A los maestros del país los felicitamos merecidamente por su labor
El pasado lunes 15 de mayo se celebraron 2 hechos importantes: por un lado, los profesores del país disfrutaron, como todos los años, de su día y por el otro, el expresidente Iván Duque Márquez, merecidamente, recibió el Premio Jerusalén, otorgado por la Organización Sionista Mundial y que fue entregado por la Federación Sionista de Colombia. A los maestros del país los felicitamos merecidamente por su labor y los invitamos muy respetuosamente a capacitarse constantemente para que, por medio de una pedagogía de vanguardia, favorezcan y potencien los aprendizajes de sus estudiantes. ¡Mis respetos y admiración señores educadores y muy queridos colegas!
El segundo hecho me generó sentimientos de nostalgia y recordé momentos difíciles que la humanidad vivió durante el 2020 y el 2021. La Federación Sionista de Colombia amablemente nos invitó a participar de un homenaje a quien recibiría, en el Centro Israelita de Bogotá, un importante premio. Hace meses que no veía en acción a un líder, a un personaje que, con claridad, pero especialmente diciendo la verdad, analizara la actual situación del país. Me refiero a Iván Duque, expresidente que extrañamos cada día más, hombre bueno, de gran talante, quien gobernó a Colombia durante la peor crisis de la humanidad. Duque estaba acompañado por los exministros Diego Molano -actual candidato a la Alcaldía de Bogotá- y Daniel Palacios y por su equipo de comunicaciones. Con absoluta claridad agradeció por ser reconocido como un amigo de Israel, razón por la que le fue concedido el Premio Jerusalén, y aprovechó al máximo la oportunidad de hablarle a un público expectante.
Duque reconoció que ese sería uno de sus primeros discursos en calidad de expresidente y no se guardó nada. Habló con respeto y demostrando suficiente conocimiento sobre cada tema acerca de los desatinos en cada paso que da el gobierno actual. Expuso su posición acerca de la reforma a la salud, de las tendencias estatizadoras de Petro, la reforma laboral, la pensional, el respeto a la tridivisión del poder y la importancia de defender el equilibrio entre las ramas del poder público, de su apoyo y admiración por nuestras Fuerzas Militares y de Policía, de la importancia y necesidad de defender los principios democráticos que nos han caracterizado, en fin, dijo de todo, se desahogó.
Impecables fueron sus palabras que esperamos no sean premonitorias, ya que reiteró que, de no reaccionar pronto, el orden constitucional podría verse seriamente comprometido por quienes han corrido la línea ética de manera sistemática desde hace más de un año; recordemos que estas preocupantes manifestaciones vienen siendo una tradición política del Pacto Histórico desde la campaña presidencial.
El expresidente Duque llamó al orden, analizó a fondo temas clave para nuestra seguridad y al respecto afirmó que “…un pueblo que desprecia la seguridad está condenado al triunfo del crimen.” Claro como el agua. Nos llamó a todos los colombianos al orden, nos invitó a defender la institucionalidad, a esta democracia que ahora vemos frágil, a respaldar a quienes nos han protegido de la delincuencia que tanto nos ha costado encarcelar y ahora pretenden dejar libre.
Duque demostró que su liderazgo era el que Colombia necesitaba para afrontar la pandemia. Lo demostró con hechos. Los resultados obtenidos por el país en semejante crisis fueron extraordinarios. La comunidad internacional, esta vez sí con sensatez y no como en otros momentos cuando ha validado procesos de la política colombiana que están muy en entredicho -léase el proceso de paz de Santos-, abiertamente reconoció la adecuada gestión del gobierno Duque, la obtención de muy buenos resultados y la manera como se reforzó nuestro sistema de salud para defender la vida de quienes nos contagiamos con ese maldito virus, de origen chino, que puso en jaque al planeta.
Extrañamos la templanza y claridad en los conceptos del expresidente. De este grupo hacemos parte quienes votamos por él como aquellos que hoy reconocen su error al haber apoyado al gobierno del mal llamado cambio.
A los maestros del país los felicitamos merecidamente por su labor
El pasado lunes 15 de mayo se celebraron 2 hechos importantes: por un lado, los profesores del país disfrutaron, como todos los años, de su día y por el otro, el expresidente Iván Duque Márquez, merecidamente, recibió el Premio Jerusalén, otorgado por la Organización Sionista Mundial y que fue entregado por la Federación Sionista de Colombia. A los maestros del país los felicitamos merecidamente por su labor y los invitamos muy respetuosamente a capacitarse constantemente para que, por medio de una pedagogía de vanguardia, favorezcan y potencien los aprendizajes de sus estudiantes. ¡Mis respetos y admiración señores educadores y muy queridos colegas!
El segundo hecho me generó sentimientos de nostalgia y recordé momentos difíciles que la humanidad vivió durante el 2020 y el 2021. La Federación Sionista de Colombia amablemente nos invitó a participar de un homenaje a quien recibiría, en el Centro Israelita de Bogotá, un importante premio. Hace meses que no veía en acción a un líder, a un personaje que, con claridad, pero especialmente diciendo la verdad, analizara la actual situación del país. Me refiero a Iván Duque, expresidente que extrañamos cada día más, hombre bueno, de gran talante, quien gobernó a Colombia durante la peor crisis de la humanidad. Duque estaba acompañado por los exministros Diego Molano -actual candidato a la Alcaldía de Bogotá- y Daniel Palacios y por su equipo de comunicaciones. Con absoluta claridad agradeció por ser reconocido como un amigo de Israel, razón por la que le fue concedido el Premio Jerusalén, y aprovechó al máximo la oportunidad de hablarle a un público expectante.
Duque reconoció que ese sería uno de sus primeros discursos en calidad de expresidente y no se guardó nada. Habló con respeto y demostrando suficiente conocimiento sobre cada tema acerca de los desatinos en cada paso que da el gobierno actual. Expuso su posición acerca de la reforma a la salud, de las tendencias estatizadoras de Petro, la reforma laboral, la pensional, el respeto a la tridivisión del poder y la importancia de defender el equilibrio entre las ramas del poder público, de su apoyo y admiración por nuestras Fuerzas Militares y de Policía, de la importancia y necesidad de defender los principios democráticos que nos han caracterizado, en fin, dijo de todo, se desahogó.
Impecables fueron sus palabras que esperamos no sean premonitorias, ya que reiteró que, de no reaccionar pronto, el orden constitucional podría verse seriamente comprometido por quienes han corrido la línea ética de manera sistemática desde hace más de un año; recordemos que estas preocupantes manifestaciones vienen siendo una tradición política del Pacto Histórico desde la campaña presidencial.
El expresidente Duque llamó al orden, analizó a fondo temas clave para nuestra seguridad y al respecto afirmó que “…un pueblo que desprecia la seguridad está condenado al triunfo del crimen.” Claro como el agua. Nos llamó a todos los colombianos al orden, nos invitó a defender la institucionalidad, a esta democracia que ahora vemos frágil, a respaldar a quienes nos han protegido de la delincuencia que tanto nos ha costado encarcelar y ahora pretenden dejar libre.
Duque demostró que su liderazgo era el que Colombia necesitaba para afrontar la pandemia. Lo demostró con hechos. Los resultados obtenidos por el país en semejante crisis fueron extraordinarios. La comunidad internacional, esta vez sí con sensatez y no como en otros momentos cuando ha validado procesos de la política colombiana que están muy en entredicho -léase el proceso de paz de Santos-, abiertamente reconoció la adecuada gestión del gobierno Duque, la obtención de muy buenos resultados y la manera como se reforzó nuestro sistema de salud para defender la vida de quienes nos contagiamos con ese maldito virus, de origen chino, que puso en jaque al planeta.
Extrañamos la templanza y claridad en los conceptos del expresidente. De este grupo hacemos parte quienes votamos por él como aquellos que hoy reconocen su error al haber apoyado al gobierno del mal llamado cambio.