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Días extraños

Para muchos, estos días son extraños, días diferentes que transcurren con la fragilidad del tiempo, como agua que se escurre entre las manos sin poder evitarlo o como arena muy fina de un reloj que a final del año ya se ha despedazado y que se desvanece escapándose entre los dedos.

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Para muchos, estos días son extraños, días diferentes que transcurren con la fragilidad del tiempo, como agua que se escurre entre las manos sin poder evitarlo o como arena muy fina de un reloj que a final del año ya se ha despedazado y que se desvanece escapándose entre los dedos.

No interesa si es un lunes o es un martes, o cualquier otro día de la semana, da igual cualquier día que sea para celebrar estas fechas. Muchos añoran la familia y el recuerdo de antaño que regurgita en esta época sin producirnos acidez. Tal vez nos cause nostalgia, al menos yo me vuelvo un mar de lágrimas y no me da pena expresarlo, pues la sensibilidad está a flor de piel en estos días. Y cómo no estarlo, si hay olores decembrinos que recuerdan a personas ausentes que aún llevamos prendidas en el alma, cómo no recordar la cocina de una abuela, de una madre o de una esposa, la risa de un abuelo, de un padre, de un hijo o de un hermano que esta vez no escucharemos. 

Ya no tengo necesidad de fingir lo que siento o no siento, a veces solo me abrazo a mi nostalgia y converso con las voces que están siempre ruidosas en mi cabeza, aunque me llamen loco. ¿Loco? Es un desperdicio no estar loco en estos tiempos, quizás sea la cordura que muchos no entienden. Tal vez muchos deberían intentarlo. Pues sí, porque por estos días entre recuerdos hablo con mis muertos, escucho en silencio las conversaciones que una vez sostuve con ellos y que otras veces no se dieron, pero cuando les quiero hablar solo levanto la mirada al cielo y finjo que ahí están, escondidos entre las nubes, masas cómplices de aparente algodón que los camuflan y no se detienen en su paso. Me entretengo escuchando los susurros que se animan con los míos y de otros vivos que me escuchan cuando hablo con ellos. Y es que como escritor muchas veces recojo los susurros también de desconocidos que se mueven escondidos en el vaivén de la brisa, silbando entre las risas o en el llanto de la tristeza que se vierte a veces como lágrimas caídas del cielo, provenientes de mil ojos que se unen creando uno solo.

Pero lo mejor de todos estos días extraños son las reflexiones que surgen cuando con disciplina regresas a los momentos ya pasados y hasta ahora escuchas muy bien las lecciones que dejaron, y aunque algunos sean como yo que niegan la existencia del tiempo, no podemos desconocer que al andar dejamos atrás muchas cosas que quizás no debimos y si pretendemos devolvernos tal vez no las encontraremos, y si lo hacemos quizás ya no estén como las dejamos. Por eso, queridos lectores, apreciemos el momento, este presente que vivimos y entreguemos lo mejor de nosotros, agradezcamos a los que están a nuestro lado por cada latido que nos han dado, agradezcamos los besos, los amores y las desdichas, porque de estas también se aprende.

Aprovecharé en estos días para mirarme con detenimiento al espejo y observar en mi rostro cada línea que me insiste que el tiempo existe, también aprovecharé para escuchar en silencio los latidos de mi corazón y cerraré mis ojos para demostrar una y mil veces más que lo invisible se muestra sin necesidad de mostrarse; llevaré a mi nieto a volar cometa, que por fortuna aún se consiguen y mientras lo veo como la eleva, yo soñaré con aquellas que no necesitan sino solo de sueños para volar, en donde sus alas se adormecen confiadas ante el descanso del viento, que no importa si existe una cuerda que las una a la tierra, porque en cada caricia de la brisa solo existe el cordón invisible de la paradójica libertad del alma.

Beberé, no lo niego, y aprovecharé, de igual forma, la distorsión que me cause el alcohol para buscar entre las sombras de mi mente los luceros que añoran ser la luna para reflejarse en los riachuelos o en alguna mágica laguna y no me importa si me embriago y caigo preso en las mentiras de mis sueños, porque si con ellas me condeno, que me ayuden ellas mismas a buscar en estos días extraños la verdadera esencia del alma y el propósito del hombre cuando añora la esperanza de ser mañana alguien mejor. ¡Feliz Navidad y un próspero año nuevo! Les deseo, queridos lectores.

POR: JAIRO MEJÍA.

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