Valledupar atraviesa una crisis de gobernanza que amenaza con desleír o disolver los escasos vestigios de institucionalidad que aún la sostienen. La inseguridad, la desigualdad, la deficiente prestación de servicios públicos y la total pérdida de confianza en las autoridades son varias de las sintomatologías de un problema más profundo: la lánguida -para no decir carente- articulación efectiva entre el gobierno, el sector privado y la sociedad civil. ¿Sería posible revertir esta tendencia? ¿se puede rescatar la gobernanza antes de que la ingobernabilidad se convierta en la normalidad? ¿Se puede consolidar un modelo de gestión pública efectivo y eficiente en Valledupar?
La gobernanza, entendida como la interacción entre actores públicos y privados en la gestión de los asuntos colectivos, se encuentra totalmente degastada por la falta de liderazgo estratégico y la ausencia de mecanismos eficaces de participación ciudadana. La toma de decisiones siempre ha tenido una perspectiva de centralización, y la ciudadanía se limita a ser un simple y común espectador de las políticas públicas formuladas sin un diagnóstico realista u objetivo de sus necesidades. La pregunta obligada es: ¿cómo esperar resultados distintos si se perpetúan los mismos errores? ¿por qué la insistencia en soluciones temporales para problemas estructurales?
La noción de gobernabilidad, en cambio, refiere a la capacidad que tiene el gobierno para implementar decisiones y mantener la estabilidad institucional. Empero, cuando la gobernabilidad se sustenta en el control antes que, en la legitimidad, el resultado es una gestión pública marcada por la improvisación, por la espontaneidad y la reactividad ante las crisis, en lugar de la planificación y la anticipación -principio fundamental-. Valledupar ha dado muestras alarmantes de esta deficiencia, con políticas públicas fragmentadas, ejecución presupuestal deficiente (demostrando la incapacidad o imposibilidad de traducir los recursos en mejoras concretas para el bienestar y beneficio de la ciudadanía) y una desconexión entre el discurso oficial y la realidad ciudadana.
Académicos como Pierre y Peters (2000) han sustentado que la gobernanza efectiva requiere la coproducción de políticas entre el Estado y los ciudadanos. La experiencia internacional ha demostrado de manera fehaciente que los modelos de gobernanza colaborativa pueden generar soluciones sostenibles a problemas estructurales. ¿Por qué, entonces, Valledupar insiste en un modelo de gestión pública anacrónico, donde las decisiones se imponen desde arriba sin un contacto real con la ciudadanía y sus necesidades?
Desde una perspectiva netamente institucional, la administración pública en la ciudad de Valledupar opera bajo un modelo burocrático tradicional, caracterizado verticalidad en la toma de decisiones y la preeminencia de la autoridad política sobre los mecanismos de gobernanza participativa. Según Osborne (2010), la transición hacia modelos de gobernanza colaborativa exige la superación de estructuras rígidas que históricamente han privilegiado el control gubernamental en menoscabo de la inclusión ciudadana en el ciclo de las políticas públicas.
No se puede aplazar una transformación que integre enfoques modernos y transcendentales en la administración pública, como la gestión basada en resultados y la planificación estratégica territorial. Es preciso pasar de un modelo reactivo a uno proactivo, donde la inteligencia artificial, el análisis de datos y la evaluación de impacto sean herramientas centrales para la formulación de políticas. No se trata solo de gobernar, sino de gobernar con eficiencia. Y para ello, es claramente fundamental la articulación de todos los esfuerzos y voluntades entre el gobierno local, la academia y el sector empresarial, en pocas palabras, un estado unánime es un gobierno ineficiente.
Los ciudadanos tienen un papel fundamental y relevante en esta reconstrucción de la gobernanza. La exigencia de transparencia, el control social efectivo y la participación informada son elementos que pueden transformar el statu quo. Valledupar aún tiene oportunidad de rescatar la gobernanza antes de que la ingobernabilidad termine por normalizarse. Pero esto exige un cambio de paradigma: dejar de ver la política como una herramienta de poder y empezar a concebirla como un instrumento de servicio público genuino. ¿Estamos dispuestos a dar ese paso?
JESÚS DAZA CASTRO












