Si queremos salvar al Cesar, tenemos que derrotar a esa asociación para delinquir conformada por la dirigencia política local y sus cómplices. La corrupción tiene vida propia y sobrevive a los cambios de gobierno, por eso los conflictos entre los políticos tradicionales no son de fondo sino de forma.
Andrés Molina Araújo me reclama, en vibrante y bien escrita columna, que en lugar de cuestionar la presencia de la estatua de Hernando de Santana, dedique mis energías a tumbar a “nuestros verdugos”, que dice, son: “Doña Cielo, su hermano, sus dos hijos, su sobrino, los seis congresistas y los diputados que están bajo sus alas”, a los que también denomina “el régimen”. Me pide, además, que no distraiga a la opinión “con cortinas de humo ni con debates de menor calado”. Agrega, finalmente, que nos corresponde a ambos dar luces. Aquí van las mías:
En tiempos de agitación social todas las contradicciones cobran relevancia. Son momentos en los que es inevitable tomar partido. En este paro nacional se protesta por diversas razones. Una de ellas es la que mueve a manifestantes y comunidades indígenas a, sin olvidar sus reclamos sociales y económicos, derribar estatuas como una expresión de la confrontación política en el terreno de la cultura.
Lea también: ¿Merece Hernando de Santana un monumento en Valledupar?
No debería molestarte, Andrés Alfredo, que aquí surjan razones parecidas. Esta polémica pretende no solo confinar a “Don Hernando”, sino también abrir una amplia discusión que revise la historia oficial desde la mirada de las víctimas para dignificarlas. No se puede modificar el pasado, pero sí podemos decidir cómo contarlo y a quién rendir homenaje. No con el fin de negar la historia sino de esclarecerla. Reubicar esa estatua es liberarnos de uno de los últimos símbolos del colonialismo y promover la convivencia y la concordia.
Te equivocas Andrés, cuando piensas que este es un debate “de menor calado”. Francis Fukuyama, politólogo estadounidense, en su libro Identidad, señala: “Si bien las desigualdades económicas que surgen de los últimos cincuenta años de globalización son un factor importante que explica la política contemporánea, los agravios económicos se agudizan cuando se unen a sentimientos de humillación y falta de respeto”.
La estatua de Santana irrespeta y humilla a los indígenas y a los que exigimos el reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos y reclamamos el carácter sagrado de la vida.
La historia se puede narrar de diversas maneras, tú lo sabes bien. El relato histórico, unilateral y sesgado, afecta la vida de muchos. Imagínate cómo se sentirían las víctimas de la violencia en nuestro territorio si mañana se erigieran estatuas para homenajear a los asesinos. No dudo que tú serías el primero en protestar. Los que han privatizado la historia y se oponen a su escrutinio trivializan estas discusiones.
Acepto tu invitación a tumbar el “régimen”. Esa red de complicidades entre empresarios, políticos, funcionarios, contratistas, jueces y medios de comunicación, tejida para apropiarse de los bienes públicos. El régimen no es el gobierno ni un grupo familiar en el poder. Es un complejo entramado social creado por delincuentes de cuello blanco que ha convertido el soborno y la política en la vía más rápida para hacer plata en Colombia.
Si queremos salvar al Cesar, tenemos que derrotar a esa asociación para delinquir conformada por la dirigencia política local y sus cómplices. La corrupción tiene vida propia y sobrevive a los cambios de gobierno, por eso los conflictos entre los políticos tradicionales no son de fondo sino de forma.
Sus desacuerdos terminan con la firma de un contrato, un puesto público o una buena comisión. Un hombre culto como tu aceptará que nuestros verdaderos verdugos son todos los clanes familiares más el régimen que los engendra y protege.
Es verdad que la situación se agudizó a partir del 2012. Los indicadores sociales así lo confirman. Los niveles de pobreza son vergonzosos. Es inoportuno que el gobernador dedique millones a la construcción innecesaria de un centro cultural en medio de una pandemia, cuando hay necesidades insatisfechas más prioritarias.
El denominado “Central Park” es otra insensatez. El gobernador luce desconectado de la realidad. No parece entender que si los dineros públicos son escasos hay que definir prioridades. Pero Monsalvo no es el único responsable de la tragedia que vivimos.
La crisis socioeconómica y ambiental del departamento es histórica y estructural. Los niveles de pobreza siempre han estado por encima de la media nacional. Pocos municipios tienen agua potable. Miles de adultos no saben leer y escribir 53 años después de creado el departamento.
No será un pacto entre familias viudas del poder, liderado por corruptos barones electorales, el que nos guiará hacia la prosperidad con equidad. ¡El acuerdo no es con ellas sino contra ellas! La alternativa al clan que nos gobierna no es el clan que ya nos gobernó de igual manera. Mira el ejemplo de la UPC. Allí han metido sus sucias manos todos los grupos políticos tradicionales. El resultado ha sido la destrucción del proyecto cultural más importante que teníamos. ¿Recuerdas cómo se la entregaron a los paramilitares y los estudiantes y profesores asesinados?
Mi propuesta es diferente. Te invito a que nos unamos a los jóvenes que en las calles y en el diálogo con las autoridades están demostrando ser la verdadera alternativa. Construyamos a su lado, sin estridencias, el pacto social y ecológico que necesitamos. Promovamos un amplio diálogo sin exclusiones en donde los actores acudan en condiciones de igualdad. De allí saldrán reglas de juego limpio para la lucha política y un plan de desarrollo para construir paz y bienestar para todos.
Permíteme, apreciado Andrés, reformular tu pregunta final. No es de cuál lado de la historia voy a estar sino de qué lado he estado siempre. Mi vida la he dedicado a luchar por la justicia social, la democracia y el cuidado de la naturaleza. Fui líder estudiantil en la universidad. Participé en la fundación del movimiento Causa Común, para enfrentar a la clase dirigente del Cesar. Presidí la Unión Patriótica, cuando hacerlo era aceptar la sentencia de muerte. De los cinco negociadores de la Marcha Campesina de 1987 soy el único sobreviviente. Por enfrentar a los clanes familiares fui obligado a exiliarme. Veintidós años después volví nuevamente a pisar las calles de Valledupar. Hago parte de la dirección nacional del partido Alianza Verde.
He escrito numerosas columnas de opinión sobre diversos temas, siempre con un enfoque progresista. Acompañado por muchos ciudadanos trabajé con éxito para traer la universidad Nacional al Cesar. Asesoré, ad honorem, al alcalde Fredys Socarrás en la erradicación del analfabetismo. Soy miembro de la junta directiva del programa de desarrollo y paz del Cesar. Participo en el Foro Ambiental del Cesar que lidera la campaña en defensa del cerro de Hurtado y el río Guatapurí.
Revisemos hechos más recientes para que los lectores nos conozcan mejor: en el 2015 respaldé a Imelda Daza a la Gobernación, tu a Arturo Calderón. En las elecciones presidenciales voté por Petro, tú apoyaste a Duque. En las últimas elecciones departamentales le colaboraste a la candidata uribista, yo preferí a Jaime Araújo Rentería. A propósito: ¿Por qué no lo apoyaste a sabiendas de su intelecto y buen programa? ¿Por qué no pusiste tu emisora al servicio del candidato que erradicaría la corrupción y el mal gobierno? Tranquilo, todos podemos equivocarnos.
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Créeme que nada me gustaría más que estuviéramos del mismo lado de la historia. Comencemos apoyando públicamente el paro nacional y el diálogo que te he propuesto. Has utilizado, en tu columna, con envidiable habilidad, la terminología propia de los partidos políticos alternativos. Confieso que dudo de tus reales intenciones. No importa. ¡Bienvenido! Acepto que es un gran paso el que has dado. Ahora solo falta que cortes los lazos con el clan familiar al que perteneces. ¿Serás capaz?
Como es habitual no podía faltar en tu columna una referencia a mi parentela. Hay quienes no pueden sostener un debate sin apelar al ataque personal sutil o tosco. Con mis hermanos Sofía, Carlos y Eloy tengo diferencias y coincidencias políticas. Me complace que nunca hayan sido condenados por la justicia ni se han visto involucrados en escándalos de corrupción.Nunca es tarde para cambiar de opinión. Te invito a que pongas tu inteligencia al servicio del bien común y a elaborar una lectura más compleja de nuestra realidad. No es uno en particular sino todos los grupos políticos familiares los responsables de nuestra crisis. Hablando de tumbar, nada solucionamos con tumbar a un clan para subir al otro.
Por: Rodolfo Quintero Romero
Si queremos salvar al Cesar, tenemos que derrotar a esa asociación para delinquir conformada por la dirigencia política local y sus cómplices. La corrupción tiene vida propia y sobrevive a los cambios de gobierno, por eso los conflictos entre los políticos tradicionales no son de fondo sino de forma.
Andrés Molina Araújo me reclama, en vibrante y bien escrita columna, que en lugar de cuestionar la presencia de la estatua de Hernando de Santana, dedique mis energías a tumbar a “nuestros verdugos”, que dice, son: “Doña Cielo, su hermano, sus dos hijos, su sobrino, los seis congresistas y los diputados que están bajo sus alas”, a los que también denomina “el régimen”. Me pide, además, que no distraiga a la opinión “con cortinas de humo ni con debates de menor calado”. Agrega, finalmente, que nos corresponde a ambos dar luces. Aquí van las mías:
En tiempos de agitación social todas las contradicciones cobran relevancia. Son momentos en los que es inevitable tomar partido. En este paro nacional se protesta por diversas razones. Una de ellas es la que mueve a manifestantes y comunidades indígenas a, sin olvidar sus reclamos sociales y económicos, derribar estatuas como una expresión de la confrontación política en el terreno de la cultura.
Lea también: ¿Merece Hernando de Santana un monumento en Valledupar?
No debería molestarte, Andrés Alfredo, que aquí surjan razones parecidas. Esta polémica pretende no solo confinar a “Don Hernando”, sino también abrir una amplia discusión que revise la historia oficial desde la mirada de las víctimas para dignificarlas. No se puede modificar el pasado, pero sí podemos decidir cómo contarlo y a quién rendir homenaje. No con el fin de negar la historia sino de esclarecerla. Reubicar esa estatua es liberarnos de uno de los últimos símbolos del colonialismo y promover la convivencia y la concordia.
Te equivocas Andrés, cuando piensas que este es un debate “de menor calado”. Francis Fukuyama, politólogo estadounidense, en su libro Identidad, señala: “Si bien las desigualdades económicas que surgen de los últimos cincuenta años de globalización son un factor importante que explica la política contemporánea, los agravios económicos se agudizan cuando se unen a sentimientos de humillación y falta de respeto”.
La estatua de Santana irrespeta y humilla a los indígenas y a los que exigimos el reconocimiento de la dignidad de todos los seres humanos y reclamamos el carácter sagrado de la vida.
La historia se puede narrar de diversas maneras, tú lo sabes bien. El relato histórico, unilateral y sesgado, afecta la vida de muchos. Imagínate cómo se sentirían las víctimas de la violencia en nuestro territorio si mañana se erigieran estatuas para homenajear a los asesinos. No dudo que tú serías el primero en protestar. Los que han privatizado la historia y se oponen a su escrutinio trivializan estas discusiones.
Acepto tu invitación a tumbar el “régimen”. Esa red de complicidades entre empresarios, políticos, funcionarios, contratistas, jueces y medios de comunicación, tejida para apropiarse de los bienes públicos. El régimen no es el gobierno ni un grupo familiar en el poder. Es un complejo entramado social creado por delincuentes de cuello blanco que ha convertido el soborno y la política en la vía más rápida para hacer plata en Colombia.
Si queremos salvar al Cesar, tenemos que derrotar a esa asociación para delinquir conformada por la dirigencia política local y sus cómplices. La corrupción tiene vida propia y sobrevive a los cambios de gobierno, por eso los conflictos entre los políticos tradicionales no son de fondo sino de forma.
Sus desacuerdos terminan con la firma de un contrato, un puesto público o una buena comisión. Un hombre culto como tu aceptará que nuestros verdaderos verdugos son todos los clanes familiares más el régimen que los engendra y protege.
Es verdad que la situación se agudizó a partir del 2012. Los indicadores sociales así lo confirman. Los niveles de pobreza son vergonzosos. Es inoportuno que el gobernador dedique millones a la construcción innecesaria de un centro cultural en medio de una pandemia, cuando hay necesidades insatisfechas más prioritarias.
El denominado “Central Park” es otra insensatez. El gobernador luce desconectado de la realidad. No parece entender que si los dineros públicos son escasos hay que definir prioridades. Pero Monsalvo no es el único responsable de la tragedia que vivimos.
La crisis socioeconómica y ambiental del departamento es histórica y estructural. Los niveles de pobreza siempre han estado por encima de la media nacional. Pocos municipios tienen agua potable. Miles de adultos no saben leer y escribir 53 años después de creado el departamento.
No será un pacto entre familias viudas del poder, liderado por corruptos barones electorales, el que nos guiará hacia la prosperidad con equidad. ¡El acuerdo no es con ellas sino contra ellas! La alternativa al clan que nos gobierna no es el clan que ya nos gobernó de igual manera. Mira el ejemplo de la UPC. Allí han metido sus sucias manos todos los grupos políticos tradicionales. El resultado ha sido la destrucción del proyecto cultural más importante que teníamos. ¿Recuerdas cómo se la entregaron a los paramilitares y los estudiantes y profesores asesinados?
Mi propuesta es diferente. Te invito a que nos unamos a los jóvenes que en las calles y en el diálogo con las autoridades están demostrando ser la verdadera alternativa. Construyamos a su lado, sin estridencias, el pacto social y ecológico que necesitamos. Promovamos un amplio diálogo sin exclusiones en donde los actores acudan en condiciones de igualdad. De allí saldrán reglas de juego limpio para la lucha política y un plan de desarrollo para construir paz y bienestar para todos.
Permíteme, apreciado Andrés, reformular tu pregunta final. No es de cuál lado de la historia voy a estar sino de qué lado he estado siempre. Mi vida la he dedicado a luchar por la justicia social, la democracia y el cuidado de la naturaleza. Fui líder estudiantil en la universidad. Participé en la fundación del movimiento Causa Común, para enfrentar a la clase dirigente del Cesar. Presidí la Unión Patriótica, cuando hacerlo era aceptar la sentencia de muerte. De los cinco negociadores de la Marcha Campesina de 1987 soy el único sobreviviente. Por enfrentar a los clanes familiares fui obligado a exiliarme. Veintidós años después volví nuevamente a pisar las calles de Valledupar. Hago parte de la dirección nacional del partido Alianza Verde.
He escrito numerosas columnas de opinión sobre diversos temas, siempre con un enfoque progresista. Acompañado por muchos ciudadanos trabajé con éxito para traer la universidad Nacional al Cesar. Asesoré, ad honorem, al alcalde Fredys Socarrás en la erradicación del analfabetismo. Soy miembro de la junta directiva del programa de desarrollo y paz del Cesar. Participo en el Foro Ambiental del Cesar que lidera la campaña en defensa del cerro de Hurtado y el río Guatapurí.
Revisemos hechos más recientes para que los lectores nos conozcan mejor: en el 2015 respaldé a Imelda Daza a la Gobernación, tu a Arturo Calderón. En las elecciones presidenciales voté por Petro, tú apoyaste a Duque. En las últimas elecciones departamentales le colaboraste a la candidata uribista, yo preferí a Jaime Araújo Rentería. A propósito: ¿Por qué no lo apoyaste a sabiendas de su intelecto y buen programa? ¿Por qué no pusiste tu emisora al servicio del candidato que erradicaría la corrupción y el mal gobierno? Tranquilo, todos podemos equivocarnos.
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Créeme que nada me gustaría más que estuviéramos del mismo lado de la historia. Comencemos apoyando públicamente el paro nacional y el diálogo que te he propuesto. Has utilizado, en tu columna, con envidiable habilidad, la terminología propia de los partidos políticos alternativos. Confieso que dudo de tus reales intenciones. No importa. ¡Bienvenido! Acepto que es un gran paso el que has dado. Ahora solo falta que cortes los lazos con el clan familiar al que perteneces. ¿Serás capaz?
Como es habitual no podía faltar en tu columna una referencia a mi parentela. Hay quienes no pueden sostener un debate sin apelar al ataque personal sutil o tosco. Con mis hermanos Sofía, Carlos y Eloy tengo diferencias y coincidencias políticas. Me complace que nunca hayan sido condenados por la justicia ni se han visto involucrados en escándalos de corrupción.Nunca es tarde para cambiar de opinión. Te invito a que pongas tu inteligencia al servicio del bien común y a elaborar una lectura más compleja de nuestra realidad. No es uno en particular sino todos los grupos políticos familiares los responsables de nuestra crisis. Hablando de tumbar, nada solucionamos con tumbar a un clan para subir al otro.
Por: Rodolfo Quintero Romero