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Columnista - 5 marzo, 2025

¿Y ahora quiénes son los payasos?

En la antigüedad, los reyes, príncipes, emperadores, sultanes y otros mandatarios, se divertían con las escenas y comedias y, por supuesto, con las payasadas representadas por los diversos comediantes, arlequines, bufones y payasos, todos al servicio de la más alta nobleza y su séquito de lambones. Personas que hacían reír, aprovechando sus genios, gracias y desgracias.

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En la antigüedad, los reyes, príncipes, emperadores, sultanes y otros mandatarios, se divertían con las escenas y comedias y, por supuesto, con las payasadas representadas por los diversos comediantes, arlequines, bufones y payasos, todos al servicio de la más alta nobleza y su séquito de lambones. Personas que hacían reír, aprovechando sus genios, gracias y desgracias. En su gran mayoría, hombres o mujeres, deformes, enanos o grotescos, a los cuales se les había permitido ocupar un lugar privilegiado junto a los poderosos, pero que en el fondo quizás eran más inteligentes que todos aquellos a los que hacían reír y divertir, pues decían lo que a nadie les estaba permitido y se reían de quien nadie osaría hacerlo. De alguna manera tenían el insólito mérito de humanizar al gran mandatario, haciéndole sentir, supuesta y temporalmente, como un mortal más.

Hoy, queridos lectores, parece que los tiempos han cambiado de alguna manera, pues lo digo con ocasión a las diversas escenas, tristes comedias, aunque suene como paradoja, pues tienen más tinte a tragedias que escenas que diviertan; todas ellas representadas por algunos mandatarios a nivel mundial, que vemos con más frecuencia día a día.

Los bufones y payasos son hoy algunos presidentes a nivel mundial, mandatarios de países, irresponsables absolutos que no advierten o no les importa el daño que les ocasionan a sus países con sus actitudes. Personajes macabros más pendientes del aplauso y del ‘show’, incapaces de predecir el nocivo costo de sus acciones. Pero hay algo más triste, aunque los roles se han cambiado, hoy todavía el pueblo aplaude y se ríe de las ridículas gracias de esos malos payasos. Porque los payasos, sin duda, son criaturas adorables, pero es muy conveniente mantenerlos alejados de la política. Cuestan demasiado.

Más que políticos con un sentido del humor inteligente, parecen una epidemia de payasos y bufones que han puesto en ridículo el ejercicio de los cargos de elección popular. Muchos ya no se saben si en realidad son cómicos o trágicos. Sin importarles que la economía de sus países naufrague algunos tienen tiempo para bailar en manifestaciones públicas y lanzar hipótesis electorales inviables. Se burlan de la suerte que han corrido sus electores, millones de personas que de forma ilusa han puesto en sus manos el futuro que anhelan, pues al final de cuentas, el problema es que las decisiones y posturas de estos personajes, a veces siniestros, afectan la vida de todas las personas, porque además, al comportarse como payasos, con sus bailes, chistes y muecas, refuerzan una idea que han calado en las masas: los outsiders lejanos a las élites políticas, que tanto daño han hecho, deben mantenerse en el poder, porque sufren cuando salen del síndrome de ausencia del poder.

La candorosa irresponsabilidad con la que actúan y reflejan es uno de los rasgos más notorios de estos presidentes-payasos. Pues, no advierten, o no les importa, el daño que les hacen a sus países. Viven solo pendientes del aplauso y de los titulares de primera plana, que se vuelven incapaces de calcular o tal vez prever el costo de sus acciones. Incluso, a lo que me refería antes, sucede algo más grave, que muchos se ríen de sus gracias sin percatarse de las adversas consecuencias económicas y sociales generales que acarrea tener como rostro visible de la sociedad a un presidente-payaso.

Y hay algo aún más preocupante, la tiranía disfrazada en cada uno de sus actos y que pretenden perpetuarse en dichos cargos, pues consideran que son los únicos mesías y salvadores de sus pueblos y países. Ahora bien, no debemos reducir los cargos a los que me he referido, pues, aquí no debemos excluir a otros mandatarios de menor rango, pues malos payasos se encuentran a la orden del día y en cualquier sitio, violadores de todos los derechos.

El absurdo ha triunfado sobre el sentido común, la pasión sobre la razón. Alguien dijo alguna vez que el mundo parece haber sido derrotado en su lucha por un ideal intemporal, y él, el líder y abanderado, ha perdido la batalla decisiva, la batalla contra sí mismo. Por eso amigos míos, aquello que se ha perdido se debe convertir en una llamada apremiante a la humanidad para aunar esfuerzos hacia lo que creemos inalcanzable. Dejemos de reír ante la estupidez de esos tristes payasos.  

POR: JAIRO MEJÍA.

Columnista
5 marzo, 2025

¿Y ahora quiénes son los payasos?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jairo Mejía Cuello

En la antigüedad, los reyes, príncipes, emperadores, sultanes y otros mandatarios, se divertían con las escenas y comedias y, por supuesto, con las payasadas representadas por los diversos comediantes, arlequines, bufones y payasos, todos al servicio de la más alta nobleza y su séquito de lambones. Personas que hacían reír, aprovechando sus genios, gracias y desgracias.


En la antigüedad, los reyes, príncipes, emperadores, sultanes y otros mandatarios, se divertían con las escenas y comedias y, por supuesto, con las payasadas representadas por los diversos comediantes, arlequines, bufones y payasos, todos al servicio de la más alta nobleza y su séquito de lambones. Personas que hacían reír, aprovechando sus genios, gracias y desgracias. En su gran mayoría, hombres o mujeres, deformes, enanos o grotescos, a los cuales se les había permitido ocupar un lugar privilegiado junto a los poderosos, pero que en el fondo quizás eran más inteligentes que todos aquellos a los que hacían reír y divertir, pues decían lo que a nadie les estaba permitido y se reían de quien nadie osaría hacerlo. De alguna manera tenían el insólito mérito de humanizar al gran mandatario, haciéndole sentir, supuesta y temporalmente, como un mortal más.

Hoy, queridos lectores, parece que los tiempos han cambiado de alguna manera, pues lo digo con ocasión a las diversas escenas, tristes comedias, aunque suene como paradoja, pues tienen más tinte a tragedias que escenas que diviertan; todas ellas representadas por algunos mandatarios a nivel mundial, que vemos con más frecuencia día a día.

Los bufones y payasos son hoy algunos presidentes a nivel mundial, mandatarios de países, irresponsables absolutos que no advierten o no les importa el daño que les ocasionan a sus países con sus actitudes. Personajes macabros más pendientes del aplauso y del ‘show’, incapaces de predecir el nocivo costo de sus acciones. Pero hay algo más triste, aunque los roles se han cambiado, hoy todavía el pueblo aplaude y se ríe de las ridículas gracias de esos malos payasos. Porque los payasos, sin duda, son criaturas adorables, pero es muy conveniente mantenerlos alejados de la política. Cuestan demasiado.

Más que políticos con un sentido del humor inteligente, parecen una epidemia de payasos y bufones que han puesto en ridículo el ejercicio de los cargos de elección popular. Muchos ya no se saben si en realidad son cómicos o trágicos. Sin importarles que la economía de sus países naufrague algunos tienen tiempo para bailar en manifestaciones públicas y lanzar hipótesis electorales inviables. Se burlan de la suerte que han corrido sus electores, millones de personas que de forma ilusa han puesto en sus manos el futuro que anhelan, pues al final de cuentas, el problema es que las decisiones y posturas de estos personajes, a veces siniestros, afectan la vida de todas las personas, porque además, al comportarse como payasos, con sus bailes, chistes y muecas, refuerzan una idea que han calado en las masas: los outsiders lejanos a las élites políticas, que tanto daño han hecho, deben mantenerse en el poder, porque sufren cuando salen del síndrome de ausencia del poder.

La candorosa irresponsabilidad con la que actúan y reflejan es uno de los rasgos más notorios de estos presidentes-payasos. Pues, no advierten, o no les importa, el daño que les hacen a sus países. Viven solo pendientes del aplauso y de los titulares de primera plana, que se vuelven incapaces de calcular o tal vez prever el costo de sus acciones. Incluso, a lo que me refería antes, sucede algo más grave, que muchos se ríen de sus gracias sin percatarse de las adversas consecuencias económicas y sociales generales que acarrea tener como rostro visible de la sociedad a un presidente-payaso.

Y hay algo aún más preocupante, la tiranía disfrazada en cada uno de sus actos y que pretenden perpetuarse en dichos cargos, pues consideran que son los únicos mesías y salvadores de sus pueblos y países. Ahora bien, no debemos reducir los cargos a los que me he referido, pues, aquí no debemos excluir a otros mandatarios de menor rango, pues malos payasos se encuentran a la orden del día y en cualquier sitio, violadores de todos los derechos.

El absurdo ha triunfado sobre el sentido común, la pasión sobre la razón. Alguien dijo alguna vez que el mundo parece haber sido derrotado en su lucha por un ideal intemporal, y él, el líder y abanderado, ha perdido la batalla decisiva, la batalla contra sí mismo. Por eso amigos míos, aquello que se ha perdido se debe convertir en una llamada apremiante a la humanidad para aunar esfuerzos hacia lo que creemos inalcanzable. Dejemos de reír ante la estupidez de esos tristes payasos.  

POR: JAIRO MEJÍA.