“Yo llegué a la universidad en la época de oro de la Universidad Nacional y en eso tuve los profesores más selectos del país, Carlos Lleras Restrepo, Alfonso López Michelsen y Eduardo y Alberto Zuleta Ángel”, expresa el exgobernador.
Cuando en días pasados, la rectora de la Universidad Nacional de Colombia, Dolly Montoya, manifestaba que “es urgente invertir en la juventud a través de priorización de recursos, políticas de fomentos a la educación a lo largo de la vida y condiciones u oportunidades para la inserción de los jóvenes en la educación y el mercado laboral”, le estaba dando en el punto a necesidades que particularmente en el Cesar y en Valledupar sí que deben mirarse con urgencia y priorizarse a partir de políticas públicas planeadas y con disposición de recursos públicos.
En palabras de la rectora Montoya, “los jóvenes son dinamizadores de las transformaciones sociales”, esa visión, expresada con palabras distintas es la que tuvo presente Alfonso Araújo Cotes, cuando con más de 90 años de edad asumió la tarea de presidir una veeduría ciudadana al entonces proyecto de construcción y dotación del campus Cesar de la Universidad Nacional de Colombia, ubicado en el municipio de La Paz.
Ese proyecto en sus antecedentes tuvo la presencia de Araújo Cotes y en su ejecución su decidida participación, su liderazgo y su capacidad logrando evitar que la obra quedara inconclusa y se llevara a feliz término la ejecución de la primera fase de la misma.
Aunque la sede de la UNAL de La Paz es un logro que se obtuvo con la participación de muchos cesarenses, de los medios de comunicación de Valledupar y del Cesar y de distintas administraciones públicas del departamento y del municipio de La Paz, en el momento realmente crítico como fue la ejecución de las obras de la primera fase de la sede, la presencia de Araújo Cotes fue determinante; lo cual hace justo el reconocimiento especial que le hizo el Consejo de Sede de la UNAL de La Paz, este viernes 11 de noviembre.
Alfonso Araújo Cotes en la actualidad es consejero de la sede de la UNAL de La Paz y en su juventud cursó estudios universitarios en la sede principal de esa universidad en Bogotá. Un hombre agradecido con sus padres Lázaro Araújo y Rosario Cotes quienes como él dice “sin plata”, se preocuparon para que se educara y se hiciera un profesional, de quienes dice que “todos sus esfuerzos fueron siempre pensando en que él se educara”. También un hombre agradecido con su esposa Leonor Baute de quien dice que “si la hubiera buscado, no la hubiera conseguido mejor”
A propósito de ese reconocimiento se realizó esta entrevista con Alfonso Araújo Cotes.
En el año de 1949 terminé mis estudios en la facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia; de igual manera en el año de 1951 hice una especialización en la Nacional en derecho laboral.
Yo llegué a la universidad en la época de oro de la Universidad Nacional y en eso tuve los profesores más selectos del país, Carlos Lleras Restrepo, Alfonso López Michelsen y Eduardo y Alberto Zuleta Ángel, entre otros, los más destacados intelectuales de Bogotá.
Ya recién graduado de abogado, me vine a ejercer mi profesión en Valledupar, donde encontré el cupo totalmente copado con abogados que tenían la clientela que yo no tenía y por lo tanto me iba a morir de hambre. En ese momento la Universidad Nacional abrió la especialización de derecho laboral y se me ocurrió hacerla, debido a que, en el Instituto de Derecho del Trabajo, me dijeron que en Valledupar había clientela en pila, ya que los ricos en Valledupar nunca habían pagado prestaciones; monté oficina y me fue muy bien, tanto que al poco tiempo se me abrieron las agallas y tuve que buscar un segundo abogado para que trabajara conmigo, por qué no me alcanzaba el tiempo.
Después nos entró la vainita a un grupo de jóvenes profesionales del Cesar y vino la política. La política me quitó tiempo, me alejé del ejercicio de mi profesión, no alcanzaba a trabajar las dos cosas, me metí totalmente a la política.
Gracias a los estudios de derecho en mi universidad y a la especialización que hice, me fue bien como abogado y después esas bases me sirvieron en mi vida pública.
Yo, con un grupo de personas y varios dirigentes importantes de aquí teníamos interés que la universidad se hiciera, entre otros, Rodolfo Quintero Romero y Ciro Quiroz Otero.
La plata se estaba esfumando y las obras no se estaban haciendo, vino en una gira el doctor Edgardo Maya Villazón (Para ese momento Contralor General de la República), interesado por la obra, y como él tiene un alto aprecio sobre mi, cree que yo soy un hombre importante, me dijo venga acá yo necesito que usted acepte la veeduría con un grupo de profesionales que lo van a acompañar. Ese grupo de profesionales fueron Ernesto Altahona Suarez, Gustavo Gnecco Oñate, Hernán Cabello Vega, Emilio Araos Solano y Francisco Fuentes Acosta, especialistas en obras.
Yo los puse a que todas las semanas me dieran un informe, del trabajo de la semana me daban un informe; yo los interrogaba y todas las semanas nos reuníamos para ver cómo iba el trabajo. Yo me apersoné de la cosa con este grupo y a todo el mundo lo puse en su puesto y la plata se logró recuperar, para terminar la primera etapa de la universidad. Logramos agua que no se tenía (Un pozo profundo) y otras cosas importantes que eran requerimientos indispensables para que funcionara la universidad.
La obra de construcción se hizo debido a que la plata se rescató, yo me apersoné de eso con mucho entusiasmo y calor, ese fue mi aporte.
Como se necesitaba hacer la segunda etapa, también participamos para que se obtuvieran los recursos. En el año 2024 que yo cumplo 100 años la universidad va a tener 3.700 alumnos y todas las obras civiles van a estar completas.
Agradezco al consejo de la sede de La Paz (Universidad Nacional de Colombia) y a la vicerrectora de la sede el reconocimiento, mi señora, mis hijos y toda mi familia también lo agradecen. Me llena de orgullo y satisfacción pensar que los muchachos de la gente nuestra, la gente pobre, la gente que no tiene recursos y la clase media que estudian en nuestra sede de la Universidad Nacional, en los próximos años lograran la finalidad fundamental de mejorar el nivel cultural e intelectual de la región.
Uno tiene afectos especiales con su pueblo, a pesar de que uno es cercano y amigo de todos los pueblos y de todas las comunidades, uno tiene su cariñito aparte con su pueblo. Yo fui uno de los que insistí a la administración departamental que el terreno donde está la sede se buscara en La Paz, mi pueblo. Una de las personas que en ese momento más me acompañó fue el doctor Aníbal Martínez Zuleta.
Agrego que mi patria chica, La Paz, por cercanía puede ser un importante núcleo para estudiantes bachilleres egresados no solo de La Paz, también de Manaure, San Diego, Codazzi, el resto del Cesar y hasta del mismo sur de La Guajira donde los pocos recursos de la población mostraban la necesidad de una sede de una universidad pública que fuera nacional. Lógicamente también Valledupar.
Una universidad que es para toda la región, no solo para el Cesar, la primera sede de la Universidad en la región Caribe colombiana (Continental).
La sede de la universidad debe vincularse más a la sociedad civil; debe lograr una mayor integración con la sociedad cesarense.
Mi preocupación reside en que las universidades están muy lejos de la comunidad, la falta de coordinación y de vinculación con la gente; es necesario hacer un impulso para que se integren todos los sectores de la sociedad a nuestras universidades.
Considero que deben generar estudios e investigaciones que permitan mejorar el nivel cultural y económico de nuestra región. Las universidades con presencia en Valledupar y en el Cesar deben tener presente que una región aislada como la nuestra, solo es posible cambiarla, si se logra un impulso tremendo en la educación.
POR JOSÉ ANTONIO SOTO MURGAS/ESPECIAL PARA EL PILÓN
“Yo llegué a la universidad en la época de oro de la Universidad Nacional y en eso tuve los profesores más selectos del país, Carlos Lleras Restrepo, Alfonso López Michelsen y Eduardo y Alberto Zuleta Ángel”, expresa el exgobernador.
Cuando en días pasados, la rectora de la Universidad Nacional de Colombia, Dolly Montoya, manifestaba que “es urgente invertir en la juventud a través de priorización de recursos, políticas de fomentos a la educación a lo largo de la vida y condiciones u oportunidades para la inserción de los jóvenes en la educación y el mercado laboral”, le estaba dando en el punto a necesidades que particularmente en el Cesar y en Valledupar sí que deben mirarse con urgencia y priorizarse a partir de políticas públicas planeadas y con disposición de recursos públicos.
En palabras de la rectora Montoya, “los jóvenes son dinamizadores de las transformaciones sociales”, esa visión, expresada con palabras distintas es la que tuvo presente Alfonso Araújo Cotes, cuando con más de 90 años de edad asumió la tarea de presidir una veeduría ciudadana al entonces proyecto de construcción y dotación del campus Cesar de la Universidad Nacional de Colombia, ubicado en el municipio de La Paz.
Ese proyecto en sus antecedentes tuvo la presencia de Araújo Cotes y en su ejecución su decidida participación, su liderazgo y su capacidad logrando evitar que la obra quedara inconclusa y se llevara a feliz término la ejecución de la primera fase de la misma.
Aunque la sede de la UNAL de La Paz es un logro que se obtuvo con la participación de muchos cesarenses, de los medios de comunicación de Valledupar y del Cesar y de distintas administraciones públicas del departamento y del municipio de La Paz, en el momento realmente crítico como fue la ejecución de las obras de la primera fase de la sede, la presencia de Araújo Cotes fue determinante; lo cual hace justo el reconocimiento especial que le hizo el Consejo de Sede de la UNAL de La Paz, este viernes 11 de noviembre.
Alfonso Araújo Cotes en la actualidad es consejero de la sede de la UNAL de La Paz y en su juventud cursó estudios universitarios en la sede principal de esa universidad en Bogotá. Un hombre agradecido con sus padres Lázaro Araújo y Rosario Cotes quienes como él dice “sin plata”, se preocuparon para que se educara y se hiciera un profesional, de quienes dice que “todos sus esfuerzos fueron siempre pensando en que él se educara”. También un hombre agradecido con su esposa Leonor Baute de quien dice que “si la hubiera buscado, no la hubiera conseguido mejor”
A propósito de ese reconocimiento se realizó esta entrevista con Alfonso Araújo Cotes.
En el año de 1949 terminé mis estudios en la facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia; de igual manera en el año de 1951 hice una especialización en la Nacional en derecho laboral.
Yo llegué a la universidad en la época de oro de la Universidad Nacional y en eso tuve los profesores más selectos del país, Carlos Lleras Restrepo, Alfonso López Michelsen y Eduardo y Alberto Zuleta Ángel, entre otros, los más destacados intelectuales de Bogotá.
Ya recién graduado de abogado, me vine a ejercer mi profesión en Valledupar, donde encontré el cupo totalmente copado con abogados que tenían la clientela que yo no tenía y por lo tanto me iba a morir de hambre. En ese momento la Universidad Nacional abrió la especialización de derecho laboral y se me ocurrió hacerla, debido a que, en el Instituto de Derecho del Trabajo, me dijeron que en Valledupar había clientela en pila, ya que los ricos en Valledupar nunca habían pagado prestaciones; monté oficina y me fue muy bien, tanto que al poco tiempo se me abrieron las agallas y tuve que buscar un segundo abogado para que trabajara conmigo, por qué no me alcanzaba el tiempo.
Después nos entró la vainita a un grupo de jóvenes profesionales del Cesar y vino la política. La política me quitó tiempo, me alejé del ejercicio de mi profesión, no alcanzaba a trabajar las dos cosas, me metí totalmente a la política.
Gracias a los estudios de derecho en mi universidad y a la especialización que hice, me fue bien como abogado y después esas bases me sirvieron en mi vida pública.
Yo, con un grupo de personas y varios dirigentes importantes de aquí teníamos interés que la universidad se hiciera, entre otros, Rodolfo Quintero Romero y Ciro Quiroz Otero.
La plata se estaba esfumando y las obras no se estaban haciendo, vino en una gira el doctor Edgardo Maya Villazón (Para ese momento Contralor General de la República), interesado por la obra, y como él tiene un alto aprecio sobre mi, cree que yo soy un hombre importante, me dijo venga acá yo necesito que usted acepte la veeduría con un grupo de profesionales que lo van a acompañar. Ese grupo de profesionales fueron Ernesto Altahona Suarez, Gustavo Gnecco Oñate, Hernán Cabello Vega, Emilio Araos Solano y Francisco Fuentes Acosta, especialistas en obras.
Yo los puse a que todas las semanas me dieran un informe, del trabajo de la semana me daban un informe; yo los interrogaba y todas las semanas nos reuníamos para ver cómo iba el trabajo. Yo me apersoné de la cosa con este grupo y a todo el mundo lo puse en su puesto y la plata se logró recuperar, para terminar la primera etapa de la universidad. Logramos agua que no se tenía (Un pozo profundo) y otras cosas importantes que eran requerimientos indispensables para que funcionara la universidad.
La obra de construcción se hizo debido a que la plata se rescató, yo me apersoné de eso con mucho entusiasmo y calor, ese fue mi aporte.
Como se necesitaba hacer la segunda etapa, también participamos para que se obtuvieran los recursos. En el año 2024 que yo cumplo 100 años la universidad va a tener 3.700 alumnos y todas las obras civiles van a estar completas.
Agradezco al consejo de la sede de La Paz (Universidad Nacional de Colombia) y a la vicerrectora de la sede el reconocimiento, mi señora, mis hijos y toda mi familia también lo agradecen. Me llena de orgullo y satisfacción pensar que los muchachos de la gente nuestra, la gente pobre, la gente que no tiene recursos y la clase media que estudian en nuestra sede de la Universidad Nacional, en los próximos años lograran la finalidad fundamental de mejorar el nivel cultural e intelectual de la región.
Uno tiene afectos especiales con su pueblo, a pesar de que uno es cercano y amigo de todos los pueblos y de todas las comunidades, uno tiene su cariñito aparte con su pueblo. Yo fui uno de los que insistí a la administración departamental que el terreno donde está la sede se buscara en La Paz, mi pueblo. Una de las personas que en ese momento más me acompañó fue el doctor Aníbal Martínez Zuleta.
Agrego que mi patria chica, La Paz, por cercanía puede ser un importante núcleo para estudiantes bachilleres egresados no solo de La Paz, también de Manaure, San Diego, Codazzi, el resto del Cesar y hasta del mismo sur de La Guajira donde los pocos recursos de la población mostraban la necesidad de una sede de una universidad pública que fuera nacional. Lógicamente también Valledupar.
Una universidad que es para toda la región, no solo para el Cesar, la primera sede de la Universidad en la región Caribe colombiana (Continental).
La sede de la universidad debe vincularse más a la sociedad civil; debe lograr una mayor integración con la sociedad cesarense.
Mi preocupación reside en que las universidades están muy lejos de la comunidad, la falta de coordinación y de vinculación con la gente; es necesario hacer un impulso para que se integren todos los sectores de la sociedad a nuestras universidades.
Considero que deben generar estudios e investigaciones que permitan mejorar el nivel cultural y económico de nuestra región. Las universidades con presencia en Valledupar y en el Cesar deben tener presente que una región aislada como la nuestra, solo es posible cambiarla, si se logra un impulso tremendo en la educación.
POR JOSÉ ANTONIO SOTO MURGAS/ESPECIAL PARA EL PILÓN