Desde niños nos enseñaron que mentir era algo grave, por decir mentiras era posible que un niño recibiera un soberano castigo.
Desde niños nos enseñaron que mentir era algo grave, por decir mentiras era posible que un niño recibiera un soberano castigo.
En mi hogar siempre vi ese ejemplo, de estar apegado a la verdad. Eso me costó incidentes con compañeros de estudio, porque no era capaz de ocultar una verdad, por mucho que el afectado fuera uno de mis grandes amigos.
Hoy con el desarrollo tecnológico y el fortalecimiento de las distintas vertientes políticas, ya el tema de la verdad pasó a un segundo plano y siento que la sociedad así lo acepta, cada sector defiende y quiere imponer una verdad.
Existen en el ambiente unas “verdades” que repiten ciertas legiones y hay de aquel que se las contradiga. Por ejemplo una afirmación muy de moda, que la dan por verdad revelada, (digo revelada porque es sin pruebas), es que Uribe asesinó a 6.402 inocentes, conocidos como falsos positivos.
Vaya usted y le explica a un seguidor de Timochenco o Petro que eso no es verdad, que la cifra incluso tiene información anterior al gobierno de Uribe, que los militares condenados a 40 o 50 o más años por esos abominables crímenes, algunos han aceptado su responsabilidad y otros están pagando sus condenas, sin que ni uno solo diga que Uribe tuvo algo que ver con eso, que esa cifra es el número que se investiga, por lo tanto no está plenamente determinada con precisión, llegando al extremos que una persona a la que le sugerí cerrar la cifra en 6.400, me dijo que no iba a mentir por dos muertos para salvar a Uribe.
Entonces comienza la otra verdad, diciendo que fue por la política de seguridad democrática, que pagaban por número de muertos (esto último si es fácil probar que no es cierto, se llama positivo en el ejército a la acción, no por el número), que la idea era matar inocentes y no perseguir a los terroristas.
Yo me cuestiono entonces que pasará con la verdad hacia futuro, cuál se impondrá, porque hacia atrás, como todo se condensaba, como forma de perdurar, en libros, y estos se convertían en guías de estudio por años y años, había uniformidad en la verdad.
Hoy no ocurre eso y muere mucha gente con una verdad que varía mucho de los hechos; pero a quién le importa averiguar los hechos, es más fácil tomar una “verdad”, dicha por alguien a fin a mi pensamiento y defender esa supuesta verdad.
Es tan débil hoy la verdad, que la verdad de hoy cambia en masa y una mayoría deja de repetir la verdad que antes creía y defendía, por una nueva verdad y luego la nueva generación termina retomando una verdad que fue transformada.
Está muy próximo a conocerse el documento que han llamado de la verdad y la comisión que lo redacta se llama así, de la verdad. Esperemos para ver quienes aceptan y dan por hecho esas verdades que saldrán y quiénes no.
Existe mucha expectativa porque ya hay quienes creen que por coincidir ideológicamente los integrantes de la Comisión de la Verdad, puede tener un sesgo que se apropie de una verdad.
Esperemos que no sea así y efectivamente coincidamos los colombianos con unas verdades, para evitar que haya tantas como corrientes de pensamiento.
Desde niños nos enseñaron que mentir era algo grave, por decir mentiras era posible que un niño recibiera un soberano castigo.
Desde niños nos enseñaron que mentir era algo grave, por decir mentiras era posible que un niño recibiera un soberano castigo.
En mi hogar siempre vi ese ejemplo, de estar apegado a la verdad. Eso me costó incidentes con compañeros de estudio, porque no era capaz de ocultar una verdad, por mucho que el afectado fuera uno de mis grandes amigos.
Hoy con el desarrollo tecnológico y el fortalecimiento de las distintas vertientes políticas, ya el tema de la verdad pasó a un segundo plano y siento que la sociedad así lo acepta, cada sector defiende y quiere imponer una verdad.
Existen en el ambiente unas “verdades” que repiten ciertas legiones y hay de aquel que se las contradiga. Por ejemplo una afirmación muy de moda, que la dan por verdad revelada, (digo revelada porque es sin pruebas), es que Uribe asesinó a 6.402 inocentes, conocidos como falsos positivos.
Vaya usted y le explica a un seguidor de Timochenco o Petro que eso no es verdad, que la cifra incluso tiene información anterior al gobierno de Uribe, que los militares condenados a 40 o 50 o más años por esos abominables crímenes, algunos han aceptado su responsabilidad y otros están pagando sus condenas, sin que ni uno solo diga que Uribe tuvo algo que ver con eso, que esa cifra es el número que se investiga, por lo tanto no está plenamente determinada con precisión, llegando al extremos que una persona a la que le sugerí cerrar la cifra en 6.400, me dijo que no iba a mentir por dos muertos para salvar a Uribe.
Entonces comienza la otra verdad, diciendo que fue por la política de seguridad democrática, que pagaban por número de muertos (esto último si es fácil probar que no es cierto, se llama positivo en el ejército a la acción, no por el número), que la idea era matar inocentes y no perseguir a los terroristas.
Yo me cuestiono entonces que pasará con la verdad hacia futuro, cuál se impondrá, porque hacia atrás, como todo se condensaba, como forma de perdurar, en libros, y estos se convertían en guías de estudio por años y años, había uniformidad en la verdad.
Hoy no ocurre eso y muere mucha gente con una verdad que varía mucho de los hechos; pero a quién le importa averiguar los hechos, es más fácil tomar una “verdad”, dicha por alguien a fin a mi pensamiento y defender esa supuesta verdad.
Es tan débil hoy la verdad, que la verdad de hoy cambia en masa y una mayoría deja de repetir la verdad que antes creía y defendía, por una nueva verdad y luego la nueva generación termina retomando una verdad que fue transformada.
Está muy próximo a conocerse el documento que han llamado de la verdad y la comisión que lo redacta se llama así, de la verdad. Esperemos para ver quienes aceptan y dan por hecho esas verdades que saldrán y quiénes no.
Existe mucha expectativa porque ya hay quienes creen que por coincidir ideológicamente los integrantes de la Comisión de la Verdad, puede tener un sesgo que se apropie de una verdad.
Esperemos que no sea así y efectivamente coincidamos los colombianos con unas verdades, para evitar que haya tantas como corrientes de pensamiento.