Juglares de la música vallenata ya no quedan; que yo recuerde, solo Calixto Ochoa está con nosotros. Fue una generación estelar que, en términos siderales, fue una pavesa, pero dejó su estela guía para siempre.
Por: Luis Napoleón de Armas P.
Juglares de la música vallenata ya no quedan; que yo recuerde, solo Calixto Ochoa está con nosotros. Fue una generación estelar que, en términos siderales, fue una pavesa, pero dejó su estela guía para siempre.
Ellos inventaron este género musical, partiendo de la nada, combinando la música con la poesía, el relato costumbrista con la historia, el amor con la amistad. Si dioses son los que crean, ellos lo hicieron; el género vallenato es una criatura que pusieron a vivir en la provincia de Padilla pero sin pecado original.
El verso picaresco era la mejor forma de comunicarse, la fraternidad era total. En este paraíso no estuvo el demonio ni hubo desobediencias; todo era permitido así como el bardo tiene sus licencias. Las notas del acordeón, el retumbar de la caja y el chirrido de la guacharaca, conjuraban espantos; la música lo era todo. Lo raro es que nadie sabía que eran dioses con figura corporal. No había Old Parr pero sí mucho ron Caña y chirinche y nadie moría de cirrosis. Nadie llegó a sospechar que unos parranderos en el patio de una casa, tomando ron y sancocho de gallina, a lo mejor robada, estarían fundando la universidad del vallenato, las proyecciones que hacían sin darse cuenta;no las intuían. Ellos no eran extraterrestres pero por sus genialidades y conocimientos musicales lo parecían.
La gente los tocaba, los trataba y se inmiscuía en sus parrandas, que hacían propias. Fue una cohorte de lujo, irrepetible, quizás; allí estaban Escalona, Lorenzo Morales, Toño Salas y su hermano Emilianito, Juan Muñoz con su cajera la señora Gabriela, Poncho Cotes y Leandro con sus siameses “Toño” Brahim y Hugo Araújo. Fue una generación de lujo. Recuerdo siendo yo muy niño que la Jagua del Pilar era un punto de encuentro, allí los esperaban Federico y Melquiades Salas, dos decimeros insignes.
Las fiestas de la Virgen del Pilar eran un motivo. Muchos ya no están, ahora se nos fue Leandro después de cumplir su misión, el hombre que mejor ha descrito la naturaleza sin verla, al menos como lavemos nosotros; las aguas turbias las veía claras; a las feas, bellas, así fueran gorditas; el mejor cuadro del verano lo pintó Leandro así como el paisaje de Matilde Lina.
Leandro siempre fue un hombre alegre, nada pedía, muchos le ofrecieron cosas, pocos le cumplieron; mucha gratitud le debemos; siempre le cantó a la unión marital de sus amigos mientras él lloraba por amor. Gracias, Leandro no viviste en vano, nos diste mucha alegría. Ivo, un abrazo para ti y para los tuyos. Te digoque Leandro no ha muerto, está en otro plano y vivirá por siempre.
Juglares de la música vallenata ya no quedan; que yo recuerde, solo Calixto Ochoa está con nosotros. Fue una generación estelar que, en términos siderales, fue una pavesa, pero dejó su estela guía para siempre.
Por: Luis Napoleón de Armas P.
Juglares de la música vallenata ya no quedan; que yo recuerde, solo Calixto Ochoa está con nosotros. Fue una generación estelar que, en términos siderales, fue una pavesa, pero dejó su estela guía para siempre.
Ellos inventaron este género musical, partiendo de la nada, combinando la música con la poesía, el relato costumbrista con la historia, el amor con la amistad. Si dioses son los que crean, ellos lo hicieron; el género vallenato es una criatura que pusieron a vivir en la provincia de Padilla pero sin pecado original.
El verso picaresco era la mejor forma de comunicarse, la fraternidad era total. En este paraíso no estuvo el demonio ni hubo desobediencias; todo era permitido así como el bardo tiene sus licencias. Las notas del acordeón, el retumbar de la caja y el chirrido de la guacharaca, conjuraban espantos; la música lo era todo. Lo raro es que nadie sabía que eran dioses con figura corporal. No había Old Parr pero sí mucho ron Caña y chirinche y nadie moría de cirrosis. Nadie llegó a sospechar que unos parranderos en el patio de una casa, tomando ron y sancocho de gallina, a lo mejor robada, estarían fundando la universidad del vallenato, las proyecciones que hacían sin darse cuenta;no las intuían. Ellos no eran extraterrestres pero por sus genialidades y conocimientos musicales lo parecían.
La gente los tocaba, los trataba y se inmiscuía en sus parrandas, que hacían propias. Fue una cohorte de lujo, irrepetible, quizás; allí estaban Escalona, Lorenzo Morales, Toño Salas y su hermano Emilianito, Juan Muñoz con su cajera la señora Gabriela, Poncho Cotes y Leandro con sus siameses “Toño” Brahim y Hugo Araújo. Fue una generación de lujo. Recuerdo siendo yo muy niño que la Jagua del Pilar era un punto de encuentro, allí los esperaban Federico y Melquiades Salas, dos decimeros insignes.
Las fiestas de la Virgen del Pilar eran un motivo. Muchos ya no están, ahora se nos fue Leandro después de cumplir su misión, el hombre que mejor ha descrito la naturaleza sin verla, al menos como lavemos nosotros; las aguas turbias las veía claras; a las feas, bellas, así fueran gorditas; el mejor cuadro del verano lo pintó Leandro así como el paisaje de Matilde Lina.
Leandro siempre fue un hombre alegre, nada pedía, muchos le ofrecieron cosas, pocos le cumplieron; mucha gratitud le debemos; siempre le cantó a la unión marital de sus amigos mientras él lloraba por amor. Gracias, Leandro no viviste en vano, nos diste mucha alegría. Ivo, un abrazo para ti y para los tuyos. Te digoque Leandro no ha muerto, está en otro plano y vivirá por siempre.