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¡A-pollo total!

Esta semana, las redes sociales se inundaron de reacciones ante la noticia de que una empresa en España comenzó a usar el nombre, imagen y estilo de Frisby, la icónica cadena de pollo colombiana nacida en Pereira. Aunque Frisby Colombia tenía registrada su marca en Europa desde 2005, nunca la usó comercialmente, y ahora Frisby España S.L. solicitó anular ese registro por inactividad.

¡A-pollo total!

¡A-pollo total!

Por: Sara

@el_pilon

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Esta semana, las redes sociales se inundaron de reacciones ante la noticia de que una empresa en España comenzó a usar el nombre, imagen y estilo de Frisby, la icónica cadena de pollo colombiana nacida en Pereira. Aunque Frisby Colombia tenía registrada su marca en Europa desde 2005, nunca la usó comercialmente, y ahora Frisby España S.L. solicitó anular ese registro por inactividad.

La decisión final aún no ha sido tomada por la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea, y Frisby Colombia tiene plazo hasta el 17 de julio de 2025 para demostrar que ha usado su marca en territorio europeo. Mientras tanto, la empresa española ya se promociona como si tuviera los derechos exclusivos, lo que ha encendido la alerta sobre la protección de nuestras marcas y símbolos culturales en el exterior.

Especialistas y expertos en marcas y propiedad intelectual han compartido sus análisis sobre el caso. No obstante, a mí me llamó la atención otra cosa: el “a-pollo”. Sí, así, como con ternura lo dijo Frisby en sus redes. Y es que el país entero se volcó a respaldar a una marca que no solo vende pollo, sino que evoca recuerdos, emociones y orgullo nacional.

“Estamos desbordados de tanto amor”, escribieron desde la cuenta oficial de Frisby, agradeciendo el aluvión de mensajes, diseños, ilustraciones, cartas, playlists, comentarios y muestras de cariño que recibieron. ¡Y qué lindo fue verlo! No solo marcas se sumaron con creatividad y afecto, sino también universidades, políticos y gremios. Fue una verdadera cadena de solidaridad en defensa de una marca que nos representa.

Pensar en Frisby es, inevitablemente, cantar: “nadie lo hace como Frisby lo hace”. Es recordar parte de la infancia, los centros comerciales, los domingos en familia o esas comidas tras una larga jornada laboral. Por eso, los comentarios en redes lo decían todo, “siempre fiel a nuestro pollo”, “estamos con ustedes”, “Frisby sí nos representa”.

Definitivamente, qué hermosa expresión de empatía colectiva. Qué magnífico recordatorio de que, detrás de una marca, hay personas. Que crear empresa en Colombia no es fácil. Que sostenerla, consolidarla y hacerla querida es un trabajo arduo de perseverancia.

Sin duda, las marcas se conectan con la gente cuando son humanas, cuando se construyen desde las bases, la constancia y el buen hacer. Ver a otras empresas unidas, reconociendo el esfuerzo de Frisby, es saber que esto también es construir país. Asimismo, Frisby nos demostró con todo esto que el amor de la gente es su activo más grande. Ese “a-pollo” no se copia, no se falsifica, no se roba. Se construye. Y eso debería ser inspiración para todas las marcas, el diferencial más fuerte es la conexión humana que generan.

Ojalá nos quede el eco de este apoyo. Y eso es quizás lo más valioso que deja esta situación, cuando nos unimos, algo se mueve, algo se protege, algo se defiende. En estos tiempos de tanta competencia, ver a marcas y personas respaldar a otra con tanto cariño, convicción y desinterés ya es ganancia. Porque se trata de algo de reconocimiento mutuo.

No puedo dejar pasar que este caso pone sobre la mesa la fragilidad de muchas marcas colombianas fuera del país. Es un llamado no solo a los emprendedores para que cuiden lo que crean, sino también al Estado, para que haya más acompañamiento, más educación y más estrategia a la hora de proteger el talento que nace aquí.

Frisby nos dio todo, solidaridad, empatía, marketing, identidad. Nos recordó que las marcas no son solo negocios. Y tal vez por eso esto me tocó tanto. Porque en lo que hago cada día —acompañando personas, empresas, emprendedores, fortaleciendo comunidades y creyendo en lo humano— entiendo que una marca también puede ser un reflejo de quienes somos.  Y lo que representa identidad, historia y esfuerzo, merece ser protegido.

Por: Sara Montero Muleth

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