COLUMNA

Sin cubierta

Un miércoles, cuando regresé a Valledupar después de un largo viaje, el vuelo desde Bogotá fue tranquilo y puntual (con un solo cambio de sala a última hora), pero al aterrizar nos recibió una llovizna persistente, un coletazo de la tormenta Melissa que rondaba el Caribe. 

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Un miércoles, cuando regresé a Valledupar después de un largo viaje, el vuelo desde Bogotá fue tranquilo y puntual (con un solo cambio de sala a última hora), pero al aterrizar nos recibió una llovizna persistente, un coletazo de la tormenta Melissa que rondaba el Caribe. 

La tripulación, con toda razón, decidió retrasar el descenso un poco más de 40 minutos por seguridad, los rayos acompañaban la llovizna y no existía una plataforma cubierta para proteger a los pasajeros. Una escena que se repite con cada lluvia, en pleno Aeropuerto Internacional Alfonso López Pumarejo. Sí, “internacional”, aunque sin las condiciones mínimas para que sus usuarios puedan descender o abordar sin mojarse, exponerse al sol o al riesgo de tormentas eléctricas.

Dentro del avión, compartí conversación con los pasajeros ilustres: Rodolfo Molina, presidente de la Fundación del Festival Vallenato, y el maestro Wilfran Castillo. El tema surgió de manera natural: nuestro Aeropuerto Internacional Alfonso López Pumarejo, que, con cada lluvia, nos recuerda cuánto falta para estar a la altura de las ciudades que aspiran a recibir el mundo. No es una crítica, sino un llamado amable de una realidad que puede cambiar, si unimos voluntades.

La apuesta del alcalde Ernesto Orozco por hacer de Valledupar una ciudad de eventos es una visión pertinente y necesaria. Y justamente por eso, el aeropuerto, nuestra carta de presentación ante el visitante, debe convertirse en un reflejo de esa apuesta. No se trata solo de una obra de infraestructura, sino de un símbolo de hospitalidad, seguridad y modernidad. Un espacio donde el turista sienta que ha llegado a una ciudad que lo espera con los brazos abiertos, sin temor a la lluvia ni al sol inclemente.

Ese día también viajaba el representante Ape Cuello, quien vivió junto a nosotros la espera en el avión. Su capacidad de gestión probada, sumada al liderazgo cultural de Rodolfo y Wilfran, puede servir de puente entre la visión local y el respaldo nacional que requiere esta transformación. Con ellos, y con un alcalde decidido a consolidar una ciudad vibrante, el momento es propicio para dar el paso.

Valledupar tiene todo para brillar música, gente, cultura, naturaleza, pero necesita que su aeropuerto esté a la altura de su identidad.

Por: Ricardo Reyes.

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