La democracia permite llegar al poder por vía civilizada. Por manera, y en honor a la verdad, que el problema no es, per se, la concepción izquierdista o la ex militancia guerrillera de Gustavo Petro.
¡Qué momentos difíciles vive Colombia!
A juzgar por las mediciones de opinión de todas las firmas encuestadoras, el candidato presidencial Gustavo Petro está a un tris de convertirse en el próximo presidente de la República; inclusive podría lograrlo en la primera vuelta si los astros terminan de alineársele.
Petro es un político colombiano de izquierda, ex guerrillero del M-19, movimiento que dejó las armas para insertarse en la corriente democrática del país. En tal virtud, fue parlamentario exitoso y, más tarde, ganador en franca lid de la alcaldía de Bogotá, gestión más bien desastrosa. Igual, fue un confeso defensor del Chavismo venezolano.
Para una democracia no podría extrañar la alternancia en el poder, pues de eso se trata la democracia, que finalmente las fuerzas sociales premien o castiguen con su voto la gestión del gobierno de turno. Para la democracia colombiana fue y es particularmente ejemplarizante demostrar en los hechos que la vía de las armas está mandada a recoger.
La democracia permite llegar al poder por vía civilizada. Por manera, y en honor a la verdad, que el problema no es, per se, la concepción izquierdista o la ex militancia guerrillera de Gustavo Petro.
El problema reside en los tuétanos del país, que no ha aprendido aún a convivir entre conciudadanos. Prefiere matarse antes que tender puentes para entender y atender el disenso. Se cree enemigo a todo aquel que piensa diferente, y como enemigo se tratan. Además, el país y su dirigencia política, sobre todo, perdieron grandeza para poner los intereses de la patria por encima de los intereses mezquinos individuales.
Así está el país, incapaz de unirse en rededor de puntos fundamentales, polarizado entre los anti uribistas gobiernistas y los anti petristas. Pero esa enfermedad de los tuétanos también se incuba entre los no polarizados. Su síntoma básico es la incapacidad de unirse. Mientras, el país se hace añicos, se vuelve mierda.
Esta es la encrucijada del país. Necesita encontrar una ruta de desarrollo que le permita desenraizar los males crónicos que hoy lo azotan. Y ello solo es posible a través de un gobernante que una, que ejerza un liderazgo carismático, que entienda y aplique el concepto de políticas públicas, por antonomasia incluyente, por y para todos.
Aquí es donde se agiganta la figura de Alejandro Gaviria. Entre los contendientes por la candidatura presidencial, sin negar la prestancia de todos, Gaviria se erige como el único capaz de unir a los extremos y de unir a los no extremistas, al grueso de la población no alinderada en el anti petrismo o en el anti uribismo.
Hagamos un ejercicio de pragmatismo:
1. Los participantes en las consultas del Pacto Histórico y los de la Coalición Equipo por Colombia, representan los extremos arriba mentados, descalificándose entre sí.
2. Siendo facilista, la solución podría estar en la Coalición Centro Esperanza, cuyos miembros exhiben excelentes hojas de vida al servicio del país. Pero no todos unen. Fajardo, Robledo y Galán, p.ej., al igual que la independiente Ingrid Betancourt, no han podido superar el síndrome de la ‘superioridad moral´, merced a la cual se rechaza como paria a todo aquel que haya participado de una estructura política partidista, es decir, se estigmatiza y rechaza al grueso de la población colombiana, así haga apostasía de su militancia partidista.
El colofón es lapidario. Si gana Fajardo la consulta de la esperanza, se precipita la estampida de la masa liberal, y hasta la de Cambio Radical, hacia las toldas del Pacto Histórico, pues ya han sido rechazados por indignidad una y más veces. Resultado: esa nueva masa liberal y de CR es el TRIS que le falta a Petro para ganar la primera vuelta. Ces´t fine.
El ejercicio de grandeza es ahora o nunca: abrazar y votar con utilidad en la consulta de la Esperanza por Alejandro Gaviria. Puede unir a todos. Y lo importante: no hace concesión o negociación vergonzosa. No hay de otra.
Alejandro, además, tiene la virtud del carácter, de la no tibieza, porque el tibio es gregario y adocenado. Y de eso sí sabemos aquí en el Cesar, que por tibios todos padecemos la mayor de las crisis institucionales nunca antes vivida. Por tibios no hacemos control social. Por tibios permitimos que cualquier palguarato o Juan de los palotes se nos encarame y nos pisotee. Por tibios llevamos años sin gobiernos dignos…
Gaviria es el hombre, Gaviria es el pollo, tal cual se le cantó hace años, y en un momento igual de crucial, al candidato López Michelsen, luego presidente de la República.(tw:camiloquirozh)
Por Camilo Andrés Quiroz Hinojosa
La democracia permite llegar al poder por vía civilizada. Por manera, y en honor a la verdad, que el problema no es, per se, la concepción izquierdista o la ex militancia guerrillera de Gustavo Petro.
¡Qué momentos difíciles vive Colombia!
A juzgar por las mediciones de opinión de todas las firmas encuestadoras, el candidato presidencial Gustavo Petro está a un tris de convertirse en el próximo presidente de la República; inclusive podría lograrlo en la primera vuelta si los astros terminan de alineársele.
Petro es un político colombiano de izquierda, ex guerrillero del M-19, movimiento que dejó las armas para insertarse en la corriente democrática del país. En tal virtud, fue parlamentario exitoso y, más tarde, ganador en franca lid de la alcaldía de Bogotá, gestión más bien desastrosa. Igual, fue un confeso defensor del Chavismo venezolano.
Para una democracia no podría extrañar la alternancia en el poder, pues de eso se trata la democracia, que finalmente las fuerzas sociales premien o castiguen con su voto la gestión del gobierno de turno. Para la democracia colombiana fue y es particularmente ejemplarizante demostrar en los hechos que la vía de las armas está mandada a recoger.
La democracia permite llegar al poder por vía civilizada. Por manera, y en honor a la verdad, que el problema no es, per se, la concepción izquierdista o la ex militancia guerrillera de Gustavo Petro.
El problema reside en los tuétanos del país, que no ha aprendido aún a convivir entre conciudadanos. Prefiere matarse antes que tender puentes para entender y atender el disenso. Se cree enemigo a todo aquel que piensa diferente, y como enemigo se tratan. Además, el país y su dirigencia política, sobre todo, perdieron grandeza para poner los intereses de la patria por encima de los intereses mezquinos individuales.
Así está el país, incapaz de unirse en rededor de puntos fundamentales, polarizado entre los anti uribistas gobiernistas y los anti petristas. Pero esa enfermedad de los tuétanos también se incuba entre los no polarizados. Su síntoma básico es la incapacidad de unirse. Mientras, el país se hace añicos, se vuelve mierda.
Esta es la encrucijada del país. Necesita encontrar una ruta de desarrollo que le permita desenraizar los males crónicos que hoy lo azotan. Y ello solo es posible a través de un gobernante que una, que ejerza un liderazgo carismático, que entienda y aplique el concepto de políticas públicas, por antonomasia incluyente, por y para todos.
Aquí es donde se agiganta la figura de Alejandro Gaviria. Entre los contendientes por la candidatura presidencial, sin negar la prestancia de todos, Gaviria se erige como el único capaz de unir a los extremos y de unir a los no extremistas, al grueso de la población no alinderada en el anti petrismo o en el anti uribismo.
Hagamos un ejercicio de pragmatismo:
1. Los participantes en las consultas del Pacto Histórico y los de la Coalición Equipo por Colombia, representan los extremos arriba mentados, descalificándose entre sí.
2. Siendo facilista, la solución podría estar en la Coalición Centro Esperanza, cuyos miembros exhiben excelentes hojas de vida al servicio del país. Pero no todos unen. Fajardo, Robledo y Galán, p.ej., al igual que la independiente Ingrid Betancourt, no han podido superar el síndrome de la ‘superioridad moral´, merced a la cual se rechaza como paria a todo aquel que haya participado de una estructura política partidista, es decir, se estigmatiza y rechaza al grueso de la población colombiana, así haga apostasía de su militancia partidista.
El colofón es lapidario. Si gana Fajardo la consulta de la esperanza, se precipita la estampida de la masa liberal, y hasta la de Cambio Radical, hacia las toldas del Pacto Histórico, pues ya han sido rechazados por indignidad una y más veces. Resultado: esa nueva masa liberal y de CR es el TRIS que le falta a Petro para ganar la primera vuelta. Ces´t fine.
El ejercicio de grandeza es ahora o nunca: abrazar y votar con utilidad en la consulta de la Esperanza por Alejandro Gaviria. Puede unir a todos. Y lo importante: no hace concesión o negociación vergonzosa. No hay de otra.
Alejandro, además, tiene la virtud del carácter, de la no tibieza, porque el tibio es gregario y adocenado. Y de eso sí sabemos aquí en el Cesar, que por tibios todos padecemos la mayor de las crisis institucionales nunca antes vivida. Por tibios no hacemos control social. Por tibios permitimos que cualquier palguarato o Juan de los palotes se nos encarame y nos pisotee. Por tibios llevamos años sin gobiernos dignos…
Gaviria es el hombre, Gaviria es el pollo, tal cual se le cantó hace años, y en un momento igual de crucial, al candidato López Michelsen, luego presidente de la República.(tw:camiloquirozh)
Por Camilo Andrés Quiroz Hinojosa