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Editorial - 11 abril, 2024

¿Se secará el río Guatapurí? 

Es una pregunta que nos hacemos estos días cuando el impacto del Cambio Climático y del fenómeno de El Niño se han conjugado para generar situaciones críticas en reservas de agua de  importantes ciudades en el área andina y en particular en la capital de la República. 

Boton Wpp

Es una pregunta que nos hacemos estos días cuando el impacto del Cambio Climático y del fenómeno de El Niño se han conjugado para generar situaciones críticas en reservas de agua de  importantes ciudades en el área andina y en particular en la capital de la República. 

Las cosas son diferentes en ellas, en algunos casos las reservas han sido suficientes;   en Cali, el embalse de La Salvajina está asegurando el abastecimiento y en Bucaramanga el embalse de Tona que  hace dos años la salvó  de la sequía, ahora haría igual, según anunció hace 8 días la empresa Acueducto Metropolitano de Bucaramanga, AMB, -con la que la interventora de Emdupar contrató recientemente el recaudo-.    

Medellín ha tenido en algunas  áreas  racionamiento, según ha informado EPM, pero lo más crítico es Bogotá donde ayer inició el racionamiento. Sorprendente porque la capital cuenta con dos vertientes hídricas de comportamiento histórico diferente (cuando en una llueve en otra no), dispone de 8 embalses y aprovecha  una red de acuíferos. 

El crecimiento de las ciudades y de las industrias genera una demanda creciente y exige unos mayores niveles de planificación y de ordenamiento del territorio, reflejados en buenos Planes de Ordenamiento Territorial POT y de los ríos abastecedores, los  POMCA. 

El cambio del clima está llevando a que el horizonte de planeación temporal se acorte y lo que esperábamos en 30 años, se ha  anticipado al cumplirse la mitad. 

Ese contexto nacional -y las noticias que llegan de otras partes del orbe- nos generan suma preocupación. Acentuada por teorías, a las que no le conocemos estudios técnicos serios,  que explican por qué en esta coyuntura seca, aunque el río ha bajado su caudal,  no se genere una alerta de escasez en nuestras casas. Una de ellas las ha expuesto el interventor de Emdupar Pablo Jaramillo en el sentido de que hay un deshielo que en esta época  alimenta una laguna que a su  vez sirve de fuente al río Guatapurí. 

También se hace ver que varios riachuelos alimentan el río como  Donachui, Curiba, Los Mangos y Mamanqueca, siendo la mayor de ellas la primera. 

La única información que se tiene de nuestra única  fuente hídrica es de la percepción, vista y experiencia de vida,  cerca a su cabecera,  por parte de los pueblos de la sierra,  principalmente indígenas y esa es la opinión que ha formado las teorías  que exponen ambientalistas y gerentes públicos, como el aludido. No podemos dudar de que los que más saben de la sierra son sus viejos moradores ancestrales. Así es. 

Pero ese conocimiento es parcial y no está basado en estudios técnicos, en investigaciones detalladas de la hidrología y de la hidrogeología de la sierra ni de las condiciones climáticas, los monitores de aire y de caudales; de sus secuencias y sus registros históricos. 

Parte de esa investigación técnica  se iba a hacer dentro del estudio de factibilidad del embalse de Besotes pero los indígenas se opusieron al ingreso de ingenieros, técnicos y sus dispositivos  de monitoreo y control. Tampoco conocemos un estudio geológico y geotécnico, como el  que alguna vez se mencionó cuando surgió la teoría en los años 80 de que una avalancha taparía el cauce y que su efecto trágico vendría sobre la ciudad. 

Mucho por investigar y es una urgente prioridad financiar los estudios técnicos de nuestra fuente natural de vida y de  crecimiento urbano.

Editorial
11 abril, 2024

¿Se secará el río Guatapurí? 

Es una pregunta que nos hacemos estos días cuando el impacto del Cambio Climático y del fenómeno de El Niño se han conjugado para generar situaciones críticas en reservas de agua de  importantes ciudades en el área andina y en particular en la capital de la República. 


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Es una pregunta que nos hacemos estos días cuando el impacto del Cambio Climático y del fenómeno de El Niño se han conjugado para generar situaciones críticas en reservas de agua de  importantes ciudades en el área andina y en particular en la capital de la República. 

Las cosas son diferentes en ellas, en algunos casos las reservas han sido suficientes;   en Cali, el embalse de La Salvajina está asegurando el abastecimiento y en Bucaramanga el embalse de Tona que  hace dos años la salvó  de la sequía, ahora haría igual, según anunció hace 8 días la empresa Acueducto Metropolitano de Bucaramanga, AMB, -con la que la interventora de Emdupar contrató recientemente el recaudo-.    

Medellín ha tenido en algunas  áreas  racionamiento, según ha informado EPM, pero lo más crítico es Bogotá donde ayer inició el racionamiento. Sorprendente porque la capital cuenta con dos vertientes hídricas de comportamiento histórico diferente (cuando en una llueve en otra no), dispone de 8 embalses y aprovecha  una red de acuíferos. 

El crecimiento de las ciudades y de las industrias genera una demanda creciente y exige unos mayores niveles de planificación y de ordenamiento del territorio, reflejados en buenos Planes de Ordenamiento Territorial POT y de los ríos abastecedores, los  POMCA. 

El cambio del clima está llevando a que el horizonte de planeación temporal se acorte y lo que esperábamos en 30 años, se ha  anticipado al cumplirse la mitad. 

Ese contexto nacional -y las noticias que llegan de otras partes del orbe- nos generan suma preocupación. Acentuada por teorías, a las que no le conocemos estudios técnicos serios,  que explican por qué en esta coyuntura seca, aunque el río ha bajado su caudal,  no se genere una alerta de escasez en nuestras casas. Una de ellas las ha expuesto el interventor de Emdupar Pablo Jaramillo en el sentido de que hay un deshielo que en esta época  alimenta una laguna que a su  vez sirve de fuente al río Guatapurí. 

También se hace ver que varios riachuelos alimentan el río como  Donachui, Curiba, Los Mangos y Mamanqueca, siendo la mayor de ellas la primera. 

La única información que se tiene de nuestra única  fuente hídrica es de la percepción, vista y experiencia de vida,  cerca a su cabecera,  por parte de los pueblos de la sierra,  principalmente indígenas y esa es la opinión que ha formado las teorías  que exponen ambientalistas y gerentes públicos, como el aludido. No podemos dudar de que los que más saben de la sierra son sus viejos moradores ancestrales. Así es. 

Pero ese conocimiento es parcial y no está basado en estudios técnicos, en investigaciones detalladas de la hidrología y de la hidrogeología de la sierra ni de las condiciones climáticas, los monitores de aire y de caudales; de sus secuencias y sus registros históricos. 

Parte de esa investigación técnica  se iba a hacer dentro del estudio de factibilidad del embalse de Besotes pero los indígenas se opusieron al ingreso de ingenieros, técnicos y sus dispositivos  de monitoreo y control. Tampoco conocemos un estudio geológico y geotécnico, como el  que alguna vez se mencionó cuando surgió la teoría en los años 80 de que una avalancha taparía el cauce y que su efecto trágico vendría sobre la ciudad. 

Mucho por investigar y es una urgente prioridad financiar los estudios técnicos de nuestra fuente natural de vida y de  crecimiento urbano.