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Visión vs. mediocridad

A principios del siglo XIX, los agricultores del Estado de Alabama (EE. UU.) enfrentaron una crisis devastadora en sus cultivos de algodón. El picudo, un pequeño insecto proveniente de Suramérica, comenzó a propagarse rápidamente por la región, destruyendo gran parte de la producción.

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A principios del siglo XIX, los agricultores del Estado de Alabama (EE. UU.) enfrentaron una crisis devastadora en sus cultivos de algodón. El picudo, un pequeño insecto proveniente de Suramérica, comenzó a propagarse rápidamente por la región, destruyendo gran parte de la producción.

Los productores intentaron todo para eliminar la plaga. Utilizaron pesticidas, recurrieron a diferentes productos químicos e incluso ensayaron fórmulas caseras con la esperanza de erradicar el insecto. Sin embargo, nada funcionó. La frustración se apoderó de ellos; su principal fuente de sustento desaparecía ante sus ojos sin poder hacer nada.

La desilusión era profunda; muchos pensaron que todo estaba perdido. Fue entonces cuando, en medio de ese panorama sombrío, uno de los agricultores tuvo una creativa idea: propuso dejar de cultivar algodón y comenzar a sembrar maní. Al principio, los demás reaccionaron con escepticismo. Algunos incluso se burlaron diciendo que no se podía vivir del maní, pero tras insistir, logró convencerlos de intentarlo. Esa nueva siembra prosperó de manera impresionante. A escasos meses, las ganancias superaron con creces lo que solían ganar en todo un año con el algodón. El cambio fue tan impactante que, incluso cuando la plaga desapareció, muchos no volvieron al algodón y se dedicaron por completo al cultivo de maní. Con el tiempo, Alabama se convirtió en uno de los mayores productores de maní del mundo.

Esta historia nos enseña que muchas veces lo que consideramos una pérdida puede ser en realidad la puerta hacia algo mayor. El picudo no llegó a destruir a los agricultores de Alabama, sino a redirigirlos hacia una mejor alternativa de agronegocio. Es lo que deben hacer muchos agricultores de arroz, maíz, papa, yuca y otros cultivos, que año tras año sufren enormes pérdidas por repetir errores. Agricultores que no quieren asumir como suyas la responsabilidad de corregir sus ineficiencias y de ser protagonistas de la solución, en vez de seguir mendigando al gobierno ayudas, subsidios y condonaciones.

¿Cuántas pérdidas más deben soportar los agricultores de la Mojana o de las “Dignidades Agropecuarias”, por ejemplo, para encontrar alternativas rentables de explotación agrícola? El Estado no debe seguir resolviendo los problemas de ineficiencia productiva a agricultores que siembran donde no existen ventajas absolutas de humedad, temperatura, altura, agua y luminosidad. Tampoco debe ser cómplice de agremiaciones que permiten siembras con semillas de costal contaminadas con patógenos, sin test de germinación, sin regulación de sembradoras, sin control de malezas, sin fertilización ni rotación de cultivos.

Al igual que en Alabama, los destacados logros del agro colombiano ocurrieron más por el empuje de agricultores visionarios del sector privado que por el intervencionismo estatal perpetuador de dependencia. En vez de maldecir la oscuridad, prendieron una vela.

Por: Indalecio Dangond.

Consultor en crédito de fomento agroindustrial

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