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Columnista - 10 marzo, 2011

Por qué duele tanto pagar impuestos

Algo sobre Por: José Romero Churio Si el pago de impuestos es desagradable para los contribuyentes. En países como el nuestro, con falsas o débiles democracias, cuyos funcionarios amangualados  o no con algunos dirigentes políticos despilfarran y desfalcan el recaudo tributario; en realidad, los impuestos son pagados con mucho enojo. Considero que en esto no […]

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Algo sobre

Por: José Romero Churio

Si el pago de impuestos es desagradable para los contribuyentes. En países como el nuestro, con falsas o débiles democracias, cuyos funcionarios amangualados  o no con algunos dirigentes políticos despilfarran y desfalcan el recaudo tributario; en realidad, los impuestos son pagados con mucho enojo. Considero que en esto no cabe ninguna controversia.
Si en estos regímenes gubernamentales los funcionarios y los políticos no respetan el recaudo tributario, también le echan mano al dinero por la prestación de servicios públicos y la venta de recursos naturales del territorio nacional. Creo que esta premisa tampoco admite discusión.
Entonces, qué debemos hacer para al menos disminuir la creciente corruptela que tanto nos desacredita. Una medida sería rechazar todas las modalidades  de ilegalidad, que ahora se cometen descaradamente en todo el país; por ejemplo, no votar en las elecciones populares por aquellos que anticipan la publicidad proselitista, ni por hijos, cónyuges y amigotes de políticos con antecedentes de malversación del erario.
En fin, poner todo el empeño posible para que en el país florezca un régimen gubernamental de veras democrático, donde el aporte tributario de las personas tanto naturales como jurídicas se materialice en servicios, obras, infraestructura y beneficios para toda la población; es decir, sea motor de progreso para la creación de un desarrollo sostenible donde prime la igualdad y por lo menos su gente actué con imparcialidad, sobre todos los jueces y demás autoridades, que a menudo incurren en injusticias propiciatorias  de impunidad y violencia, factores adversos a la convivencia con mayor armonía, de la que tanto adolecemos ante la desconfianza mutua entre los habitantes de las mismas o diferentes comunidades.
Que en el Estado (departamentos, municipios y distritos), se establezcan leyes claras y concisas sin privilegios particulares. Normas que blinden la administración  pública de los defraudadores del fisco, que por lo general son funcionarios y políticos inescrupulosos a quienes no les importa el bienestar colectivo con tal de llenarse sus bolsillos, aunque al resto de personas les toque vivir en condiciones calamitosas con necesidades básicas insatisfechas, como ocurre en muchas latitudes del país.
Ahora el escándalo de turno es el carrusel de las contrataciones en el que se encuentran involucrados el alcalde de la capital del país, su hermano senador, el contralor del mismo distrito y un ex congresista, estos dos últimos ya sancionados por el Procurador  General de la República. Mañana, sin duda, será otro peor el mayor desfalco al tesoro público.
La gente honrada de este país pierde su capital cuando se mete a empresario, puesto que los grandes contratos se obtienen pagando coimas o mordidas del 6% en adelante, de lo contrario sólo recibe lo que llaman huesos. Además, los encargados de otorgar los contratos demoran sus pagos sin que valga ninguna queja ante las instancias de vigilancia y control, y – finalmente- los pequeños empresarios tienen que hacer créditos bancarios para pagar impuestos por servicios vendidos y facturados que no les han pagado. Y a veces les toca dar dádivas.
Que decir del pésimo estado de las calles que producen daños a los vehículos automotores y falta de semaforización, amén de lo intransitable de las vías terciarias entre corregimientos de cualquier municipio. Por lo tanto, es obvio, que duela tanto pagar impuestos.

Columnista
10 marzo, 2011

Por qué duele tanto pagar impuestos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

Algo sobre Por: José Romero Churio Si el pago de impuestos es desagradable para los contribuyentes. En países como el nuestro, con falsas o débiles democracias, cuyos funcionarios amangualados  o no con algunos dirigentes políticos despilfarran y desfalcan el recaudo tributario; en realidad, los impuestos son pagados con mucho enojo. Considero que en esto no […]


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Por: José Romero Churio

Si el pago de impuestos es desagradable para los contribuyentes. En países como el nuestro, con falsas o débiles democracias, cuyos funcionarios amangualados  o no con algunos dirigentes políticos despilfarran y desfalcan el recaudo tributario; en realidad, los impuestos son pagados con mucho enojo. Considero que en esto no cabe ninguna controversia.
Si en estos regímenes gubernamentales los funcionarios y los políticos no respetan el recaudo tributario, también le echan mano al dinero por la prestación de servicios públicos y la venta de recursos naturales del territorio nacional. Creo que esta premisa tampoco admite discusión.
Entonces, qué debemos hacer para al menos disminuir la creciente corruptela que tanto nos desacredita. Una medida sería rechazar todas las modalidades  de ilegalidad, que ahora se cometen descaradamente en todo el país; por ejemplo, no votar en las elecciones populares por aquellos que anticipan la publicidad proselitista, ni por hijos, cónyuges y amigotes de políticos con antecedentes de malversación del erario.
En fin, poner todo el empeño posible para que en el país florezca un régimen gubernamental de veras democrático, donde el aporte tributario de las personas tanto naturales como jurídicas se materialice en servicios, obras, infraestructura y beneficios para toda la población; es decir, sea motor de progreso para la creación de un desarrollo sostenible donde prime la igualdad y por lo menos su gente actué con imparcialidad, sobre todos los jueces y demás autoridades, que a menudo incurren en injusticias propiciatorias  de impunidad y violencia, factores adversos a la convivencia con mayor armonía, de la que tanto adolecemos ante la desconfianza mutua entre los habitantes de las mismas o diferentes comunidades.
Que en el Estado (departamentos, municipios y distritos), se establezcan leyes claras y concisas sin privilegios particulares. Normas que blinden la administración  pública de los defraudadores del fisco, que por lo general son funcionarios y políticos inescrupulosos a quienes no les importa el bienestar colectivo con tal de llenarse sus bolsillos, aunque al resto de personas les toque vivir en condiciones calamitosas con necesidades básicas insatisfechas, como ocurre en muchas latitudes del país.
Ahora el escándalo de turno es el carrusel de las contrataciones en el que se encuentran involucrados el alcalde de la capital del país, su hermano senador, el contralor del mismo distrito y un ex congresista, estos dos últimos ya sancionados por el Procurador  General de la República. Mañana, sin duda, será otro peor el mayor desfalco al tesoro público.
La gente honrada de este país pierde su capital cuando se mete a empresario, puesto que los grandes contratos se obtienen pagando coimas o mordidas del 6% en adelante, de lo contrario sólo recibe lo que llaman huesos. Además, los encargados de otorgar los contratos demoran sus pagos sin que valga ninguna queja ante las instancias de vigilancia y control, y – finalmente- los pequeños empresarios tienen que hacer créditos bancarios para pagar impuestos por servicios vendidos y facturados que no les han pagado. Y a veces les toca dar dádivas.
Que decir del pésimo estado de las calles que producen daños a los vehículos automotores y falta de semaforización, amén de lo intransitable de las vías terciarias entre corregimientos de cualquier municipio. Por lo tanto, es obvio, que duela tanto pagar impuestos.