EDITORIAL

El madrugón no es el verdadero debate educativo

En opinión de dirigentes educativos del Cesar, el proyecto de ley que busca ampliar la hora de entrada a clases en los colegios se queda corto frente a tantos aspectos sujetos de revisión en pro de mejorar la calidad educativa.

El madrugón no es el verdadero debate educativo

El madrugón no es el verdadero debate educativo

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En opinión de dirigentes educativos del Cesar, el proyecto de ley que busca ampliar la hora de entrada a clases en los colegios se queda corto frente a tantos aspectos sujetos de revisión en pro de mejorar la calidad educativa.

El proyecto ya fue aprobado en segundo debate en el Senado de la República, pero le quedan pendientes sus dos respectivos debates en la Cámara de Representantes. Por tal razón, son muchas las voces que piden que durante esta fase se dé una amplia revisión y concertación que permita abarcar en su conjunto todos los factores que ameritan ser tenidos en cuenta para optimizar las condiciones y la calidad educativa en Colombia.

Esas voces son válidas, el Congreso de la República no debe desgastarse solo en estudiar los efectos de los madrugones escolares, proponiendo que la jornada académica inicie después de las 7 a.m. Esa es una iniciativa bien intencionada, pero debe mirarse con mayor amplitud el problema de la educación en Colombia. No podemos quedarnos en la discusión sobre la hora de entrada a clases; eso sería, francamente, dejar el debate a medias.

Al revisar los análisis hechos de manera reciente por el creador de las Pruebas PISA y representante de la OCDE, Andreas Schleicher, y el director del Instituto Alberto Merani, Julián De Zubiría —los cuales comentamos por estas mismas líneas— encontramos que el tema de horarios no es, ni de cerca, el principal problema del sistema educativo en Colombia, y mucho menos en regiones como el Cesar. Si queremos mejorar de verdad la calidad educativa, debemos ir mucho más allá de los relojes y entrar en una discusión estructural que aborde la infraestructura escolar, el acceso a tecnología, la alimentación adecuada, la formación docente, la deserción escolar y la pertinencia de los contenidos académicos. En eso sí vale la pena hacer un enorme esfuerzo.

De todas maneras, el cambio de horario para el inicio de clases tendrá un impacto evidente. En Valledupar, por ejemplo, las condiciones sociales y económicas de muchas familias son precarias, esos cambios implican mover las rutinas y por ello se requerirá revisar cómo funciona el sistema completo. Padres y madres que deben llegar a trabajar puntualmente, en empresas, entidades públicas o labores informales, necesitan garantías para poder dejar a sus hijos en lugares seguros y bien atendidos. Por eso, más que un simple ajuste, se necesita una transformación pensada y concertada.

Es importante entonces que se aproveche el escenario de la Cámara de Representantes para abrir un diálogo serio y amplio con todos los sectores: maestros, padres de familia, sindicatos, autoridades locales, estudiantes y expertos en educación. Tienen razón quienes afirman que “no se puede legislar sobre algo tan sensible con una visión reducida”. La ley contra el madrugón debería ser apenas la puerta de entrada a una reforma educativa más ambiciosa, más realista y más equitativa, que también mire de cerca la realidad de ciudades como Valledupar.

También son legítimas las opiniones de quienes consideran necesario revisar los actuales horarios de salida en muchas instituciones educativas, especialmente oficiales, donde los niños terminan clases pasadas la 1 p.m. En Valledupar, el calor intenso, la fatiga acumulada y las condiciones físicas de muchas sedes escolares hacen que ese último tramo de la jornada sea poco efectivo. Niños y jóvenes agotados, sin alimentación adecuada o con problemas de concentración, difícilmente pueden rendir académicamente después del mediodía. Ese es otro tema que también se debería tener en cuenta en medio de esta coyuntura en el Congreso de la República.

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