Este método tripartito terminaría influyendo a sacerdotes como Camilo Torres Restrepo en Colombia y a Ernesto Cardenal en Nicaragüa y a teólogos como el brasileño Hugo Assmann, importante teórico de la teología de la liberación en América Latina luego del CVII.
Actualmente el mundo entero, ya sea porque quiere, ya sea porque le toca, vuelve sus ojos a los árabes una vez más por el conflicto entre Palestina e Israel. Como en toda historia mal contada hay enemigos que creemos nuestros amigos y viceversa: la posverdad reinante de los medios de comunicación dominantes muestra a los buenos como los perversos y a los malos como los santos. Para conocer de manera objetiva la historia y el contexto de fondo de esta conflagración bélica en medioriente (y de otras en la región) es necesario un vasto estudio que debe hacerse en otro tiempo y espacio; aquí nos dedicaremos a comentar sólo una cuestión del ámbito árabe, precisamente concerniente con la práctica religiosa del islám, que se refiere a la yihad.
En la sharia (ley islámica, regida por el Corán) uno de sus fundamentos más importantes es la yihad, que básicamente es la lucha por la causa de Dios. “Yihad” es una palabra árabe que se deriva etimológicamente del verbo yahada, que significa “esforzarse”, efectuar una labor especialmente difícil, hacer una actividad compleja, en una palabra: “luchar”. Para nuestra sorpresa, según los musulmanes el nombre completo es Yihad fi Sabililah, que traduce aproximadamente: “esfuerzo en el camino de Dios”.
En todo caso, la labor del yihadismo islámico es una labor compleja, de difícil realización, que en últimas instancias se ve arrastrada conceptual y de manera práctica, por conflictos geopolíticos, económicos y étnicos a una lucha armada por la reivindicación, por lo general, de un territorio, una idea de justicia o una determinada práctica religiosa sobre determinado territorio. Y es muy cierto que la guerra es realmente un esfuerzo, una empresa difícil y especialmente una lucha para quien la desarrolla y vive en carne propia.
Ahora bien, ha existido también, principalmente en latinoamérica, una versión cristiana de la yihad: la teología de la liberación. El cristianismo a nivel mundial en la década de los 60 sufre un cambio ideológico y metodológico que terminará incidiendo en el nacimiento de esta corriente; a través de la promulgación del Gaudium et Spes, el cual es el nombre de la Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II (CVII), mostró una manera distinta de enfocar teológicamente la realidad según el método tripartito “ver, juzgar, obrar”. Vemos entonces que quizá el cristianismo adoptó en su momento un principio marxista (la praxis) cuando se dice a sí mismo que debe ver, también juzgar, pero sobre todo obrar: actuar.
Este método tripartito terminaría influyendo a sacerdotes como Camilo Torres Restrepo en Colombia y a Ernesto Cardenal en Nicaragüa y a teólogos como el brasileño Hugo Assmann, importante teórico de la teología de la liberación en América Latina luego del CVII.
La persona, que es el centro de la realidad en todo tiempo y momento, según el Concilio Vaticano II, es la que “hay que salvar”. Es “la sociedad humana la que hay que renovar”; como es claro, la persona y la sociedad en la actualidad se encuentran en un estado deplorable (peor que en la década del 60) debido a los intereses egoístas y destructivos del modelo económico y de quienes manejan dicho modelo. Estas necesidades categóricas habrá entonces que solucionarlas a través del método tripartito (ver, juzgar, obrar) que obligatoriamente exige de quien lo practique un pensamiento crítico que termina, como en el caso de los sacerdotes mencionados ut supra y de los árabes palestinos en la Franja de Gaza, en Yemen, en Siria, Irán, Iraq y todo el medioriente, en una lucha armada por la transformación de la realidad y la reivindicación de derechos, costumbres y territorios.
En medioriente la idea de la yihad hace que musulmanes reivindiquen sus derechos y territorios a través de la lucha armada, como ocurre en nuestros territorios colombianos a través de la teología de la liberación, principalmente con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), grupo el cual hizo parte el cura Camilo Torres Restrepo, grupo que en su momento reivindicaba un ideal de liberación nacional y revolución política a través de ideales religiosos. En la práctica el ELN históricamente ha ido perdiendo su postura ideológica original, mutando a una estructura armada, más que todo dedicada al narcotráfico.
Es evidente entonces que Dios, o el concepto que se tiene de Dios en todos los hemisferios del mundo, obedece a un principio fundamentalmente de justicia, de reivindicación de derechos. Tanto la yihad árabe como la teología de la liberación coinciden en que se debe luchar, incluso llegando hasta el extremo bélico, para reivindicar ideas de justicia, de justicia social, de justicia ambiental, de territorio, de tradición y sobre todo de dignidad humana, la cual, según nuestra Constitución Política del 91 de manera retórica, es la base del Estado Social de Derecho que hoy gozamos democráticamente en nuestro país.
Por Andrés Cuadro
Este método tripartito terminaría influyendo a sacerdotes como Camilo Torres Restrepo en Colombia y a Ernesto Cardenal en Nicaragüa y a teólogos como el brasileño Hugo Assmann, importante teórico de la teología de la liberación en América Latina luego del CVII.
Actualmente el mundo entero, ya sea porque quiere, ya sea porque le toca, vuelve sus ojos a los árabes una vez más por el conflicto entre Palestina e Israel. Como en toda historia mal contada hay enemigos que creemos nuestros amigos y viceversa: la posverdad reinante de los medios de comunicación dominantes muestra a los buenos como los perversos y a los malos como los santos. Para conocer de manera objetiva la historia y el contexto de fondo de esta conflagración bélica en medioriente (y de otras en la región) es necesario un vasto estudio que debe hacerse en otro tiempo y espacio; aquí nos dedicaremos a comentar sólo una cuestión del ámbito árabe, precisamente concerniente con la práctica religiosa del islám, que se refiere a la yihad.
En la sharia (ley islámica, regida por el Corán) uno de sus fundamentos más importantes es la yihad, que básicamente es la lucha por la causa de Dios. “Yihad” es una palabra árabe que se deriva etimológicamente del verbo yahada, que significa “esforzarse”, efectuar una labor especialmente difícil, hacer una actividad compleja, en una palabra: “luchar”. Para nuestra sorpresa, según los musulmanes el nombre completo es Yihad fi Sabililah, que traduce aproximadamente: “esfuerzo en el camino de Dios”.
En todo caso, la labor del yihadismo islámico es una labor compleja, de difícil realización, que en últimas instancias se ve arrastrada conceptual y de manera práctica, por conflictos geopolíticos, económicos y étnicos a una lucha armada por la reivindicación, por lo general, de un territorio, una idea de justicia o una determinada práctica religiosa sobre determinado territorio. Y es muy cierto que la guerra es realmente un esfuerzo, una empresa difícil y especialmente una lucha para quien la desarrolla y vive en carne propia.
Ahora bien, ha existido también, principalmente en latinoamérica, una versión cristiana de la yihad: la teología de la liberación. El cristianismo a nivel mundial en la década de los 60 sufre un cambio ideológico y metodológico que terminará incidiendo en el nacimiento de esta corriente; a través de la promulgación del Gaudium et Spes, el cual es el nombre de la Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II (CVII), mostró una manera distinta de enfocar teológicamente la realidad según el método tripartito “ver, juzgar, obrar”. Vemos entonces que quizá el cristianismo adoptó en su momento un principio marxista (la praxis) cuando se dice a sí mismo que debe ver, también juzgar, pero sobre todo obrar: actuar.
Este método tripartito terminaría influyendo a sacerdotes como Camilo Torres Restrepo en Colombia y a Ernesto Cardenal en Nicaragüa y a teólogos como el brasileño Hugo Assmann, importante teórico de la teología de la liberación en América Latina luego del CVII.
La persona, que es el centro de la realidad en todo tiempo y momento, según el Concilio Vaticano II, es la que “hay que salvar”. Es “la sociedad humana la que hay que renovar”; como es claro, la persona y la sociedad en la actualidad se encuentran en un estado deplorable (peor que en la década del 60) debido a los intereses egoístas y destructivos del modelo económico y de quienes manejan dicho modelo. Estas necesidades categóricas habrá entonces que solucionarlas a través del método tripartito (ver, juzgar, obrar) que obligatoriamente exige de quien lo practique un pensamiento crítico que termina, como en el caso de los sacerdotes mencionados ut supra y de los árabes palestinos en la Franja de Gaza, en Yemen, en Siria, Irán, Iraq y todo el medioriente, en una lucha armada por la transformación de la realidad y la reivindicación de derechos, costumbres y territorios.
En medioriente la idea de la yihad hace que musulmanes reivindiquen sus derechos y territorios a través de la lucha armada, como ocurre en nuestros territorios colombianos a través de la teología de la liberación, principalmente con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), grupo el cual hizo parte el cura Camilo Torres Restrepo, grupo que en su momento reivindicaba un ideal de liberación nacional y revolución política a través de ideales religiosos. En la práctica el ELN históricamente ha ido perdiendo su postura ideológica original, mutando a una estructura armada, más que todo dedicada al narcotráfico.
Es evidente entonces que Dios, o el concepto que se tiene de Dios en todos los hemisferios del mundo, obedece a un principio fundamentalmente de justicia, de reivindicación de derechos. Tanto la yihad árabe como la teología de la liberación coinciden en que se debe luchar, incluso llegando hasta el extremo bélico, para reivindicar ideas de justicia, de justicia social, de justicia ambiental, de territorio, de tradición y sobre todo de dignidad humana, la cual, según nuestra Constitución Política del 91 de manera retórica, es la base del Estado Social de Derecho que hoy gozamos democráticamente en nuestro país.
Por Andrés Cuadro