“Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo librará el Señor” Salmos 34,19.
Es imperativo descubrir cómo transformar los problemas de nuestras vidas en provisiones de Dios. No nos gustan los problemas, pero ellos son la razón de todo crecimiento y mejora que hacemos, son la oportunidad de entrar en una nueva dimensión de logros.
Algunos problemas son externos y otros provocados por nosotros mismos: Dificultades económicas, quebrantos de salud, ruptura de relaciones, inconsistencias internas, ofensas hacia otros, conductas indeseables. En fin, hay problemas cuando se evaporan las esperanzas y mueren los sueños bajo el abrumador peso de la infelicidad.
Dios personaliza algunos de nuestros problemas para que podamos cumplir el propósito divino.
Son escalones hacia nuestro destino: José, tocó fondo en varios problemas, pero mantuvo la visión hasta descubrir el propósito de Dios en cada asunto. Moisés, fue expulsado de la realeza egipcia por un problema inesperado, luego se convirtió en la fuerza divina que libertó al pueblo.
Jacob, tuvo un problema con su hermano Esaú y esto le condujo a Betel, donde Dios le reveló su destino. Ester, confrontó un problema aterrador, eso hizo que acudiera delante del rey e intercediera por la liberación de su pueblo. Fue un problema abrumador con un gigante el que lanzó a David de ser un insignificante y joven pastor de ovejas a ser el poderoso rey de Israel.
Job, el patriarca, ante los problemas que le acogieron, exclamó: “Yo sé que mi redentor vive”.
Redentor es el que me redime, me rescata, el que paga el precio de mi libertad. Por eso creo que la historia de nuestras vidas puede parecer nublada, difícil de entender, pero podemos estar seguros que Dios tiene escrito un final feliz para nuestra historia.
Amado amigo lector, alguna vez te has preguntado: ¿Por qué me pasa esto a mí? Considera que Dios está en el asunto de forjar en nuestras vidas un carácter diferente para que en el futuro tengamos la capacidad de ayudar a otros que pasen por iguales circunstancias. Dios sabe por las dificultades que pasamos, el mundo no se acabará con eso, la vida no terminará con lo que nos está sucediendo, pero Dios si puede moldearnos y usarnos posteriormente para su gloria.
Dios nunca nos dejará caminar solos en los momentos de oscuridad, el viajará con nosotros hasta que vislumbremos la luz de la solución.
Tal vez lo que estemos pasando en estos momentos sea muy embarazoso o insoportable, cosas por las cuales jamás pensamos pasar, pero ahora estamos incursos en ellas; registremos que no estamos solos, porque Dios nunca nos dejará ni nos desamparará y cuando no percibimos su compañía es porque él está actuando en silencio a favor nuestro y el final de todo siempre será feliz.
Nuestros éxitos no se miden por la falta de problemas, sino por la capacidad de superarlos. Los contratiempos y desengaños son el resultado de los problemas que experimentamos.
Pero aun así, ¡hay vida después del fracaso! El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo. Los problemas son meramente obstáculos en el camino hacia la victoria.
Finalmente, debemos esperar problemas, pero no permitamos que se conviertan en obstáculos infranqueables que nos impidan avanzar en el camino hacia los planes sobrenaturales y los propósitos de Dios en nuestras vidas.
San pablo preguntaba: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? ¡Nada nos podrá separar del amor de Dios que es Cristo Jesús, Señor nuestro! Porque Cristo no vino a deshacer el sufrimiento, ni a dar explicaciones de los problemas y dificultades, sino que él vino a llenar nuestra agonía con su presencia y a traer libertad a los cautivos.
Fuerte abrazo y muchas bendiciones…












