No es una tarea difícil si se cuenta con el concurso decidido de las autoridades instituidas para tal fin, pero sí un tanto complicada y riesgosa, dada las especiales características inherentes al segmento poblacional a quien va dirigida la acción. El mototaxismo, a pesar de ser considerado en nuestro país una actividad ilegal, por todas […]
No es una tarea difícil si se cuenta con el concurso decidido de las autoridades instituidas para tal fin, pero sí un tanto complicada y riesgosa, dada las especiales características inherentes al segmento poblacional a quien va dirigida la acción.
El mototaxismo, a pesar de ser considerado en nuestro país una actividad ilegal, por todas sus implicaciones, se ha venido entronizando sistemáticamente en nuestra ciudad, al punto de convertirse en motivo de preocupación y en un verdadero reto, tanto para las autoridades como para la ciudadanía en general, puesto que el uso desaforado e irresponsable de estos vehículos, conducidos la mayoría por personajes anónimos y siniestros, han dado al traste con la calma y tranquilidad que debe reinar en toda comunidad civilizada.
No es mi estilo aludir, por respeto, a “administraciones anteriores”, pero ciertamente ha habido en el pasado algo de indiferencia y apatía, ante el accionar de muchos mototaxistas, quienes no utilizan sus vehículos únicamente como un medio de subsistencia; considero que debido al desmedido crecimiento de este medio de transporte y vislumbrando todos los males que ello acarrearía a nuestra ciudad, han debido ser más previsivos, aplicando oportunamente los correctivos necesarios, a fin de evitar lo que hoy estamos padeciendo.
Nuestro alcalde Fredys Socarrás Reales consciente del caos y la anarquía que se ha apoderado de Valledupar, por cuenta del mototaxismo, en buena hora decidió emprender acciones correctivas radicales, a fin de erradicar este flagelo; para el efecto y de manera valerosa y audaz, expidió el Decreto respectivo, que tanta polémica ha suscitado en algunos círculos de opinión, esos, cuyo inveterado oficio ha sido la crítica destructiva, pero que carecen de la sindéresis necesaria para interpretar cabalmente los verdaderos propósitos del Alcalde, cuales son, devolver a nuestra tierra esa cara amable y pacífica que históricamente la ha caracterizado.
De otra parte, el alcalde Socarrás Reales, con un alto sentido humanístico, ha implementado alternativas tendientes a dignificar el estatus laboral de los mototaxistas y, adicionalmente, permitirles una verdadera y efectiva reinserción a las sanas costumbres de la sociedad; esperamos que ellos mismos, desestimando la voz altisonante de la crítica peregrina, procesen mentalmente los objetivos que la Alcaldía les ha trazado para su bienestar presente y futuro.
Si somos consecuentes y deseamos que nuestra ciudad y sus calles nos sigan brindando seguridad, solaz y esparcimiento, debemos apoyar sin reservas, las medidas tomadas por un Alcalde intrépido en el momento justo de una disyuntiva crucial: o sometemos la práctica ilegal del mototaxismo, o el mototaxismo nos somete a todos.
Por Leovigildo Rodríguez Vega
No es una tarea difícil si se cuenta con el concurso decidido de las autoridades instituidas para tal fin, pero sí un tanto complicada y riesgosa, dada las especiales características inherentes al segmento poblacional a quien va dirigida la acción. El mototaxismo, a pesar de ser considerado en nuestro país una actividad ilegal, por todas […]
No es una tarea difícil si se cuenta con el concurso decidido de las autoridades instituidas para tal fin, pero sí un tanto complicada y riesgosa, dada las especiales características inherentes al segmento poblacional a quien va dirigida la acción.
El mototaxismo, a pesar de ser considerado en nuestro país una actividad ilegal, por todas sus implicaciones, se ha venido entronizando sistemáticamente en nuestra ciudad, al punto de convertirse en motivo de preocupación y en un verdadero reto, tanto para las autoridades como para la ciudadanía en general, puesto que el uso desaforado e irresponsable de estos vehículos, conducidos la mayoría por personajes anónimos y siniestros, han dado al traste con la calma y tranquilidad que debe reinar en toda comunidad civilizada.
No es mi estilo aludir, por respeto, a “administraciones anteriores”, pero ciertamente ha habido en el pasado algo de indiferencia y apatía, ante el accionar de muchos mototaxistas, quienes no utilizan sus vehículos únicamente como un medio de subsistencia; considero que debido al desmedido crecimiento de este medio de transporte y vislumbrando todos los males que ello acarrearía a nuestra ciudad, han debido ser más previsivos, aplicando oportunamente los correctivos necesarios, a fin de evitar lo que hoy estamos padeciendo.
Nuestro alcalde Fredys Socarrás Reales consciente del caos y la anarquía que se ha apoderado de Valledupar, por cuenta del mototaxismo, en buena hora decidió emprender acciones correctivas radicales, a fin de erradicar este flagelo; para el efecto y de manera valerosa y audaz, expidió el Decreto respectivo, que tanta polémica ha suscitado en algunos círculos de opinión, esos, cuyo inveterado oficio ha sido la crítica destructiva, pero que carecen de la sindéresis necesaria para interpretar cabalmente los verdaderos propósitos del Alcalde, cuales son, devolver a nuestra tierra esa cara amable y pacífica que históricamente la ha caracterizado.
De otra parte, el alcalde Socarrás Reales, con un alto sentido humanístico, ha implementado alternativas tendientes a dignificar el estatus laboral de los mototaxistas y, adicionalmente, permitirles una verdadera y efectiva reinserción a las sanas costumbres de la sociedad; esperamos que ellos mismos, desestimando la voz altisonante de la crítica peregrina, procesen mentalmente los objetivos que la Alcaldía les ha trazado para su bienestar presente y futuro.
Si somos consecuentes y deseamos que nuestra ciudad y sus calles nos sigan brindando seguridad, solaz y esparcimiento, debemos apoyar sin reservas, las medidas tomadas por un Alcalde intrépido en el momento justo de una disyuntiva crucial: o sometemos la práctica ilegal del mototaxismo, o el mototaxismo nos somete a todos.
Por Leovigildo Rodríguez Vega