Asistir hoy en día a cualquier evento es un verdadero dolor de cabeza. De los tiempos de antes cuando las personas compraban libremente un regalo de matrimonio, que por lo general era una olla arrocera, y lo entregaban a los novios para su vida futura, hemos caído en una práctica inelegante, de mal gusto y hasta corroncha, la “distinguida” lluvia de sobres, que consiste literalmente en entregar dinero en efectivo para financiar matrimonios, babyshowers, despedidas de solteros, 15 años, bautizos, primeras comuniones y hasta fiestas de niños.
Por: Jacobo Solano Cerchiaro
Por solicitud de muchos lectores, hoy repito esta columna publicada hace 3 años y la más visitada en la web.
Asistir hoy en día a cualquier evento es un verdadero dolor de cabeza. De los tiempos de antes cuando las personas compraban libremente un regalo de matrimonio, que por lo general era una olla arrocera, y lo entregaban a los novios para su vida futura, hemos caído en una práctica inelegante, de mal gusto y hasta corroncha, la “distinguida” lluvia de sobres, que consiste literalmente en entregar dinero en efectivo para financiar matrimonios, babyshowers, despedidas de solteros, 15 años, bautizos, primeras comuniones y hasta fiestas de niños, ¿qué tal? Según las reglas de la etiqueta esta práctica sólo debe sugerirse para matrimonios en los que la pareja va a vivir fuera del país por obvias razones.
La tradición indica, que los regalos suelen ser una muestra de amistad, agradecimiento, cariño o felicitación hacia otras personas que comparten con nosotros un momento especial, y por ello, es un acto voluntario, que no debe ser subordinado a reglas, imposiciones ni recomendaciones. Sin embargo, en nuestra sociedad mercantilista, se inventan la famosa lluvia que a muchos mortifica, más aún, cuando a veces la tarjeta trae la sugerencia de que sea en euros o dólares, llegando a convertirse en muchos casos, en una solución temporala la crisis económica que a veces impide realizar una celebración.
Algunos están de acuerdo con esta nueva moda, mientras que otros la critican fuertemente y aunque los invitados no manifiesten su desagrado, porque jamás se lo harán saber, el sentimiento de malestar es muy grande, por que vaya como vaya el sobre y por muy adornado que esté, el solo hecho de que lleve impresa la nota “Lluvia de Sobres”, ya es incomodo para el invitado, pues nunca sabrá cuanta es la cantidad de dinero que esperan recibir o si será la cantidad suficiente para generar conformidad al homenajeado. Es una práctica tan desagradable que en ocasiones se convierte en un impedimento para asistir a la reunión.
Con este artículo corro el riesgo de no volver a ser invitado a fiesta alguna, pero como no soy muy asiduo a estos ágapes de etiqueta, glamour e hipocresía, poco me preocupa. La lluvia de sobres es una modalidad que ha convertido las fechas especiales en una forma de medir cuánto vale un amigo o familiar; y lo que es más triste aún, algo tan agradable como acompañar a seres queridos en eventos que sólo se dan una vez en la vida, se convierte en un angustioso viacrucis por determinar cuánto se introduce en el dichoso sobre. Todo por temor al qué dirán.
Asistir hoy en día a cualquier evento es un verdadero dolor de cabeza. De los tiempos de antes cuando las personas compraban libremente un regalo de matrimonio, que por lo general era una olla arrocera, y lo entregaban a los novios para su vida futura, hemos caído en una práctica inelegante, de mal gusto y hasta corroncha, la “distinguida” lluvia de sobres, que consiste literalmente en entregar dinero en efectivo para financiar matrimonios, babyshowers, despedidas de solteros, 15 años, bautizos, primeras comuniones y hasta fiestas de niños.
Por: Jacobo Solano Cerchiaro
Por solicitud de muchos lectores, hoy repito esta columna publicada hace 3 años y la más visitada en la web.
Asistir hoy en día a cualquier evento es un verdadero dolor de cabeza. De los tiempos de antes cuando las personas compraban libremente un regalo de matrimonio, que por lo general era una olla arrocera, y lo entregaban a los novios para su vida futura, hemos caído en una práctica inelegante, de mal gusto y hasta corroncha, la “distinguida” lluvia de sobres, que consiste literalmente en entregar dinero en efectivo para financiar matrimonios, babyshowers, despedidas de solteros, 15 años, bautizos, primeras comuniones y hasta fiestas de niños, ¿qué tal? Según las reglas de la etiqueta esta práctica sólo debe sugerirse para matrimonios en los que la pareja va a vivir fuera del país por obvias razones.
La tradición indica, que los regalos suelen ser una muestra de amistad, agradecimiento, cariño o felicitación hacia otras personas que comparten con nosotros un momento especial, y por ello, es un acto voluntario, que no debe ser subordinado a reglas, imposiciones ni recomendaciones. Sin embargo, en nuestra sociedad mercantilista, se inventan la famosa lluvia que a muchos mortifica, más aún, cuando a veces la tarjeta trae la sugerencia de que sea en euros o dólares, llegando a convertirse en muchos casos, en una solución temporala la crisis económica que a veces impide realizar una celebración.
Algunos están de acuerdo con esta nueva moda, mientras que otros la critican fuertemente y aunque los invitados no manifiesten su desagrado, porque jamás se lo harán saber, el sentimiento de malestar es muy grande, por que vaya como vaya el sobre y por muy adornado que esté, el solo hecho de que lleve impresa la nota “Lluvia de Sobres”, ya es incomodo para el invitado, pues nunca sabrá cuanta es la cantidad de dinero que esperan recibir o si será la cantidad suficiente para generar conformidad al homenajeado. Es una práctica tan desagradable que en ocasiones se convierte en un impedimento para asistir a la reunión.
Con este artículo corro el riesgo de no volver a ser invitado a fiesta alguna, pero como no soy muy asiduo a estos ágapes de etiqueta, glamour e hipocresía, poco me preocupa. La lluvia de sobres es una modalidad que ha convertido las fechas especiales en una forma de medir cuánto vale un amigo o familiar; y lo que es más triste aún, algo tan agradable como acompañar a seres queridos en eventos que sólo se dan una vez en la vida, se convierte en un angustioso viacrucis por determinar cuánto se introduce en el dichoso sobre. Todo por temor al qué dirán.