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Crónica - 5 junio, 2020

La travesía por tres países de tres hermanos de San Diego para llegar a su tierra

Cuatro jóvenes cesarenses partieron desde Perú, atravesaron Ecuador y en jornadas de a pie y bicicletas lograron llegar a San Diego. El alcalde Carlos Calderón facilitó la larga travesía. En su gesta de repatriación cruzaron llanos, montañas, páramos y bordearon las costas. Uno de ellos tomó camino diferente en San Alberto, rumbo a Sardinata.

Cruzaron Perú, Ecuador y Colombia, pasando del intenso calor del desierto a los fríos páramos.

FOTO/CORTESÍA.
Cruzaron Perú, Ecuador y Colombia, pasando del intenso calor del desierto a los fríos páramos. FOTO/CORTESÍA.
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Páramos desiertos y costas fueron las constantes en este viaje que emprendieron los hermanos Tinoco Quintero a quienes después de estar trabajando en Pucalpa, Perú, los agarró la pandemia y con ella el cierre absoluto de todo medio de transporte que les facilitara su retorno a su natal Media Luna en el corregimiento de San Diego.

Lee también: Sandieganos provenientes de Perú retornaron a sus hogares

En las últimas horas arribaron a San Diego, donde el alcalde Carlos Calderón y la familia los esperaba, pero para poder regresar al país adelantaron un periplo que inició a pie, con algunos aventones, posteriormente en bicicletas, luego en transporte, después nuevamente en bicicletas hasta que por fin en San Alberto un vehículo contratado por el alcalde de San Diego los trajo a este municipio.

Fabián, William y Edwin, los hermanos Tinoco Quintero, de 25, 27 y 34 años respectivamente, trabajaban como comerciantes en Pucalpa, una ciudad en la Amazonía peruana hasta donde llegaron en búsqueda de mejores oportunidades. 

Trabajábamos en el mercado de compra y venta de mercancía en especial ropa. Las que repartíamos a crédito a diferentes comercios y de verdad nos estaba funcionando, nos iba bien, la plata se movía, pero nunca imaginábamos lo que iba a suceder”, relató Fabián el menor de los hermanos, quien ha tomado la vocería por el grupo.

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Allí también compartían la vida y el negocio con Johnatan Campo, otro connacional manaurero pero radicado en Sardinata Norte de Santander.

Sin embargo llegó el virus, las cosas empezaron a ponerse difíciles, los comercios cerraron, el transporte aéreo cerró, el pluvial también (era fácil de salir de Pucalpa por ferri por el río Amazonas) y solo nos quedaban las carreteras. Aguantamos hasta donde pudimos y decidimos entonces los cuatro que teníamos que venirnos a nuestro país. Así fuera de a pie”, asegura el joven de  ascendencia campesina, comentando además que ya tenían la intención desde antes de regresar para montar un negocio propio en tierras cesarenses.

Inteligentemente se apertrecharon. Tomaron sus cosas, sus recursos y organizaron en sus morrales de campaña carpas, sábanas, víveres, alcohol, tapabocas, jabón y elementos de hidratación. El seis de mayo partieron a física infantería de Pucalpa e iniciaron su andar a plena carretera. “El objetivo era llegar a Colombia como fuera, así que nos decidimos, cargamos lo que pudimos y partimos con toda la fe puesta en Dios que nos regalaba la fuerza y por el inmenso deseo de reencontrarnos con los nuestros”, dijo Fabián.

“CON DIOS, A COLOMBIA LLEGAMOS O LLEGAMOS”

La primera meta era Chimbote una ciudad distante de Pucalpa. Los separaban 1.200 kilómetros. Empezó su marcha por la carretera, con uno que otro aventón pero, cuentan, recorrieron a pie durante ocho días hasta llegar a Chimbote. Allí, con los pies ya ampollados pensaron que debían cambiar la estrategia y al no haber tampoco transporte vehicular, entonces compraron cuatro bicicletas, a las cuales bautizaron ‘las guerreras’.

Y se convirtieron en los ‘Égan Bernal’, ‘Nairo Quintana’, ‘Rigoberto Urán’ y hasta el mítico ‘Lucho Herrera’. Ya en esa instancia comenzaron los contactos con sus familiares y con el municipio de San Diego. Como dice la sonada canción vallenata ‘Trovador ambulante’ que grabaran los Hermanos Zuleta: “Atravesé montañas, valles y praderas… como sombra intangible caminaba el cantante”. Y tal vez en su andar cantaban, pero se trataba de cuatro jóvenes que con la fortaleza, el alma y el valor de su esencia campesina, sumado a la necesidad de ver a sus familias, lograron salir del Perú, pero había otro tramo gigante que cruzar.

ADIÓS A LO PLANO

Había que atravesar el Ecuador. Un reto nada fácil por la propia situación pandémica que atravesaba en el momento el vecino país, con muertes por doquier y una covid-19 que se respiraba en el ambiente. Capítulo aparte, una geografía que los llevaba de lo plano a las montañosas y frías carreteras; costas con vista al mar y hasta zonas desérticas verdaderamente insufribles. Algo similar a la gesta libertadora de la Gran Colombia.

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Pero nosotros nos cuidábamos, cuando necesitábamos comprar algo, solo uno dejaba el grupo, traía la comida o lo que fuera y de inmediato lo desinfectábamos con alcohol y todas las medidas de seguridad”, enfatizaron.

Pero nada los amilanó, argumentaba Fabián, él sus hermanos y su amigo Johnatan seguían adelante; había que entrar a Colombia de la mano de Dios como fuera. Atrás había quedado Perú, empezaban a dar pedal en las carreteras ecuatorianas en medio de la lluvia y los álgidos páramos.

En una ocasión nos tocó dormir en uno y el frío calaba los huesos, a tal punto que nos temblaban las quijadas y para poder dormir a pesar de las chaquetas y sábanas teníamos que estar juntos, casi que uno encima del otro porque el frío era tenaz”, manifestó.

Con medias de seguridad biológica compraban comida e hidratantes y hacían jornadas de descanso. FOTO/CORTESÍA.

Pasaban los días y en medio de esos relieves disímiles y los bruscos cambios de clima, muy parecidos a los colombianos, seguían su marcha. Luego de cuatro días surcando una zona desértica, al sexto día salieron de Ecuador.

¡Uffff!, cuando llegamos a Ipiales (en el extremo sur de Colombia en el departamento de Nariño, aún muy lejos de casa) ya gracias a Dios nos sentíamos en casa. Ya estábamos en Colombia. De aquí para allá es llegar a casa”, aseguró con un suspiró el joven cesarense.

“EL QUE NO VIENE AL MUNDO A SERVIR…”

El alcalde de San Diego, Carlos Mario Calderón, hizo parte de la gesta. “Cuando llegaron a Ipiales, de inmediato les enviamos los recursos y consiguieron pasajes para lograr llegar a Bogotá como en efecto se pudo. Allí nuevamente les ayudamos pero les fue imposible tomar transporte hacia Valledupar y no lo pensaron dos veces. Dios les entregó la fuerza y nuevamente subieron a sus bicicletas”, precisó el alcalde.  Aún faltaba un largo trecho: Bogotá-San Diego.

Según lo planificado por el mandatario municipal, la idea era esperarlos en San Alberto. “Por eso digo que no tienen nada que agradecer: el que no viene al mundo a servir, no sirve para vivir, y lo que hice es lo que me correspondía, lo que hubiera hecho cualquiera en mi lugar. Todo es obra de Dios, las cosas se dieron y ellos son los verdaderos héroes cuyas ganas de volver a su patria y ver a sus familias nos conmovió, hizo eco en nosotros y de todo corazón los ayudamos”, enfatizó el mandatario.

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Nuevamente a fuerza de pedal bajaron de Bogotá a Honda, tomaron la vía Panamericana y aún más fortalecidos llegaron a San Alberto. “Allí ya nos esperaba una camioneta que nos había mandado el alcalde y por fin nuestros corazones latieron más rápido cuando pasamos Codazzi, todos los pueblos y llegamos a San Diego, no hay palabras que describan lo que se siente.  Todo para la gloria de Dios, tuvimos muchos momentos duros en esta travesía pero nos encargábamos de animarnos unos a otros”, balbuceó en medio de sollozos Fabián Tinoco.

En San Alberto se separó el grupo.  Johnatan tenía que tomar otra ruta, él debía seguir su camino a Sardinata, Norte de Santander. Según relatan, fue uno de los momentos duros porque había un  carro listo para traerlos a San Diego, pero a Johnatan no. “Se vino con nosotros hasta Agua Azul antes de Aguachica; allí hicimos nuestro último esfuerzo económico y logramos que una moto lo llevara a Ocaña, $80 mil pesos le dimos al señor”, agregó.  Ya en San Diego llamaron a su compañero de gesta y pudieron verificar que está bien con su familia.

Durante 26 días estos cuatro muchachos viajaron desde Perú para llegar a San Diego. FOTO/CORTESÍA.

EN ÓPTIMAS CONDICIONES DE SALUD

Los tres hermanos Tinoco Quintero se encuentran aislados en un pabellón del Hospital El Socorro de San Diego, hacen una cuarentena cumpliendo con los protocolos de salud que el Gobierno nacional recomienda para contener la pandemia.

Se les hizo una valoración clínica,  no tienen fiebre, están respirando adecuadamente; no hay sintomatología y les hemos ordenado los estudios pertinentes para saber su condición clínica general”, aseguró Eloína Sandoval, secretaria de Salud de San Diego.

Los Tinoco Quintero aún no han podido abrazar a sus familiares, los protocolos son estrictos. “Ellos anímicamente están bien, su llegada fue algo emotivo para todos a pesar de que no se podían los abrazos; fui la persona para que estuvo en contacto con ellos por WhatsApp y llamadas y verlos aquí fue verdaderamente emocionante”, indicó la funcionaria.

Estos tres hombres están confinados junto con sus bicicletas a las que piensan hacerles una especie de lugar adecuado para que en su pueblo Media Luna sirvan de ejemplo y que quienes las miren recuerden el tesón y la buena aptitud de que cuando se quiere se puede. 

A los Tinoco Quintero no les han practicado prueba para covid-19, porque a juicio de la secretaria de Salud, no presentan la sintomatología. No obstante siguen aislados, en observación y bajo supervisión médica que incluye el resto de exámenes de laboratorio y atención adecuada.

POR JOSÉ URBANO CÉSPEDES/ EL PILÓN

Crónica
5 junio, 2020

La travesía por tres países de tres hermanos de San Diego para llegar a su tierra

Cuatro jóvenes cesarenses partieron desde Perú, atravesaron Ecuador y en jornadas de a pie y bicicletas lograron llegar a San Diego. El alcalde Carlos Calderón facilitó la larga travesía. En su gesta de repatriación cruzaron llanos, montañas, páramos y bordearon las costas. Uno de ellos tomó camino diferente en San Alberto, rumbo a Sardinata.


Cruzaron Perú, Ecuador y Colombia, pasando del intenso calor del desierto a los fríos páramos.

FOTO/CORTESÍA.
Cruzaron Perú, Ecuador y Colombia, pasando del intenso calor del desierto a los fríos páramos. FOTO/CORTESÍA.
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Páramos desiertos y costas fueron las constantes en este viaje que emprendieron los hermanos Tinoco Quintero a quienes después de estar trabajando en Pucalpa, Perú, los agarró la pandemia y con ella el cierre absoluto de todo medio de transporte que les facilitara su retorno a su natal Media Luna en el corregimiento de San Diego.

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En las últimas horas arribaron a San Diego, donde el alcalde Carlos Calderón y la familia los esperaba, pero para poder regresar al país adelantaron un periplo que inició a pie, con algunos aventones, posteriormente en bicicletas, luego en transporte, después nuevamente en bicicletas hasta que por fin en San Alberto un vehículo contratado por el alcalde de San Diego los trajo a este municipio.

Fabián, William y Edwin, los hermanos Tinoco Quintero, de 25, 27 y 34 años respectivamente, trabajaban como comerciantes en Pucalpa, una ciudad en la Amazonía peruana hasta donde llegaron en búsqueda de mejores oportunidades. 

Trabajábamos en el mercado de compra y venta de mercancía en especial ropa. Las que repartíamos a crédito a diferentes comercios y de verdad nos estaba funcionando, nos iba bien, la plata se movía, pero nunca imaginábamos lo que iba a suceder”, relató Fabián el menor de los hermanos, quien ha tomado la vocería por el grupo.

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Allí también compartían la vida y el negocio con Johnatan Campo, otro connacional manaurero pero radicado en Sardinata Norte de Santander.

Sin embargo llegó el virus, las cosas empezaron a ponerse difíciles, los comercios cerraron, el transporte aéreo cerró, el pluvial también (era fácil de salir de Pucalpa por ferri por el río Amazonas) y solo nos quedaban las carreteras. Aguantamos hasta donde pudimos y decidimos entonces los cuatro que teníamos que venirnos a nuestro país. Así fuera de a pie”, asegura el joven de  ascendencia campesina, comentando además que ya tenían la intención desde antes de regresar para montar un negocio propio en tierras cesarenses.

Inteligentemente se apertrecharon. Tomaron sus cosas, sus recursos y organizaron en sus morrales de campaña carpas, sábanas, víveres, alcohol, tapabocas, jabón y elementos de hidratación. El seis de mayo partieron a física infantería de Pucalpa e iniciaron su andar a plena carretera. “El objetivo era llegar a Colombia como fuera, así que nos decidimos, cargamos lo que pudimos y partimos con toda la fe puesta en Dios que nos regalaba la fuerza y por el inmenso deseo de reencontrarnos con los nuestros”, dijo Fabián.

“CON DIOS, A COLOMBIA LLEGAMOS O LLEGAMOS”

La primera meta era Chimbote una ciudad distante de Pucalpa. Los separaban 1.200 kilómetros. Empezó su marcha por la carretera, con uno que otro aventón pero, cuentan, recorrieron a pie durante ocho días hasta llegar a Chimbote. Allí, con los pies ya ampollados pensaron que debían cambiar la estrategia y al no haber tampoco transporte vehicular, entonces compraron cuatro bicicletas, a las cuales bautizaron ‘las guerreras’.

Y se convirtieron en los ‘Égan Bernal’, ‘Nairo Quintana’, ‘Rigoberto Urán’ y hasta el mítico ‘Lucho Herrera’. Ya en esa instancia comenzaron los contactos con sus familiares y con el municipio de San Diego. Como dice la sonada canción vallenata ‘Trovador ambulante’ que grabaran los Hermanos Zuleta: “Atravesé montañas, valles y praderas… como sombra intangible caminaba el cantante”. Y tal vez en su andar cantaban, pero se trataba de cuatro jóvenes que con la fortaleza, el alma y el valor de su esencia campesina, sumado a la necesidad de ver a sus familias, lograron salir del Perú, pero había otro tramo gigante que cruzar.

ADIÓS A LO PLANO

Había que atravesar el Ecuador. Un reto nada fácil por la propia situación pandémica que atravesaba en el momento el vecino país, con muertes por doquier y una covid-19 que se respiraba en el ambiente. Capítulo aparte, una geografía que los llevaba de lo plano a las montañosas y frías carreteras; costas con vista al mar y hasta zonas desérticas verdaderamente insufribles. Algo similar a la gesta libertadora de la Gran Colombia.

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Pero nosotros nos cuidábamos, cuando necesitábamos comprar algo, solo uno dejaba el grupo, traía la comida o lo que fuera y de inmediato lo desinfectábamos con alcohol y todas las medidas de seguridad”, enfatizaron.

Pero nada los amilanó, argumentaba Fabián, él sus hermanos y su amigo Johnatan seguían adelante; había que entrar a Colombia de la mano de Dios como fuera. Atrás había quedado Perú, empezaban a dar pedal en las carreteras ecuatorianas en medio de la lluvia y los álgidos páramos.

En una ocasión nos tocó dormir en uno y el frío calaba los huesos, a tal punto que nos temblaban las quijadas y para poder dormir a pesar de las chaquetas y sábanas teníamos que estar juntos, casi que uno encima del otro porque el frío era tenaz”, manifestó.

Con medias de seguridad biológica compraban comida e hidratantes y hacían jornadas de descanso. FOTO/CORTESÍA.

Pasaban los días y en medio de esos relieves disímiles y los bruscos cambios de clima, muy parecidos a los colombianos, seguían su marcha. Luego de cuatro días surcando una zona desértica, al sexto día salieron de Ecuador.

¡Uffff!, cuando llegamos a Ipiales (en el extremo sur de Colombia en el departamento de Nariño, aún muy lejos de casa) ya gracias a Dios nos sentíamos en casa. Ya estábamos en Colombia. De aquí para allá es llegar a casa”, aseguró con un suspiró el joven cesarense.

“EL QUE NO VIENE AL MUNDO A SERVIR…”

El alcalde de San Diego, Carlos Mario Calderón, hizo parte de la gesta. “Cuando llegaron a Ipiales, de inmediato les enviamos los recursos y consiguieron pasajes para lograr llegar a Bogotá como en efecto se pudo. Allí nuevamente les ayudamos pero les fue imposible tomar transporte hacia Valledupar y no lo pensaron dos veces. Dios les entregó la fuerza y nuevamente subieron a sus bicicletas”, precisó el alcalde.  Aún faltaba un largo trecho: Bogotá-San Diego.

Según lo planificado por el mandatario municipal, la idea era esperarlos en San Alberto. “Por eso digo que no tienen nada que agradecer: el que no viene al mundo a servir, no sirve para vivir, y lo que hice es lo que me correspondía, lo que hubiera hecho cualquiera en mi lugar. Todo es obra de Dios, las cosas se dieron y ellos son los verdaderos héroes cuyas ganas de volver a su patria y ver a sus familias nos conmovió, hizo eco en nosotros y de todo corazón los ayudamos”, enfatizó el mandatario.

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Nuevamente a fuerza de pedal bajaron de Bogotá a Honda, tomaron la vía Panamericana y aún más fortalecidos llegaron a San Alberto. “Allí ya nos esperaba una camioneta que nos había mandado el alcalde y por fin nuestros corazones latieron más rápido cuando pasamos Codazzi, todos los pueblos y llegamos a San Diego, no hay palabras que describan lo que se siente.  Todo para la gloria de Dios, tuvimos muchos momentos duros en esta travesía pero nos encargábamos de animarnos unos a otros”, balbuceó en medio de sollozos Fabián Tinoco.

En San Alberto se separó el grupo.  Johnatan tenía que tomar otra ruta, él debía seguir su camino a Sardinata, Norte de Santander. Según relatan, fue uno de los momentos duros porque había un  carro listo para traerlos a San Diego, pero a Johnatan no. “Se vino con nosotros hasta Agua Azul antes de Aguachica; allí hicimos nuestro último esfuerzo económico y logramos que una moto lo llevara a Ocaña, $80 mil pesos le dimos al señor”, agregó.  Ya en San Diego llamaron a su compañero de gesta y pudieron verificar que está bien con su familia.

Durante 26 días estos cuatro muchachos viajaron desde Perú para llegar a San Diego. FOTO/CORTESÍA.

EN ÓPTIMAS CONDICIONES DE SALUD

Los tres hermanos Tinoco Quintero se encuentran aislados en un pabellón del Hospital El Socorro de San Diego, hacen una cuarentena cumpliendo con los protocolos de salud que el Gobierno nacional recomienda para contener la pandemia.

Se les hizo una valoración clínica,  no tienen fiebre, están respirando adecuadamente; no hay sintomatología y les hemos ordenado los estudios pertinentes para saber su condición clínica general”, aseguró Eloína Sandoval, secretaria de Salud de San Diego.

Los Tinoco Quintero aún no han podido abrazar a sus familiares, los protocolos son estrictos. “Ellos anímicamente están bien, su llegada fue algo emotivo para todos a pesar de que no se podían los abrazos; fui la persona para que estuvo en contacto con ellos por WhatsApp y llamadas y verlos aquí fue verdaderamente emocionante”, indicó la funcionaria.

Estos tres hombres están confinados junto con sus bicicletas a las que piensan hacerles una especie de lugar adecuado para que en su pueblo Media Luna sirvan de ejemplo y que quienes las miren recuerden el tesón y la buena aptitud de que cuando se quiere se puede. 

A los Tinoco Quintero no les han practicado prueba para covid-19, porque a juicio de la secretaria de Salud, no presentan la sintomatología. No obstante siguen aislados, en observación y bajo supervisión médica que incluye el resto de exámenes de laboratorio y atención adecuada.

POR JOSÉ URBANO CÉSPEDES/ EL PILÓN