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Columnista - 24 noviembre, 2020

¿Será el centro la tercera vía?

Hemos venido insistiendo en que nuestro país merece una alternativa política diferente a la bizantina obstinación que plantea la extrema derecha y la izquierda radical, los cuales en una meticulosa estrategia electoral nos quieren convencer de que no existe el claroscuro ideológico, intentando encasillarnos en su cómodo blanco y negro filosófico, con el único fin […]

Boton Wpp

Hemos venido insistiendo en que nuestro país merece una alternativa política diferente a la bizantina obstinación que plantea la extrema derecha y la izquierda radical, los cuales en una meticulosa estrategia electoral nos quieren convencer de que no existe el claroscuro ideológico, intentando encasillarnos en su cómodo blanco y negro filosófico, con el único fin de lograr réditos electorales a muy bajo costo programático.

La estrategia es simple, estructurar un virulento discurso para despertar las más ruines pasiones, en un pueblo ignorante de los deberes y derechos que tiene particularmente con el funcionamiento del Estado, pero muy sabio en la desesperanza de vulnerar los derechos ajenos como primitivo método para aliviar la ancestral insensibilidad social de un país desigual en el extremo. El éxito está en lograr manipular esa masa acéfala, más sensible a la pasión que a la razón.

Por esto vemos a los vanidosos caudillos, Álvaro Uribe Vélez y Gustavo Petro, atizando odios, reviviendo históricos rencores, notificando imprescriptibles intenciones de venganza e incitando todo tipo de miserias humanas que corroen el alma del ciudadano que las sufre, de paso convirtiéndolos en cómplices fieles del tétrico entramado que desprecia el noble ejercicio de la política como heraldo del bienestar general y de satisfacción a necesidades básicas en sectores vulnerables.

¿Qué hacemos entonces los que no estamos de acuerdo con la carnicera demagogia? Nos corresponde buscar el centro, evitando eso sí, las aguas tibias sobre las que flota el ex candidato presidencial Sergio Fajardo, quien más se parece a un ‘Caballo de Troya’ de la ultra derecha, que al depositario de las bondades de la economía social de mercado y la dictadura del proletariado.

Afortunadamente, en el mundo ha venido tomando fuerza una corriente ideológica que promueve la justicia social, no como la redistribución de ingresos sino la de posibilidades. Gravitando sobre un esquema de derechos y deberes ciudadanos que transforme las posibilidades del estado de bienestar, sin considerarlo como el enemigo, pero tampoco como la única solución. Acá aparece la filosofía de ‘buen gobierno’, fomentando la transparencia, la descentralización y sobre todo la publicidad de los actos públicos, previniendo el riesgo y transformando la vida personal del individuo, en consonancia con una buena relación con la naturaleza. Respetar el acuerdo de Paz se da por descontado.

Todo un paradigma político que intenta agrupar tendencias modernas desde finales del siglo pasado, comenzando por laboristas ingleses, socialistas europeos y demócratas estadounidenses, cuyo aporte materializado en el Open Government Directive del presidente Barack Obama, consolida la transparencia, la participación ciudadana y la colaboración, como los tres pilares del ‘buen gobierno’, que los liberales de pensamiento e independientes soñamos en Colombia.

Entonces sí hay alternativa al desastroso y grotesco enfrentamiento que tal vez sin proponérselo, siendo prudentes en las conclusiones, generan un clima de intolerancia que responde al disenso político con sistemáticos crímenes, los cuales han sido ignorados por el gobierno y sus adeptos políticos, al punto de que se preocupan más en justificarlos que por evitarlos.

Lo importante será no votar contra alguien o contra algún símbolo acuñado en la exuberante terminología del miedo, sino a favor de nuestras propias expectativas de bienestar y hastío de violencia, encuadrados en los postulados de la ‘Tercera Vía’, una ideología moderna y que ante la negación de los extremos está llamada a evitar la orfandad intelectual del centro. Un abrazo. –  

Columnista
24 noviembre, 2020

¿Será el centro la tercera vía?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Hemos venido insistiendo en que nuestro país merece una alternativa política diferente a la bizantina obstinación que plantea la extrema derecha y la izquierda radical, los cuales en una meticulosa estrategia electoral nos quieren convencer de que no existe el claroscuro ideológico, intentando encasillarnos en su cómodo blanco y negro filosófico, con el único fin […]


Hemos venido insistiendo en que nuestro país merece una alternativa política diferente a la bizantina obstinación que plantea la extrema derecha y la izquierda radical, los cuales en una meticulosa estrategia electoral nos quieren convencer de que no existe el claroscuro ideológico, intentando encasillarnos en su cómodo blanco y negro filosófico, con el único fin de lograr réditos electorales a muy bajo costo programático.

La estrategia es simple, estructurar un virulento discurso para despertar las más ruines pasiones, en un pueblo ignorante de los deberes y derechos que tiene particularmente con el funcionamiento del Estado, pero muy sabio en la desesperanza de vulnerar los derechos ajenos como primitivo método para aliviar la ancestral insensibilidad social de un país desigual en el extremo. El éxito está en lograr manipular esa masa acéfala, más sensible a la pasión que a la razón.

Por esto vemos a los vanidosos caudillos, Álvaro Uribe Vélez y Gustavo Petro, atizando odios, reviviendo históricos rencores, notificando imprescriptibles intenciones de venganza e incitando todo tipo de miserias humanas que corroen el alma del ciudadano que las sufre, de paso convirtiéndolos en cómplices fieles del tétrico entramado que desprecia el noble ejercicio de la política como heraldo del bienestar general y de satisfacción a necesidades básicas en sectores vulnerables.

¿Qué hacemos entonces los que no estamos de acuerdo con la carnicera demagogia? Nos corresponde buscar el centro, evitando eso sí, las aguas tibias sobre las que flota el ex candidato presidencial Sergio Fajardo, quien más se parece a un ‘Caballo de Troya’ de la ultra derecha, que al depositario de las bondades de la economía social de mercado y la dictadura del proletariado.

Afortunadamente, en el mundo ha venido tomando fuerza una corriente ideológica que promueve la justicia social, no como la redistribución de ingresos sino la de posibilidades. Gravitando sobre un esquema de derechos y deberes ciudadanos que transforme las posibilidades del estado de bienestar, sin considerarlo como el enemigo, pero tampoco como la única solución. Acá aparece la filosofía de ‘buen gobierno’, fomentando la transparencia, la descentralización y sobre todo la publicidad de los actos públicos, previniendo el riesgo y transformando la vida personal del individuo, en consonancia con una buena relación con la naturaleza. Respetar el acuerdo de Paz se da por descontado.

Todo un paradigma político que intenta agrupar tendencias modernas desde finales del siglo pasado, comenzando por laboristas ingleses, socialistas europeos y demócratas estadounidenses, cuyo aporte materializado en el Open Government Directive del presidente Barack Obama, consolida la transparencia, la participación ciudadana y la colaboración, como los tres pilares del ‘buen gobierno’, que los liberales de pensamiento e independientes soñamos en Colombia.

Entonces sí hay alternativa al desastroso y grotesco enfrentamiento que tal vez sin proponérselo, siendo prudentes en las conclusiones, generan un clima de intolerancia que responde al disenso político con sistemáticos crímenes, los cuales han sido ignorados por el gobierno y sus adeptos políticos, al punto de que se preocupan más en justificarlos que por evitarlos.

Lo importante será no votar contra alguien o contra algún símbolo acuñado en la exuberante terminología del miedo, sino a favor de nuestras propias expectativas de bienestar y hastío de violencia, encuadrados en los postulados de la ‘Tercera Vía’, una ideología moderna y que ante la negación de los extremos está llamada a evitar la orfandad intelectual del centro. Un abrazo. –