Frase premonitoria del recién fallecido compositor vallenato Wilson Rafael Sánchez Molina, consignada en una de sus más famosas canciones, compuesta a un popular personaje del Valle, ‘El buey mariposo’, conocido así por sus pintas caratosas en la piel, características propias de la gente raizal del viejo Valledupar. Y razón tenía Sánchez Molina, al afirmar que […]
Frase premonitoria del recién fallecido compositor vallenato Wilson Rafael Sánchez Molina, consignada en una de sus más famosas canciones, compuesta a un popular personaje del Valle, ‘El buey mariposo’, conocido así por sus pintas caratosas en la piel, características propias de la gente raizal del viejo Valledupar.
Y razón tenía Sánchez Molina, al afirmar que esas vainas no deberían suceder, ni aquí ni en el resto de Macondo, jamás imaginó que su propia expresión lapidaria de la canción le fuese aplicada al final de su vida, al fallecer a los 82 años por la paquidermia estatal o privada, lo dejaron agonizar y morir, como siempre ha ocurrido con la gente de la cultura de esta región, ante la falta de asistencia médica en un centro clínico.
Con este gesto de incompetencia, las entidades representativas de nuestra máxima expresión cultural, nuevamente están demostrando, como ha ocurrido sistemáticamente en el tiempo, el desconocimiento, la indiferencia absoluta, total, del aporte musical, puro y elemental de más de 60 años que este grandioso y además extrovertido y alegre personaje hizo en favor de la música del Valle de los reyes.
En 1963, él, junto con el acordeonero Ovidio Granados, el cantante Miguel Janeth, el compositor Luciano Gullo Fragoso, y el legendario cajero Cirino Castilla, fundaron una de las agrupaciones de más raigambre musical vallenata ‘Los Playoneros del Cesar.
El canto de Wilson Rafael Sánchez Molina encantó a todos, se convirtió en la figura estrella de la agrupación, sus canciones comenzaron a oírse desde la irrupción de ‘Los Playoneros del Cesar’.
Graban su primer álbum en Medellín, en el sello discográfico Sonolux, el productor Hernán Restrepo Duque le sugirió incluir como elemento adicional el saxofón de un músico cubano que merodeaba por el estudio y acompañar el acordeón de Ovidio, así sucedió y ‘Penas negras’ se constituyó en uno de los primeros éxitos de la carrera de ‘Wicho’.
Su agrupación fue bautizada ‘Los Playoneros’ en las fiestas del mar de Santa Marta en Radio Magdalena. Fue de los primeros artistas colombianos en grabar en uno de los sellos musicales más prestigiosos del mundo RCA Víctor.
Sánchez Molina era bohemio, descomplicado, para cada situación de su vivir tuvo una canción, la más famosa, producto de una frustrada relación amorosa con una alegre dama carnavalera, engalanada con un capuchón en los extintos carnavales vallenatos.
La bailarina al final de la faena, se fugó de los brazos del galán quien quedó como dice en su canción ‘La banda borracha’: “de arriba abajo/ de abajo arriba”.
En ese momento, jamás sospechó que había compuesto una de las canciones más famosas de la historia de la música colombiana, sus múltiples versiones discográficas y cinematográficas así lo atestiguan, sus regalías por ejecución nunca llegaron.
Rafael Sánchez siguió los pasos de Alberto Fernández, primer cantante de vallenato que grabó sin ser acordeonero o guitarrista, lo hizo al lado de una generación inolvidable: Pedro García, Isaac Carrillo, Leandro Díaz, entre muchos que intentaron, después llegaron Oñate, Zuleta, Orozco, Diomedes, quienes grabaron sus canciones.
Por Celso Guerra Gutiérrez
Frase premonitoria del recién fallecido compositor vallenato Wilson Rafael Sánchez Molina, consignada en una de sus más famosas canciones, compuesta a un popular personaje del Valle, ‘El buey mariposo’, conocido así por sus pintas caratosas en la piel, características propias de la gente raizal del viejo Valledupar. Y razón tenía Sánchez Molina, al afirmar que […]
Frase premonitoria del recién fallecido compositor vallenato Wilson Rafael Sánchez Molina, consignada en una de sus más famosas canciones, compuesta a un popular personaje del Valle, ‘El buey mariposo’, conocido así por sus pintas caratosas en la piel, características propias de la gente raizal del viejo Valledupar.
Y razón tenía Sánchez Molina, al afirmar que esas vainas no deberían suceder, ni aquí ni en el resto de Macondo, jamás imaginó que su propia expresión lapidaria de la canción le fuese aplicada al final de su vida, al fallecer a los 82 años por la paquidermia estatal o privada, lo dejaron agonizar y morir, como siempre ha ocurrido con la gente de la cultura de esta región, ante la falta de asistencia médica en un centro clínico.
Con este gesto de incompetencia, las entidades representativas de nuestra máxima expresión cultural, nuevamente están demostrando, como ha ocurrido sistemáticamente en el tiempo, el desconocimiento, la indiferencia absoluta, total, del aporte musical, puro y elemental de más de 60 años que este grandioso y además extrovertido y alegre personaje hizo en favor de la música del Valle de los reyes.
En 1963, él, junto con el acordeonero Ovidio Granados, el cantante Miguel Janeth, el compositor Luciano Gullo Fragoso, y el legendario cajero Cirino Castilla, fundaron una de las agrupaciones de más raigambre musical vallenata ‘Los Playoneros del Cesar.
El canto de Wilson Rafael Sánchez Molina encantó a todos, se convirtió en la figura estrella de la agrupación, sus canciones comenzaron a oírse desde la irrupción de ‘Los Playoneros del Cesar’.
Graban su primer álbum en Medellín, en el sello discográfico Sonolux, el productor Hernán Restrepo Duque le sugirió incluir como elemento adicional el saxofón de un músico cubano que merodeaba por el estudio y acompañar el acordeón de Ovidio, así sucedió y ‘Penas negras’ se constituyó en uno de los primeros éxitos de la carrera de ‘Wicho’.
Su agrupación fue bautizada ‘Los Playoneros’ en las fiestas del mar de Santa Marta en Radio Magdalena. Fue de los primeros artistas colombianos en grabar en uno de los sellos musicales más prestigiosos del mundo RCA Víctor.
Sánchez Molina era bohemio, descomplicado, para cada situación de su vivir tuvo una canción, la más famosa, producto de una frustrada relación amorosa con una alegre dama carnavalera, engalanada con un capuchón en los extintos carnavales vallenatos.
La bailarina al final de la faena, se fugó de los brazos del galán quien quedó como dice en su canción ‘La banda borracha’: “de arriba abajo/ de abajo arriba”.
En ese momento, jamás sospechó que había compuesto una de las canciones más famosas de la historia de la música colombiana, sus múltiples versiones discográficas y cinematográficas así lo atestiguan, sus regalías por ejecución nunca llegaron.
Rafael Sánchez siguió los pasos de Alberto Fernández, primer cantante de vallenato que grabó sin ser acordeonero o guitarrista, lo hizo al lado de una generación inolvidable: Pedro García, Isaac Carrillo, Leandro Díaz, entre muchos que intentaron, después llegaron Oñate, Zuleta, Orozco, Diomedes, quienes grabaron sus canciones.
Por Celso Guerra Gutiérrez