Érase una vez, dos amigos que se encontraban en un campamento del colegio, decidieron caminar por el bosque después que levantaron sus carpas, los dos eran buenos amigos, siempre andaban juntos, de paseo por el bosque un amigo le pregunto al otro, de veras siempre serás mi amigo, y el otro le respondía, claro, siempre te voy apoyar en todo y el que se meta contigo se las verá conmigo, así como tú lo hiciste cuando aquel perro feroz me iba a morder.
Érase una vez un niño que creía que podía llegar a ser un gran inventor, en las clases de robótica de su colegio era el mejor, el profesor le decía que llegaría a ser un gran inventor y lo motivaba, sus compañeros del colegio no creían en el talento del niño y se burlaban de él.
En un pantano muy oscuro, tenebroso y deshabitado, se dice que quien iba allí nunca volvía. Las personas de esa zona les costaba pasar cerca, pues le tenía miedo.
En Caracolí, cinco hermanos que se querían mucho; tenían ¡súper poderes! Martín Elías, el mayor se tragaba el agua del mar. El segundo, llamado Cesarini, era sólido como el acero.
Armando, un niño inteligente y valiente, que salió una tarde de octubre, hacer un mandado en bicicleta al pueblo de Camperucho, al llegar a ´La Ye´, recordó se decía que salía un espanto con figura de mujer vestida de blanco, derramando sangre por los ojos.
Éramos felices… pues no éramos adinerados, mi esposa Lhea, una maravillosa mujer que me brindaba amor y, con mis dos hijos, Yorge y Lissa, vivíamos en un pueblo, porque hemos preferido el campo.
Pedro era un niño de 7 años que vivía con sus padres en un pequeño caserío afuera de la ciudad.
Un día de San Valentín, dos almas se anclaron en aquel sentimiento llenándolos de ilusión, Martí un chico de cabello castaño, sus ojos eran envidiados hasta por el sol, Diana una mujer hermosa de cabellos oscuros con una mirada sincera pero decaída ya que su antiguo amor lastimó su corazón.
En un ardiente pueblo del cesar crecía Matías, un niño de cara inocente, gustaba jugar canicas con sus amigos, soñaba con ver el festival, ya que recordaba que en abril montaba el burro de su padre andando por la calurosa sabana para llegar donde su abuelo, él que tenía un viejo radio casi obsoleto en el cual solía escuchar vallenato natural, pero al oír la emisora siempre escuchaba hablar de un festival.
En las lejanas tierras de Egipto vivía un faraón llamado Akil, era un rey humilde y adorado por todos; vivía en un inmenso palacio a orillas del rio Nilo, tenía un trono magnifico y más de 50 sirvientes.
Érase una vez un niño llamado Nill de siete años de edad, el cual caminaba rumbo a su casa y en el camino vio una hermosa mariposa y la siguió.
No sabía si abrir la caja, si desatar por fin el misterio que me envolvía o seguir temiéndole a los azotes de mi padre
Hoy, 10 de abril, Ana Arita despierta por un punzante dolor de cabeza, mira el reloj de su celular maldiciendo por lo bajo 2:50.
Juan se levanta temprano como todos los días. Es un hombre acostumbrado a madrugar. Miró al cielo, y vio que el sol estaba saliendo como siempre y la luna ocultándose.
Solo recordar la humilde pero valiosa vida que tuve, me llena de mucha nostalgia y sentimiento.
Hubo una vez tres pingüinos que nacieron el mismo día, se llamaban Juan, Jesús y José respectivamente.
En un reino lejano cubierto por grandes montañas y un gran rio vivía una hermosa princesa de 18 años con sus padres el rey Ignacio y la reina Carmen.
Todo parecía normal. La rutina y burlas de mis compañeros y en casa me sentía ignorada. Después de todo nada importaba, pues yo no existía. Mi única esperanza era encontrar el “Amor De Mi Vida
Había una vez dos mujeres y una vaca que vivían en una finca en la sierra, pero por amenazas de la guerrilla tuvieron que abandonar su tierra y salir desplazadas con mucha tristeza
Desde la muerte de mi amiga Crista trato de culpar a otros, pero el verdadero culpable soy yo.
En un pueblito recóndito, escondido entre varias montañas, vivía una niña curiosa con rasgos que caracterizan la belleza femenina de aquellas tierras, su piel morena como el café recién tostado, los ojos claros y alegres como abeja de panal.