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Columnista - 18 marzo, 2025

Las cosas por su nombre

Igual ocurre con la Avenida Turbay Ayala, descrita popularmente como Avenida Fundación, idiosincrasia de la que no escapan los apodos que también hacen parte del refranero popular como esencia de un folclor, y en consecuencia tienen más connotación que los mismos nombres de pila.

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La Avenida Pastrana de Valledupar, ni idea, nadie la conoce con este nombre; pero si la llamamos ‘Avenida del Mercado Público’, resuena, es voz populi, para refrendar que la costumbre sí hace ley, pese haberse legislado y bautizado en memoria del expresidente Misael Pastrana Borrero, conforme la Penitenciaría de Mediana y Alta Seguridad se viralizó como la Tramacúa,  bautizada así por el periodista Enrique Camargo Plata. 

Igual ocurre con la Avenida Turbay Ayala, descrita popularmente como Avenida Fundación, idiosincrasia de la que no escapan los apodos que también hacen parte del refranero popular como esencia de un folclor, y en consecuencia tienen más connotación que los mismos nombres de pila.

No es nuevo el estudio de un tema que engrana con el imaginario colectivo, concepto de las ciencias sociales, acuñado en el año 1960 por Edgar Morin, que designa el conjunto de mitos, símbolos y creencias en la memoria y la imaginación.

Encontramos el barrio Los Fundadores, otrora Rojas Pinilla, no para recordar al general y expresidente colombiano de gran talante y ejecutorias, sino a un puñado de personas que gestaron la invasión del populoso sector, sucesos que recoge Séneca en su proverbial frase: “Dignidad no es recibir honores, sino merecerlos, también trocaron nombres de barrios como Las Tablitas, hoy Primero de Mayo.

“La opinión pública es más fuerte que la legislatura”, contextualiza Charles Warner, pero Juan Gossaín la describe como el más grande poder del mundo y verdadero contrapoder de una sociedad.

Estas enseñanzas sirven de corolario a las marchas populares, porque cuando el pueblo sale a la calle y se moviliza, envía un mensaje de democracia directa, con mayor arraigo, peso y convocatoria que cualquier norma legal o constitucional.

Y son interminables los ejemplos de obras que se erigen para recordar a ilustres personajes y evocar sus  hazañas y proezas, como la avenida Simón Bolívar, ‘el Padre de la Patria’, y  así nos detenemos en un sinfín de logros que resaltan a juglares, historiadores, hombres de ciencia, monumentos y patrimonios.

Nos conectamos con las urbanizaciones Rafael Escalona, Leandro Díaz, Lorenzo Morales, las avenidas Emiliano Zuleta y Martin Elías y la glorieta de los Gallos, -en trance de reubicación-, la María Mulata, pero también la avenida Sierra Nevada, entre otros atractivos, sin mencionar el complejo deportivo Omar Geles que proyecta la alcaldía.

La glorieta de la Chicha Maya retumba más como glorieta de La Popa, en cambio la de Los Poporos conserva su desinencia, a diferencia del Centro de Convenciones Crispín Villazón de Armas y el colegio Rodolfo Campo Soto, ambas infraestructuras se asocian más con el emblema de Comfacesar.

Y en las cosas por su nombre, como hecho más reciente figura la Biblioteca Alfonso Araújo Cotes de la Universidad Nacional o Miguel Aroca Oñate del colegio Ciro Pupo Martínez de La Paz.

Y en el entendido de que mueren los hombres, más no las instituciones, se eterniza el Centro Cultural y de Convenciones de la Música Vallenata o el Parque de La Vida, un homenaje a las víctimas del conflicto armado y memoria perdurable como forma digna de combatir la muerte.

La Biblioteca Departamental Rafael Carrillo Lúquez, el Coliseo Cubierto Julio César Monsalvo Castilla, el Museo del Acordeón Beto Murgas, el remedo de la autopista Pepe Castro, el parque de La Provincia, y esculturas como homenaje póstumo a Jorge Oñate y Diomedes Díaz y en vida a Poncho Zuleta, quedan al escrutinio de la opinión para llamarlas por su nombre.

Pero como reza el texto bíblico: “En los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio, porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre” (Eclesiastés 2:16).

El premio Nobel guatemalteco, Miguel Ángel Asturias, no se sustrae del tiempo en su frase proverbial: “Cuando el olvido borra las letras, enmudecen los recuerdos”, hasta olvidar a Miguel de Cervantes Saavedra, el autor de El Quijote, obra cumbre de la literatura española y universal, 409 años después de su muerte, porque  son contadas las generaciones que lo recuerdan.

Sencillamente el mundo es generacional y cada época es marcada por su generación, en la música, en la política, el arte, el deporte, en todo, relevo generacional que es la antítesis de aferrarse al poder. No hay otra explicación, distinta, diferente, habida cuenta de que nadie es imprescindible, o como dijera León de Greiff: ‘Todo vale nada y el resto vale menos’.

Por: Miguel Aroca Yepes.

Columnista
18 marzo, 2025

Las cosas por su nombre

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Miguel Aroca Yepez

Igual ocurre con la Avenida Turbay Ayala, descrita popularmente como Avenida Fundación, idiosincrasia de la que no escapan los apodos que también hacen parte del refranero popular como esencia de un folclor, y en consecuencia tienen más connotación que los mismos nombres de pila.


La Avenida Pastrana de Valledupar, ni idea, nadie la conoce con este nombre; pero si la llamamos ‘Avenida del Mercado Público’, resuena, es voz populi, para refrendar que la costumbre sí hace ley, pese haberse legislado y bautizado en memoria del expresidente Misael Pastrana Borrero, conforme la Penitenciaría de Mediana y Alta Seguridad se viralizó como la Tramacúa,  bautizada así por el periodista Enrique Camargo Plata. 

Igual ocurre con la Avenida Turbay Ayala, descrita popularmente como Avenida Fundación, idiosincrasia de la que no escapan los apodos que también hacen parte del refranero popular como esencia de un folclor, y en consecuencia tienen más connotación que los mismos nombres de pila.

No es nuevo el estudio de un tema que engrana con el imaginario colectivo, concepto de las ciencias sociales, acuñado en el año 1960 por Edgar Morin, que designa el conjunto de mitos, símbolos y creencias en la memoria y la imaginación.

Encontramos el barrio Los Fundadores, otrora Rojas Pinilla, no para recordar al general y expresidente colombiano de gran talante y ejecutorias, sino a un puñado de personas que gestaron la invasión del populoso sector, sucesos que recoge Séneca en su proverbial frase: “Dignidad no es recibir honores, sino merecerlos, también trocaron nombres de barrios como Las Tablitas, hoy Primero de Mayo.

“La opinión pública es más fuerte que la legislatura”, contextualiza Charles Warner, pero Juan Gossaín la describe como el más grande poder del mundo y verdadero contrapoder de una sociedad.

Estas enseñanzas sirven de corolario a las marchas populares, porque cuando el pueblo sale a la calle y se moviliza, envía un mensaje de democracia directa, con mayor arraigo, peso y convocatoria que cualquier norma legal o constitucional.

Y son interminables los ejemplos de obras que se erigen para recordar a ilustres personajes y evocar sus  hazañas y proezas, como la avenida Simón Bolívar, ‘el Padre de la Patria’, y  así nos detenemos en un sinfín de logros que resaltan a juglares, historiadores, hombres de ciencia, monumentos y patrimonios.

Nos conectamos con las urbanizaciones Rafael Escalona, Leandro Díaz, Lorenzo Morales, las avenidas Emiliano Zuleta y Martin Elías y la glorieta de los Gallos, -en trance de reubicación-, la María Mulata, pero también la avenida Sierra Nevada, entre otros atractivos, sin mencionar el complejo deportivo Omar Geles que proyecta la alcaldía.

La glorieta de la Chicha Maya retumba más como glorieta de La Popa, en cambio la de Los Poporos conserva su desinencia, a diferencia del Centro de Convenciones Crispín Villazón de Armas y el colegio Rodolfo Campo Soto, ambas infraestructuras se asocian más con el emblema de Comfacesar.

Y en las cosas por su nombre, como hecho más reciente figura la Biblioteca Alfonso Araújo Cotes de la Universidad Nacional o Miguel Aroca Oñate del colegio Ciro Pupo Martínez de La Paz.

Y en el entendido de que mueren los hombres, más no las instituciones, se eterniza el Centro Cultural y de Convenciones de la Música Vallenata o el Parque de La Vida, un homenaje a las víctimas del conflicto armado y memoria perdurable como forma digna de combatir la muerte.

La Biblioteca Departamental Rafael Carrillo Lúquez, el Coliseo Cubierto Julio César Monsalvo Castilla, el Museo del Acordeón Beto Murgas, el remedo de la autopista Pepe Castro, el parque de La Provincia, y esculturas como homenaje póstumo a Jorge Oñate y Diomedes Díaz y en vida a Poncho Zuleta, quedan al escrutinio de la opinión para llamarlas por su nombre.

Pero como reza el texto bíblico: “En los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio, porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre” (Eclesiastés 2:16).

El premio Nobel guatemalteco, Miguel Ángel Asturias, no se sustrae del tiempo en su frase proverbial: “Cuando el olvido borra las letras, enmudecen los recuerdos”, hasta olvidar a Miguel de Cervantes Saavedra, el autor de El Quijote, obra cumbre de la literatura española y universal, 409 años después de su muerte, porque  son contadas las generaciones que lo recuerdan.

Sencillamente el mundo es generacional y cada época es marcada por su generación, en la música, en la política, el arte, el deporte, en todo, relevo generacional que es la antítesis de aferrarse al poder. No hay otra explicación, distinta, diferente, habida cuenta de que nadie es imprescindible, o como dijera León de Greiff: ‘Todo vale nada y el resto vale menos’.

Por: Miguel Aroca Yepes.