Edelma murió a los 56 años, en Valledupar. Luchó durante muchos años contra una enfermedad crónica. ‘Una mujer de instintos guerreros’, fue el último reportaje sobre ella, en Vanguardia de Valledupar, el 29 de agosto. Publicado por este diario como un homenaje, quienes antes habían publicado su testimonio ‘Mientras agonizo’.
“Vengo de miedos ancestrales,
Símbolos metálicos me aprisionan”.
(Edelma Zapata, ‘Ritual con mi sombra’.
(Editorial El Astillero – 1999)
La poetisa y ensayista Edelma Zapata Pérez nace en La Paz, Cesar, de la unión del médico, escritor y antropólogo Manuel Zapata Olivella y Edelma Pérez. Donde su padre además de hacer el año rural como médico, llega a esta población tras las huellas de su parentela por el lado materno, Edelmira Olivella. Es su primo, don Pedro Olivella Araujo, quien lo recibe. Lo aloja en su casa, le organiza el consultorio y lo relaciona con parientes y amigos. Allí se da el encuentro de tres notables amigos: Rafael Escalona, Gabriel García Márquez y él.
Lee también: La mujer y el paternalismo en el pilón de Los Embarradores de Riohacha
A Edelma Zapata su padre la lleva a Bogotá, pasa entonces de los cuidados de su madre María Pérez de Canales, a los de la española Rosa María Bosch, esposa del escritor Zapata Olivella, quien cuidó de ella y de su hermana Harlem como si fueran sus hijas. Crecen con el calor de hogar brindado por su padre, quien daba todo por sus hijas.
Es así como Edelma le heredó el amor por la lectura y el arte de la creación literaria. Estudió antropología, literatura y lingüística. Trabajó el tema de la cultura popular y la tradición oral para la Fundación Colombiana de Investigaciones Folclóricas, y dirigió los programas Identidad Colombiana y Afrocolombiana a través de la Radiodifusora Nacional.
En 1999 publicó un libro de poemas: ‘Ritual con mi sombra’, en cuyo prólogo escrito por la poetisa Meira del Mar leemos: “Las primeras palabras de Edelma anuncian el tono de su obra, son las mencionadas en el epígrafe: ‘Vengo de miedos ancestrales y símbolos metálicos me aprisionan’. Con ello manifiesta su viva vocación poética, alimentada desde siempre por sus ancestros, con una clara intención de justicia social e identidad étnica”. Deja dos obras inéditas: ‘La otra cara de la luna’ y ‘Rumores de melancolía’.
Esa tarde en La Paz al lado de su madre y su amiga evoca recuerdos de su infancia, cuando debían llamarla una y otra vez para que soltara por un momento los libros y se sentara a la mesa a cenar. Dice: “Me gustaba leer cuentos; de Bogotá recuerdo que Manuel y María me premiaban, cuando hacía algo muy bien, llevándome a una librería para que escogiera los libros que quisiera”.
Evocar esos momentos hace que su rostro resplandezca, son instantes de felicidad, tiempos hermosos, de sueños y libertad. Su gran amiga Ruth Mosquera nos aporta algunos datos sobre este particular. La vida de Edelma estuvo impregnada de sucesos dolorosos por la artritis reumatoidea que padeció, enfermedad que sufrió a temprana edad, la que no le impidió dejarnos un valioso legado cultural como herencia.
Edelma murió a los 56 años, en Valledupar. Luchó durante muchos años contra una enfermedad crónica. ‘Una mujer de instintos guerreros’, fue el último reportaje sobre ella, en Vanguardia de Valledupar, el 29 de agosto. Publicado por este diario como un homenaje, quienes antes habían publicado su testimonio ‘Mientras agonizo’.
Mientras tanto desde Madrid, la poeta afro uruguaya Cristina Rodríguez Cabral clausura el II Congreso Internacional de Estudios Literarios Hispano africanos, recitando el poema ‘Frida’ de Edelma. Escritores y críticos literarios de varios países del mundo le tributaban un homenaje. Presente allí, Jaime Arocha grababa entusiasmado para darle tan agradable sorpresa a Edelma. Nos dice: “Qué iba a imaginar que el pasado viernes los versos finales de esta recitación fueran a cumplirse: ‘Pies para qué los quiero/ Si tengo alas para volar/ Espero alegre la salida/ Espero no volver más…” (Edelma).
No dejes de leer: Elder Dayán Díaz y Rolando Ochoa, ganadores de los Premios Luna 2020
Hacía mucho tiempo se venía señalando la falta de representación de la voz femenina en el campo de la literatura afrocolombiana. Alaix de Valencia responde a esta necesidad al incluir selecciones de tres poetisas que en sus obras acuden a formas tanto tradicionales como innovadoras, para presentar temas que las articulan a sus contrapartes masculinas pero que a la vez hablan, en algunos casos, desde la perspectiva particular de la mujer negra o triétnica.
María Teresa Ramírez (Corinto, 1944), por ejemplo, cultiva formas literarias y la repetición para contar temas como la religiosidad y la discriminación. Mary Grueso Romero (Guapi, 1947) se distingue por la representación de los juegos fonéticos y lingüísticos que caracterizan a las voces populares de la gente del Pacífico. Finalmente se ofrecen algunos poemas de la obra inédita de Edelma Zapata Pérez para quien sus poemas “son la voz interior que me habla del hombre, de sus soledades, de su deshumanización, luz y oscuridad”.
Los estudios de la literatura afrocolombiana han cobrado más visibilidad en los últimos años gracias a que en el país se reconoce cada vez más la aptitud triétnica de la identidad nacional y en varios sectores comienzan a surgir más investigaciones y más apoyo en este campo.
‘La palabra poética del afrocolombiano’ de Hortensia Alaix de Valencia es un buen ejemplo de lo anterior, ya que gracias a trabajos como este, el investigador, el profesor y el estudiante de la literatura colombiana, pueden ahora tener acceso a un corpus que comprende las propuestas poéticas de escritores afrocolombianos. Esta antología ofrece, por un lado, ejemplos de selecciones poéticas de escritores ya conocidos, pero todavía poco estudiados, y, por otro, varios autores poco conocidos y aun no publicados.
Por: Giomar Luía Guerra Bonilla.
Edelma murió a los 56 años, en Valledupar. Luchó durante muchos años contra una enfermedad crónica. ‘Una mujer de instintos guerreros’, fue el último reportaje sobre ella, en Vanguardia de Valledupar, el 29 de agosto. Publicado por este diario como un homenaje, quienes antes habían publicado su testimonio ‘Mientras agonizo’.
“Vengo de miedos ancestrales,
Símbolos metálicos me aprisionan”.
(Edelma Zapata, ‘Ritual con mi sombra’.
(Editorial El Astillero – 1999)
La poetisa y ensayista Edelma Zapata Pérez nace en La Paz, Cesar, de la unión del médico, escritor y antropólogo Manuel Zapata Olivella y Edelma Pérez. Donde su padre además de hacer el año rural como médico, llega a esta población tras las huellas de su parentela por el lado materno, Edelmira Olivella. Es su primo, don Pedro Olivella Araujo, quien lo recibe. Lo aloja en su casa, le organiza el consultorio y lo relaciona con parientes y amigos. Allí se da el encuentro de tres notables amigos: Rafael Escalona, Gabriel García Márquez y él.
Lee también: La mujer y el paternalismo en el pilón de Los Embarradores de Riohacha
A Edelma Zapata su padre la lleva a Bogotá, pasa entonces de los cuidados de su madre María Pérez de Canales, a los de la española Rosa María Bosch, esposa del escritor Zapata Olivella, quien cuidó de ella y de su hermana Harlem como si fueran sus hijas. Crecen con el calor de hogar brindado por su padre, quien daba todo por sus hijas.
Es así como Edelma le heredó el amor por la lectura y el arte de la creación literaria. Estudió antropología, literatura y lingüística. Trabajó el tema de la cultura popular y la tradición oral para la Fundación Colombiana de Investigaciones Folclóricas, y dirigió los programas Identidad Colombiana y Afrocolombiana a través de la Radiodifusora Nacional.
En 1999 publicó un libro de poemas: ‘Ritual con mi sombra’, en cuyo prólogo escrito por la poetisa Meira del Mar leemos: “Las primeras palabras de Edelma anuncian el tono de su obra, son las mencionadas en el epígrafe: ‘Vengo de miedos ancestrales y símbolos metálicos me aprisionan’. Con ello manifiesta su viva vocación poética, alimentada desde siempre por sus ancestros, con una clara intención de justicia social e identidad étnica”. Deja dos obras inéditas: ‘La otra cara de la luna’ y ‘Rumores de melancolía’.
Esa tarde en La Paz al lado de su madre y su amiga evoca recuerdos de su infancia, cuando debían llamarla una y otra vez para que soltara por un momento los libros y se sentara a la mesa a cenar. Dice: “Me gustaba leer cuentos; de Bogotá recuerdo que Manuel y María me premiaban, cuando hacía algo muy bien, llevándome a una librería para que escogiera los libros que quisiera”.
Evocar esos momentos hace que su rostro resplandezca, son instantes de felicidad, tiempos hermosos, de sueños y libertad. Su gran amiga Ruth Mosquera nos aporta algunos datos sobre este particular. La vida de Edelma estuvo impregnada de sucesos dolorosos por la artritis reumatoidea que padeció, enfermedad que sufrió a temprana edad, la que no le impidió dejarnos un valioso legado cultural como herencia.
Edelma murió a los 56 años, en Valledupar. Luchó durante muchos años contra una enfermedad crónica. ‘Una mujer de instintos guerreros’, fue el último reportaje sobre ella, en Vanguardia de Valledupar, el 29 de agosto. Publicado por este diario como un homenaje, quienes antes habían publicado su testimonio ‘Mientras agonizo’.
Mientras tanto desde Madrid, la poeta afro uruguaya Cristina Rodríguez Cabral clausura el II Congreso Internacional de Estudios Literarios Hispano africanos, recitando el poema ‘Frida’ de Edelma. Escritores y críticos literarios de varios países del mundo le tributaban un homenaje. Presente allí, Jaime Arocha grababa entusiasmado para darle tan agradable sorpresa a Edelma. Nos dice: “Qué iba a imaginar que el pasado viernes los versos finales de esta recitación fueran a cumplirse: ‘Pies para qué los quiero/ Si tengo alas para volar/ Espero alegre la salida/ Espero no volver más…” (Edelma).
No dejes de leer: Elder Dayán Díaz y Rolando Ochoa, ganadores de los Premios Luna 2020
Hacía mucho tiempo se venía señalando la falta de representación de la voz femenina en el campo de la literatura afrocolombiana. Alaix de Valencia responde a esta necesidad al incluir selecciones de tres poetisas que en sus obras acuden a formas tanto tradicionales como innovadoras, para presentar temas que las articulan a sus contrapartes masculinas pero que a la vez hablan, en algunos casos, desde la perspectiva particular de la mujer negra o triétnica.
María Teresa Ramírez (Corinto, 1944), por ejemplo, cultiva formas literarias y la repetición para contar temas como la religiosidad y la discriminación. Mary Grueso Romero (Guapi, 1947) se distingue por la representación de los juegos fonéticos y lingüísticos que caracterizan a las voces populares de la gente del Pacífico. Finalmente se ofrecen algunos poemas de la obra inédita de Edelma Zapata Pérez para quien sus poemas “son la voz interior que me habla del hombre, de sus soledades, de su deshumanización, luz y oscuridad”.
Los estudios de la literatura afrocolombiana han cobrado más visibilidad en los últimos años gracias a que en el país se reconoce cada vez más la aptitud triétnica de la identidad nacional y en varios sectores comienzan a surgir más investigaciones y más apoyo en este campo.
‘La palabra poética del afrocolombiano’ de Hortensia Alaix de Valencia es un buen ejemplo de lo anterior, ya que gracias a trabajos como este, el investigador, el profesor y el estudiante de la literatura colombiana, pueden ahora tener acceso a un corpus que comprende las propuestas poéticas de escritores afrocolombianos. Esta antología ofrece, por un lado, ejemplos de selecciones poéticas de escritores ya conocidos, pero todavía poco estudiados, y, por otro, varios autores poco conocidos y aun no publicados.
Por: Giomar Luía Guerra Bonilla.