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¡Reflexiones decembrinas!

Se solía decir antiguamente que la humanidad se dividía entre quienes tenían y aquellos que no tenían, entre ricos y pobres.

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Esta temporada decembrina es propicia para desmarcarnos de nuestros hábitos consuetudinarios, que solo nos llevan a la monotonía, a actuar por impulsos exteriores, respondiendo a reflejos condicionados, que nos aprisionan en la que podemos denominar zona de confort. Mucha gente espera y aspira a alcanzar el éxito sin esforzarse, sin pagar un precio por él, que le puede significar salir de su zona de confort, de la modorra de su rutina cotidiana.

Ahora bien, alcanzar lo que te propones, coronar con éxito tu tarea, no te debe llevar a la seductora trampa de la autocomplacencia. Nelson Mandela, el Gandhi del siglo XXI, afirmó que “después de escalar una gran colina, uno se encuentra con que hay muchas más colinas por escalar”. Nada más cierto. Las colinas que escalemos nos deben servir de hitos para escalar las más elevadas hasta llegar al Éverest de nuestras vidas. Pero, para ello, es absolutamente indispensable desactivar nuestro piloto automático, despojarte de tus miedos, prejuicios y aprehensiones y tomar con tus propias manos el control de tu vida.

El gran escritor Jorge Zalamea tenía razón cuando dijo en uno de sus más hermosos poemas y tal vez el menos conocido, Vientos del Este: “salta hombre sobre tus propias fronteras, pues ya no cabes en ellas”. Definitivamente, hay que salir de la zona de confort y saltar sobre nuestras propias fronteras para llegar a tener una vida plena, trascendente y de mayores realizaciones. Y la clave está en el conocimiento, el cual muta continuamente. Heráclito dio en el clavo con su aserto de que “no es posible bañarse dos veces en el mismo río, porque nuevas aguas corren siempre sobre ti”. Algo similar acontece con el conocimiento, pues pese a sus avances nunca alcanza a agotar la realidad que, además de compleja, también cambia infinitamente.

Ello es tanto más cierto y válido en estos tiempos procelosos y disruptivos en los que nos cupo en suerte vivir, dominados y condicionados por los bruscos cambios tecnológicos propios de la cuarta revolución industrial y su triada envolvente: la big data, la internet de las cosas y la inteligencia artificial (IA). Se solía decir antiguamente que la humanidad se dividía entre quienes tenían y aquellos que no tenían, entre ricos y pobres; posteriormente, lo que la caracterizaba era que unos pocos sabían y acaparaban el conocimiento y los ignaros, que poco o nada sabían.

Hoy en día la información y el conocimiento fluyen de manera abrumadora a través de la red de internet, están al alcance de un clic. Dejaron de ser un privilegio.

El “imperio del futuro” como “imperio del conocimiento” que pronosticó Einstein se tornó anacrónico con el advenimiento de la cuarta revolución industrial, que trajo consigo su reconfiguración merced a la IA generativa, como el mayor repositorio del conocimiento a nivel global, gracias a la big data, amén de sus capacidades y competencias adquiridas, guiadas por algoritmos, al cual se puede acceder digitalmente. De ello se sigue que quien no cuenta con la conexión a la internet y, por ende, a la herramienta de la IA puede catalogarse como analfabeta funcional o disfuncional, según el caso.

Amylkar D. Acosta Medina

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