muy respetadas. Había la convicción de que solo se podía votar por el candidato del partido al que se pertenecía; en mi familia de Villanueva teníamos al jefe insigne […]
Los de mi generación conocimos que en el país solo había tres partidos políticos: liberal, conservador y un tímido e importante comunismo que tuvo figuras interesantes y muy respetadas.
Había la convicción de que solo se podía votar por el candidato del partido al que se pertenecía; en mi familia de Villanueva teníamos al jefe insigne del conservatismo: Enrique Orozco Ariza, mi abuelo materno; en la sala de su casa pendían las fotos de Laureano Gómez y de Mariano Ospina Pérez y era raro que un miembro de la familia fuera liberal; sin embargo, eso, después de la violencia política, no quitaba que existieran fuertes lazos de amistad entre miembros de ambos partidos. Se me haría extenso comentar lo serio y a veces anecdótico de la vida política que le escuché comentar a mis padres. En mi libro ‘Detrás del patio’, cuento una hilarante anécdota sobre el conservatismo de mis mayores.
Tengo que confesar que, desde jovencita, no he sido afecta a hablar de política, solo a observarla, y cuando ya pude votar lo hice por un liberal a pesar de mis raíces godas. Hoy no sé por quién votar, hay tal cantidad de partidos, de aspirantes, de políticos, de corruptos que tienen el “valor” de ofrecerse para regir el destino de la patria, destino incierto, endeble, en el que no se vislumbran propósitos generosos para el pueblo, sin convicciones, en fin, un destino o futuro tenebroso, y con este adjetivo no quiero pecar de tremendista.
Es curioso oír los comentarios in crescendo de la gente con la que nos topamos en nuestro trasegar diario, además de la muletilla (porque ya es una muletilla) ‘Yo voto por el que diga Uribe’, y viene el que replica ‘pero ese será un títere porque el que va a gobernar es el propio expresidente”, ‘esa es la idea’, contesta el otro, y siguen las apreciaciones. Un taxista me dijo: ‘Mi voto es por Vargas Lleras, porque él le tiene rabia a las Farcs, no ve que ellas le mocharon unos dedos’; y así, de ese tenor sigue una andanada de divertido modo de ver a los numerosos candidatos que lo único que nos queda es pensar en que la seriedad de la política se convirtió en un sainete, en una triste mezcolanza de intereses personalistas, que llevan al país por un camino hacia el abismo; camino por el que hay que retroceder rápido antes de que nos hundamos en la debacle.
La última encuesta muestra resultados inesperados, pero los que saben de eso comentan que hay que esperar las alianzas; sí, esperemos a ver si se mejora la función circense. A propósito recuerdo una tarde bogotana en que un presidente al posesionarse dijo: ‘¡Colombianos, bienvenidos al futuro!’ ¿Cuál futuro? El que hemos vivido, el que ya transitamos, desde entonces ha sido de desesperanzas; pero bueno, hay que seguir y hacer patente la frase de Borges en el Alep, no en su cuento sino en el libro homónimo: “Ser colombiano es un acto de fe”.
NOTICA LUCTUOSA: De todo corazón presento mi sentido pésame a mis amigas y primas Layla, María Inocenta, Luz Marina, Aura Estela, Margarita, Soraya y demás familia, por el fallecimiento de su mamá, la honesta, buena y ejemplar señora, María Fernández de Daza, inolvidable, sí, siempre será inolvidable.
Por Mary Daza Orozco