Con la “Noche de las Velitas” tan cerca, ¿qué es todo lo que hay detrás de esta tradición? ¿Qué representa? ¿Por qué se originó? Esta celebración, tan fuerte en algunos rincones de Colombia -que luchan cada año por no dejarla morir-, está directamente relacionada con la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Esa Concepción, sagrada para el pueblo católico del planeta entero, se dio en circunstancias maravillosas, únicas, ejemplares y, diría que, hasta irrepetibles. Este es un dogma de fe con el que crecemos espiritualmente los católicos, que consiste en afirmar que la Virgen María estuvo libre de pecado original desde su concepción, a través de toda su vida. La Virgen María, por obra y gracia de Dios, nunca se “contaminó” con el pecado que a todos nos ha correspondido al nacer; ella no, es la única que no. Dios la acompañó durante toda su vida y la cuidó de tal manera que el pecado nunca hizo de las suyas en ella. Podríamos decir, a partir de este relato, que la Virgen fue Santa siempre, desde el mismo momento en que inició su vida.
Este tema es clave, porque de manera permanente se asocia con que la Virgen quedó esperando a Jesús sin que mediaran relaciones sexuales. Eso es otro tema, diferente al que nos ocupa, ese se denomina la Concepción de Jesús y nada tiene que ver con la celebración de la que venimos hablando. Que quede claro que la Virgen fue concebida como cualquier otro ser humano, sus padres fueron Santa Ana y San Joaquín; pero Dios obró en ella, en su alma, para mantenerla inmaculada. Al encender las velitas, el pueblo cristiano recuerda y conmemora este dogma, lo saluda, siente orgullo profundo por dimensionarlo.
¿Por qué celebramos esta importante fecha en la noche del 7 de diciembre y para recibir el 8? Sencillo, porque esta fecha fue declarada dogma de la Iglesia Católica el 8 de diciembre de 1854 por el papa Pío IX, en la bula papal “Ineffabilis Deus”. Esta fiesta honra dicha declaración dogmática y la recordamos año tras año. La idea entonces radica en celebrar desde la víspera de la fiesta, la noche del 7 de diciembre, para preparar y ambientar nuestros corazones con esperanza y gozo para recibir el 8, y de paso, dar así inicio a los festejos de la temporada más linda del año: la Navidad. Luego viene la Novena de Aguinaldos, también de tradición católica y muy fuerte en Colombia y nuestro vecino, Ecuador, y la celebración del nacimiento de Jesús, el 25 de diciembre. La Novena no es nada diferente a un relato maravilloso, el del proceso que preparó al mundo para recibir al Niño Dios. Durante los 9 días se leen párrafos descriptivos de lo que sucedió en la vida de la Virgen María y de San José, para que finalmente se diera el nacimiento del Hijo de Dios, configurando un antes y un después en la historia de la humanidad.
Preparemos nuestros corazones para iniciar esta temporada, especial para todos, en la que la alegría y el compartir en familia son alicientes para enfrentar las adversidades de la vida, especialmente las actuales. No desaprovechemos esta oportunidad e inculquemos a los niños colombianos esta tradición, propia de lo que somos, para preservarla y mantenerla viva; sería muy triste perderla…
Mientras tanto, seguimos minuto a minuto la evolución de lo que está pasando en Venezuela. Cada vez estamos más cerca del fin del régimen. Los venezolanos pronto serán libres y, de paso, Latinoamérica también. México, Nicaragua y Cuba tiemblan, España también se preocupa porque Rodríguez Zapatero y Sánchez tienen un rol activo en lo que ha pasado con el país de la Vinotinto. En Estados Unidos, “el pollo” Carvajal sigue “cacareando” los secretos del cartel de los soles y sus relaciones con los dirigentes de izquierda de la región. La situación se hace cada vez más compleja para personajes como Cristina Kirchner -que no la pasa nada bien en Buenos Aires y por fin está pagando por tanta corrupción y maldad-, Evo Morales y Rafael Correa; no dejemos al señor Petro por fuera de esta ecuación. Todos hampones y saqueadores del erario en sus países, les llegó la hora de rendir cuentas.
Por: Jorge Eduardo Ávila.





