Las tres últimas encuestas de consumo cultural (ECC) -la última aplicada en el 2017 y divulgada en el 2018- encumbraron al vallenato como el género preferido de los colombianos. En esta, el vallenato encabezaba con un 60,9 %, seguido de la música tropical con un 57,6 %.
De manera oportuna y pertinente, el editorial de EL PILÓN titulado ‘El vallenato, entre lo urbano y lo mexicano’ pone sobre la mesa un tema tan pringamocero como ineludible: el riesgo inminente que el género vallenato esté cayendo en las preferencias del público nacional. Un riesgo que se aprecia en las tendencias a fusionar el vallenato con esas sonoridades urbanas y hasta, algunos de sus autores, han comenzado a crear canciones para los intérpretes de música de despecho.
Sin ser ave de mal agüero, es posible que así como el porro y la cumbia relevó la música andina nacional en los 50 y, desde los 80, el vallenato a esos géneros tropicales, la aclimatación paisa de la música mexicana y los géneros urbanos, logren lo que no pudo el merengue, la salsa, la champeta y otros: hacer que el vallenato deje ser la música preferente en Colombia.
Las tres últimas encuestas de consumo cultural (ECC) -la última aplicada en el 2017 y divulgada en el 2018- encumbraron al vallenato como el género preferido de los colombianos. En esta, el vallenato encabezaba con un 60,9 %, seguido de la música tropical con un 57,6 %. Le siguen la balada (45,65 %), el reggaetón (44,9 %) y la mexicana (36,2 %).
Pero, la ECC segmentaba la población, esto permitió descubrir que entre los más jóvenes el reggaetón ya le llevaba la delantera (69,0 %) al vallenato que se ubicaba en el segundo lugar (53,3 %). Lo anterior es algo comprensible, pese a que la nueva ola vallenata logró mayor interpelación en el público juvenil regional, la mayoría de estos prefieren la música urbana, se trata de una afinidad hacia nuevas sonoridades discotequeras.
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El impulso mediático que ha tenido la música popular de despecho posterior a esa encuesta y la reggaetonización que se toma el mundo, a lo que no escapa Colombia, avanzan vertiginosos hacia un cambio de tendencias en preferencias musicales.
Varias aristas conspiran para que el vallenato evidencie su declive. Aunque sigue con mucha dinámica en el Caribe, en la zona andina y otras regiones del país no se vislumbra un relevo generacional de Diomedes, Orozco, Oñate, Zuleta, Silvio Brito o Zabaleta. De tal manera que solo se escuchan los clásicos de estos intérpretes y el repertorio sensiblero de los 90 con intérpretes como Los Diablitos, Miguel Morales, Los Inquietos, Los Chiches, Los Gigantes.
La nueva oferta vallenata no seduce al melómano del interior del país, no saben quién es Diego Daza, Churo Díaz, Mono Zabaleta ni Elder Dayan. Silvestre les llega, pero más con sus fusiones que con lo vallenato. Jorge Celedón, Centeno y Peter Manjarréz cada vez se escuchan menos. Algo similar sucede en Monterrey, no saben quién es Silvestre, Peter o Pipe Peláez, pero desde Andrés Landeros, Luis Enrique, Alfredo Gutiérrez hasta Rafa Orozco siguen pegando.
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Un repertorio anquilosado, no se renueva, una mentalidad doméstica de la nueva hornada de músicos que creen estar conquistando el mundo por tener un contrato cada semana en un festival de pueblo o fiesta privada, son claves para entender la pérdida de posicionamiento. La gente del país se enamoró del vallenato por las líricas de las canciones, y esa es la principal crisis del vallenato contemporáneo: la falta de creatividad, lucidez y lirismo en las canciones. Lo jergal, prosaico, explícito y chabacano se apoderó de la canción vallenata y, eso, aunque tenga su público, también ahuyenta a otro.
Los intérpretes no se unen alrededor de un proyecto que apueste por el relanzamiento del vallenato en el mainstream, se mantienen en celos y conflictos entre ellos. Por otro lado, hay una fiebre de vedetización en los nuevos intérpretes, apenas están iniciando y ya están poniendo barreras entre ellos y el público, hasta con los medios.
Me contaba un experto en mercadeo musical en Bogotá que escuchó quejarse a Diva Jesurum, persona a cargo de la franja de farándula en Caracol Televisión, por lo difícil que le era lograr un contacto directo con los cantantes vallenatos más reconocidos del momento, en cambio, los de música popular se reúnen entre todos e invitan a los que pueden promover su música para ofrecerles atenciones.
Si bien el vallenato ha demostrado su gran potencial de porosidad y negociación como clave de supervivencia, parece previsible que esté comenzando a despedirse del cimero sitial en el que lo dejaron los “mampanos” que hoy añoramos.
Por: Abel Medina Sierra
Las tres últimas encuestas de consumo cultural (ECC) -la última aplicada en el 2017 y divulgada en el 2018- encumbraron al vallenato como el género preferido de los colombianos. En esta, el vallenato encabezaba con un 60,9 %, seguido de la música tropical con un 57,6 %.
De manera oportuna y pertinente, el editorial de EL PILÓN titulado ‘El vallenato, entre lo urbano y lo mexicano’ pone sobre la mesa un tema tan pringamocero como ineludible: el riesgo inminente que el género vallenato esté cayendo en las preferencias del público nacional. Un riesgo que se aprecia en las tendencias a fusionar el vallenato con esas sonoridades urbanas y hasta, algunos de sus autores, han comenzado a crear canciones para los intérpretes de música de despecho.
Sin ser ave de mal agüero, es posible que así como el porro y la cumbia relevó la música andina nacional en los 50 y, desde los 80, el vallenato a esos géneros tropicales, la aclimatación paisa de la música mexicana y los géneros urbanos, logren lo que no pudo el merengue, la salsa, la champeta y otros: hacer que el vallenato deje ser la música preferente en Colombia.
Las tres últimas encuestas de consumo cultural (ECC) -la última aplicada en el 2017 y divulgada en el 2018- encumbraron al vallenato como el género preferido de los colombianos. En esta, el vallenato encabezaba con un 60,9 %, seguido de la música tropical con un 57,6 %. Le siguen la balada (45,65 %), el reggaetón (44,9 %) y la mexicana (36,2 %).
Pero, la ECC segmentaba la población, esto permitió descubrir que entre los más jóvenes el reggaetón ya le llevaba la delantera (69,0 %) al vallenato que se ubicaba en el segundo lugar (53,3 %). Lo anterior es algo comprensible, pese a que la nueva ola vallenata logró mayor interpelación en el público juvenil regional, la mayoría de estos prefieren la música urbana, se trata de una afinidad hacia nuevas sonoridades discotequeras.
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El impulso mediático que ha tenido la música popular de despecho posterior a esa encuesta y la reggaetonización que se toma el mundo, a lo que no escapa Colombia, avanzan vertiginosos hacia un cambio de tendencias en preferencias musicales.
Varias aristas conspiran para que el vallenato evidencie su declive. Aunque sigue con mucha dinámica en el Caribe, en la zona andina y otras regiones del país no se vislumbra un relevo generacional de Diomedes, Orozco, Oñate, Zuleta, Silvio Brito o Zabaleta. De tal manera que solo se escuchan los clásicos de estos intérpretes y el repertorio sensiblero de los 90 con intérpretes como Los Diablitos, Miguel Morales, Los Inquietos, Los Chiches, Los Gigantes.
La nueva oferta vallenata no seduce al melómano del interior del país, no saben quién es Diego Daza, Churo Díaz, Mono Zabaleta ni Elder Dayan. Silvestre les llega, pero más con sus fusiones que con lo vallenato. Jorge Celedón, Centeno y Peter Manjarréz cada vez se escuchan menos. Algo similar sucede en Monterrey, no saben quién es Silvestre, Peter o Pipe Peláez, pero desde Andrés Landeros, Luis Enrique, Alfredo Gutiérrez hasta Rafa Orozco siguen pegando.
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Un repertorio anquilosado, no se renueva, una mentalidad doméstica de la nueva hornada de músicos que creen estar conquistando el mundo por tener un contrato cada semana en un festival de pueblo o fiesta privada, son claves para entender la pérdida de posicionamiento. La gente del país se enamoró del vallenato por las líricas de las canciones, y esa es la principal crisis del vallenato contemporáneo: la falta de creatividad, lucidez y lirismo en las canciones. Lo jergal, prosaico, explícito y chabacano se apoderó de la canción vallenata y, eso, aunque tenga su público, también ahuyenta a otro.
Los intérpretes no se unen alrededor de un proyecto que apueste por el relanzamiento del vallenato en el mainstream, se mantienen en celos y conflictos entre ellos. Por otro lado, hay una fiebre de vedetización en los nuevos intérpretes, apenas están iniciando y ya están poniendo barreras entre ellos y el público, hasta con los medios.
Me contaba un experto en mercadeo musical en Bogotá que escuchó quejarse a Diva Jesurum, persona a cargo de la franja de farándula en Caracol Televisión, por lo difícil que le era lograr un contacto directo con los cantantes vallenatos más reconocidos del momento, en cambio, los de música popular se reúnen entre todos e invitan a los que pueden promover su música para ofrecerles atenciones.
Si bien el vallenato ha demostrado su gran potencial de porosidad y negociación como clave de supervivencia, parece previsible que esté comenzando a despedirse del cimero sitial en el que lo dejaron los “mampanos” que hoy añoramos.
Por: Abel Medina Sierra