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La política al paredón en la guerra de la desinformación

¿A quién se le cree? Ya los medios no verifican, sino que amplifican la desinformación, más cuando se convierten en partidos de oposición.

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¿A quién se le cree? Ya los medios no verifican, sino que amplifican la desinformación, más cuando se convierten en partidos de oposición.

Es que, en la guerra, como en cualquier conflicto, lo primero que se pierde es la verdad, pero todo el mundo se cree depositario de ella, lo que es relativa para unos y absoluta para otros.

El meme reemplazó al pensamiento, pulverizando las propuestas. Los grandes medios no informan, editorializan disfrazados de objetividad. No argumentan, reaccionan;

No proponen, repiten… Y en esa repetición mecánica del odio, se ha perdido toda capacidad de análisis. 

Y sea el momento para poner el debate sobre la mesa, centrado en el síndrome de Tolstói, quien describe el comportamiento de las personas que ignoran la verdad, a pesar de la abrumadora evidencia que lo contradice. Este comportamiento recibe su nombre de una cita del conde León Tólstoi.

El mismo autor ruso lanza la sentencia política: “Todos piensan en cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse asimismo”, para luego despotricar de los políticos, sin excepción, en la disyuntiva de acertar o figurar, pero  al final pasa factura el servicio recíproco entre el candidato y su electorado.

El que desconoce la verdad, es un ignorante; pero el que la conoce y la desmiente, es un criminal: Bertolt Brecht, enunciado que puede ser el colofón en la guerra de la desinformación.

Se utiliza la locución inglesa ‘fake news’ para referirse a las noticias falsas, infundios, filfas o, coloquialmente, paparruchas; una forma de bulo que difunde contenido seudoperiodístico a través de portales de noticias, prensa escrita, radio, televisión o redes sociales y que tiene como objetivo desinformar para manipular la opinión pública y erosionar la estabilidad de los Estados y de sus instituciones.

En la era de la información digital, “las fake news”, que difunden información falsa deliberadamente, se han convertido en un fenómeno online difícil de controlar, por la rápida difusión y la dificultad de contrastación.

Es el artilugio que utilizó el exministro de Propaganda Nazi, Joseph Goebbels, caracterizado por emplear la exageración y desfiguración, vulgarización, orquestación y verosimilitud para desprestigiar y desdibujar la imagen del adversario, comportamiento por demás perverso y masivamente degradante por el efecto viral de las redes sociales. 

La grandilocuencia no pierde vigencia, gusta la oratoria como arte de expresar la palabra que instruye, persuade, conmueve, convence o divierte por medio de la elocuencia, pero se queda corto el discurso florido en la nueva era digital, más si en el radar del candidato no hay obras que mostrar y no se sustenta en el liderazgo carismático.

Por: Miguel Aroca Yepes.

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