La gente parece cada vez más ajena a la gente. No es un juego de palabras. Es la realidad del mundo contemporáneo definido con tanta precisión por Bauman en toda su teoría sobre el mundo líquido. Lo que Bauman advierte es la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada donde las […]
La gente parece cada vez más ajena a la gente. No es un juego de palabras. Es la realidad del mundo contemporáneo definido con tanta precisión por Bauman en toda su teoría sobre el mundo líquido. Lo que Bauman advierte es la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada donde las relaciones son volátiles. Y al hablar de relaciones se refiere a todas ellas desde las más íntimas hasta las que responden a transacciones económicas. Nos movemos como agua escapándose entre las manos y lo peor, sin remordimiento. No es que intente yo ahora decir que debemos tenerlo, pero resulta por lo menos alarmante para el individuo que cuestione cada acercamiento que intenta hacer, que los subvalore tanto como para comportarse frente a él con total desaprensión.
La nueva generación es la respuesta más contundente a este desarrollo al cual estamos asistiendo desde hace por lo menos un par de décadas. Pero ahora todo está completamente confirmado en ellos. Los llamo la sociedad de los pulgares. Viven atrapados en sus dispositivos y han abandonado el computador por un solo aparato en el que los dos dedos que antes no servían para nada, ahora son el todo. Es interesante esto, hasta la anatomía se ha rebelado para no estar más de cabeza en el mundo de manera definitiva. Justo los dedos olvidados, los separados del resto de la mano, ahora se imponen como indispensables. Y ellos hacen el mundo, uno que ha costado mucho conquistar, que viene también de la separación.
Nada es ahora indispensable, excepto el dispositivo, las miles de App, Youtube, Twitter, Facebook, Snapchat, Instagram, Whatsapp, MySpace, Music.ly, y sospecho que un etcétera que no conozco y que ya anda rondando en otras latitudes; debo estar atrasadísima y eso que me dedico al tema de las comunicaciones. En fin, esta capacidad de los pulgares y quienes los manejan de estar en un aquí y ahora continuo por cuenta de la nueva tecnología de redes es lo mismo que los ha llevado a pensar que el mundo físico ya no tiene mayor valía y que antes de contemplar el paisaje, bien vale la pena darle una mirada a Instragram, por ejemplo. Es el momento del registro, no de la vivencia de la piel, sino de la declaración de las emociones en pantalla o con memes y demás. Mejor decir y que me vean, a sentir en silencio. La Alt Lit, la literatura alterada, está de moda y los autores son personajes bastante deprimidos que han vivido su vida a través de la pantalla de sus aparatos y que escriben en línea esperando la interacción con otros y que se suicidan también en línea. Igual sucede con la poesía. Los exponentes no son pocos. Los autores han devenido personajes, están por encima de ellos y gritan más duro.
De repente todo es importante para los demás, a quienes nunca se les ve sino a través de la pantalla. Es importante hasta decir qué se come, si el gato se orinó por fuera de la arena, en donde se está de viaje, que no se pudo dormir bien anoche. La comunidad tiene que estar enterada de todo cuanto acontece en la vida de los miles de internautas que comparten sus grandezas y sus miserias en megapíxeles. Y sin embargo no hay chance para escuchar la voz del otro, ni mucho menos para verlo, ni para hacerlo sentir de verdad indispensable para la vida. Parece que lo que asusta ahora es ser y que la elección es aparecer, como los pulgares, que han aparecido de repente, reclamando su papel en la historia del hombre.
La gente parece cada vez más ajena a la gente. No es un juego de palabras. Es la realidad del mundo contemporáneo definido con tanta precisión por Bauman en toda su teoría sobre el mundo líquido. Lo que Bauman advierte es la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada donde las […]
La gente parece cada vez más ajena a la gente. No es un juego de palabras. Es la realidad del mundo contemporáneo definido con tanta precisión por Bauman en toda su teoría sobre el mundo líquido. Lo que Bauman advierte es la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada donde las relaciones son volátiles. Y al hablar de relaciones se refiere a todas ellas desde las más íntimas hasta las que responden a transacciones económicas. Nos movemos como agua escapándose entre las manos y lo peor, sin remordimiento. No es que intente yo ahora decir que debemos tenerlo, pero resulta por lo menos alarmante para el individuo que cuestione cada acercamiento que intenta hacer, que los subvalore tanto como para comportarse frente a él con total desaprensión.
La nueva generación es la respuesta más contundente a este desarrollo al cual estamos asistiendo desde hace por lo menos un par de décadas. Pero ahora todo está completamente confirmado en ellos. Los llamo la sociedad de los pulgares. Viven atrapados en sus dispositivos y han abandonado el computador por un solo aparato en el que los dos dedos que antes no servían para nada, ahora son el todo. Es interesante esto, hasta la anatomía se ha rebelado para no estar más de cabeza en el mundo de manera definitiva. Justo los dedos olvidados, los separados del resto de la mano, ahora se imponen como indispensables. Y ellos hacen el mundo, uno que ha costado mucho conquistar, que viene también de la separación.
Nada es ahora indispensable, excepto el dispositivo, las miles de App, Youtube, Twitter, Facebook, Snapchat, Instagram, Whatsapp, MySpace, Music.ly, y sospecho que un etcétera que no conozco y que ya anda rondando en otras latitudes; debo estar atrasadísima y eso que me dedico al tema de las comunicaciones. En fin, esta capacidad de los pulgares y quienes los manejan de estar en un aquí y ahora continuo por cuenta de la nueva tecnología de redes es lo mismo que los ha llevado a pensar que el mundo físico ya no tiene mayor valía y que antes de contemplar el paisaje, bien vale la pena darle una mirada a Instragram, por ejemplo. Es el momento del registro, no de la vivencia de la piel, sino de la declaración de las emociones en pantalla o con memes y demás. Mejor decir y que me vean, a sentir en silencio. La Alt Lit, la literatura alterada, está de moda y los autores son personajes bastante deprimidos que han vivido su vida a través de la pantalla de sus aparatos y que escriben en línea esperando la interacción con otros y que se suicidan también en línea. Igual sucede con la poesía. Los exponentes no son pocos. Los autores han devenido personajes, están por encima de ellos y gritan más duro.
De repente todo es importante para los demás, a quienes nunca se les ve sino a través de la pantalla. Es importante hasta decir qué se come, si el gato se orinó por fuera de la arena, en donde se está de viaje, que no se pudo dormir bien anoche. La comunidad tiene que estar enterada de todo cuanto acontece en la vida de los miles de internautas que comparten sus grandezas y sus miserias en megapíxeles. Y sin embargo no hay chance para escuchar la voz del otro, ni mucho menos para verlo, ni para hacerlo sentir de verdad indispensable para la vida. Parece que lo que asusta ahora es ser y que la elección es aparecer, como los pulgares, que han aparecido de repente, reclamando su papel en la historia del hombre.