De acuerdo a la tradición popular campesina, las lloviznas de enero anuncian lo que será el calendario de lluvias durante el año, y esto se conoce con el nombre de cabañuelas, palabra española, que es diminutivo de cabaña. Las fechas para realizar estos pronósticos no son iguales en todos los paises, en América del Sur […]
De acuerdo a la tradición popular campesina, las lloviznas de enero anuncian lo que será el calendario de lluvias durante el año, y esto se conoce con el nombre de cabañuelas, palabra española, que es diminutivo de cabaña. Las fechas para realizar estos pronósticos no son iguales en todos los paises, en América del Sur y México son en enero, del 01 al 12, y cada día corresponde a un mes en orden ascendente, y del 13 al 24, los meses se cuentan de manera descendente, es decir, se empieza por diciembre.
Para el ser humano la lluvia es vendimia de esperanza, tonada nutricia del alma, purificación de los sentidos y fuente reveladora para calmar la sed del planeta y de los seres vivos. El ser humano es un amante del agua y por naturaleza es un sempiterno sediento.
Tiene sed biológica, emocional, estética y espiritual. Pero la sed de amar, de aprender, de crear, de viajar, de conocer, lo sublimiza a la categoría de hombre pensante, científico o artista. Una muestra de su aptitud artística son estos versos: “Contrario a la sequía de la ausencia, a la múltiple desolación del desierto, a la estéril resonancia de la sed; estás tú, como mazorca de agua, desgranando sobre mí el zumo vital de tu cuerpo”.
La sed hace derramar lágrimas a los pájaros cuando ven la soledad de los árboles sin hojas; la sed es la ansiedad de la rosa para prolongar la dulce fragancia de sus pétalos; es el grito de los bosques cuando el fuego arroja sus lanzas coloradas y baña de cenizas el paisaje. La sed es la cruz del campesino que ofrenda oraciones para que lleguen las lluvias, crezcan los ríos, florezca la vida, germinen los frutos y cese el hambre.
La sed es una invocación de la infancia en nuestros pueblos ribereños, cuando en el verano extenso sus habitantes hacen las cacimbas para ver manar el agua. El espíritu sediento en las largas temporada de sequía nos incita la esperanza de volver a los tiempos de cosecha, de añorar la primavera con la certeza de ser abrazado por la resiliencia, esa capacidad que tienen los seres humanos de sobreponerse a las situaciones dificiles.
El fortalecimiento de la vida espiritual en alianza con la serenidad de la conciencia y las bondades del corazón incitan el desfile trasparente de la lluvia por las sendas de la honestidad, del respeto, de la ética ciudadana y de los proyectos en pro de calidad de vida; pero hay muchos seres humanos insaciables, que siempre buscan algo más y se desbordan en excesos. Es posible, como lo afirma el escritor Carlos G. Vallés, “que estén ahuyentando la felicidad por las ansias que tienen de ser felices”.
Esperemos que las cabañuelas nos traigan mutiples bendiciones y los anuncios de programas y obras de nuestros gobernantes sean realidades que satisfagan a las comunidades sedientas de justicia, trabajo, educación, salud, servicios públicos, seguridad, deportes, cultura y bienestar.
De acuerdo a la tradición popular campesina, las lloviznas de enero anuncian lo que será el calendario de lluvias durante el año, y esto se conoce con el nombre de cabañuelas, palabra española, que es diminutivo de cabaña. Las fechas para realizar estos pronósticos no son iguales en todos los paises, en América del Sur […]
De acuerdo a la tradición popular campesina, las lloviznas de enero anuncian lo que será el calendario de lluvias durante el año, y esto se conoce con el nombre de cabañuelas, palabra española, que es diminutivo de cabaña. Las fechas para realizar estos pronósticos no son iguales en todos los paises, en América del Sur y México son en enero, del 01 al 12, y cada día corresponde a un mes en orden ascendente, y del 13 al 24, los meses se cuentan de manera descendente, es decir, se empieza por diciembre.
Para el ser humano la lluvia es vendimia de esperanza, tonada nutricia del alma, purificación de los sentidos y fuente reveladora para calmar la sed del planeta y de los seres vivos. El ser humano es un amante del agua y por naturaleza es un sempiterno sediento.
Tiene sed biológica, emocional, estética y espiritual. Pero la sed de amar, de aprender, de crear, de viajar, de conocer, lo sublimiza a la categoría de hombre pensante, científico o artista. Una muestra de su aptitud artística son estos versos: “Contrario a la sequía de la ausencia, a la múltiple desolación del desierto, a la estéril resonancia de la sed; estás tú, como mazorca de agua, desgranando sobre mí el zumo vital de tu cuerpo”.
La sed hace derramar lágrimas a los pájaros cuando ven la soledad de los árboles sin hojas; la sed es la ansiedad de la rosa para prolongar la dulce fragancia de sus pétalos; es el grito de los bosques cuando el fuego arroja sus lanzas coloradas y baña de cenizas el paisaje. La sed es la cruz del campesino que ofrenda oraciones para que lleguen las lluvias, crezcan los ríos, florezca la vida, germinen los frutos y cese el hambre.
La sed es una invocación de la infancia en nuestros pueblos ribereños, cuando en el verano extenso sus habitantes hacen las cacimbas para ver manar el agua. El espíritu sediento en las largas temporada de sequía nos incita la esperanza de volver a los tiempos de cosecha, de añorar la primavera con la certeza de ser abrazado por la resiliencia, esa capacidad que tienen los seres humanos de sobreponerse a las situaciones dificiles.
El fortalecimiento de la vida espiritual en alianza con la serenidad de la conciencia y las bondades del corazón incitan el desfile trasparente de la lluvia por las sendas de la honestidad, del respeto, de la ética ciudadana y de los proyectos en pro de calidad de vida; pero hay muchos seres humanos insaciables, que siempre buscan algo más y se desbordan en excesos. Es posible, como lo afirma el escritor Carlos G. Vallés, “que estén ahuyentando la felicidad por las ansias que tienen de ser felices”.
Esperemos que las cabañuelas nos traigan mutiples bendiciones y los anuncios de programas y obras de nuestros gobernantes sean realidades que satisfagan a las comunidades sedientas de justicia, trabajo, educación, salud, servicios públicos, seguridad, deportes, cultura y bienestar.