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Columnista - 19 julio, 2021

La Popa, el batallón del terror

Lo que reveló esta semana la JEP es verdaderamente monstruoso. El Batallón de Artillería No. 2 La Popa de Valledupar se convirtió en un espacio de terror; la jurisdicción especial imputó por falsos positivos al coronel (r) Publio Hernán Mejía, el mismo que publicó un libro que cínicamente tituló ‘Me niego a arrodillarme’; paradójicamente muchas […]

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Lo que reveló esta semana la JEP es verdaderamente monstruoso. El Batallón de Artillería No. 2 La Popa de Valledupar se convirtió en un espacio de terror; la jurisdicción especial imputó por falsos positivos al coronel (r) Publio Hernán Mejía, el mismo que publicó un libro que cínicamente tituló ‘Me niego a arrodillarme’; paradójicamente muchas víctimas inocentes sí murieron arrodilladas, pidiendo clemencia; el 87 % de los resultados operacionales de Mejía fueron asesinatos y desapariciones.

Este coronel tan felicitado por el expresidente Uribe por defender la seguridad democrática y apreciado por José Félix Lafaurie, presidente eterno de Fedegan, de cada 10 operativos realizados en La Popa, 9 fueron ilegales. Una de las frases que repetía con orgullo el tristemente célebre Coronel Mejia: “Tranquilo, hermano, son bandidos y tenían que morirse”. También le imputaron cargos al coronel (r) Juan Carlos Figueroa, quien remplazó a Mejía, y también continuó con la carnicería.

Sobre este militar, la gente recuerda que dio de baja a alias 39 en un paraje del corregimiento de La Mesa, después que el despiadado paraco se le saliera de control, tanto a Jorge 40, como a los mandos militares, así lo corroboró alias ‘101’ en una declaración: “Lo mató para limpiarse, porque quién iba a sospechar que matara a un ‘aliado’”; señaló, además, que Mejía era “un asesino” que trabajaba con ellos y que por todo “pedía plata”. También fueron imputados 13 militares más quienes conformaron un grupo para matar a quien se les pareciera, menores, indígenas, mujeres, indigentes, locos, en fin, convirtieron la guarnición militar en un matadero humano.

Según revela la JEP cometieron 126 asesinatos y 120 desapariciones forzadas. En el Cesar, los militares, cada diez días, presentaron a un civil como delincuente dado de baja en combate; el departamento ocupa el deshonroso cuarto lugar del país con mayores registros de ‘falsos positivos’: 323 de las 6.402 víctimas que la JEP determinó entre 2002 y 2008.

Bajo el mando de Mejía y Figueroa se dieron el mayor número de casos, con razón los militares odian la JEP y siempre se opusieron al proceso de paz, para que no se conocieran sus responsabilidades. La Fiscalía en 13 años no hizo nada y mucho menos la Justicia Penal Militar que, al no actuar, se convirtió en cómplice de estas masacres, avaladas por ganaderos, políticos y empresarios de la región, que no pagaron cárcel, pero llevarán esos muertos en su conciencia, lo único que les interesaba era proteger sus fincas y negocios de la amenaza guerrillera, aunque cayeran inocentes, eso sí, que no fueran sus hijos o familiares, lo mismo que las multinacionales mineras y bananeras a las que nunca les importó esta secuencia de procedimientos cobardes. De ese tamaño fue el nivel de inconsciencia, crueldad e inhumanidad.

Si en cualquier país del mundo civilizado ocurriera un caso parecido,  estos militares ya estarían condenados en un calabozo; en Colombia, Mejía tiene el descaro y la osadía de autoproclamarse candidato presidencial, con el respaldo de un sector minoritario que lo ve como un héroe y que es capaz de votar por un salvaje de esta calaña. Ojalá Dios los perdone.

Columnista
19 julio, 2021

La Popa, el batallón del terror

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jacobo Solano Cerchiaro

Lo que reveló esta semana la JEP es verdaderamente monstruoso. El Batallón de Artillería No. 2 La Popa de Valledupar se convirtió en un espacio de terror; la jurisdicción especial imputó por falsos positivos al coronel (r) Publio Hernán Mejía, el mismo que publicó un libro que cínicamente tituló ‘Me niego a arrodillarme’; paradójicamente muchas […]


Lo que reveló esta semana la JEP es verdaderamente monstruoso. El Batallón de Artillería No. 2 La Popa de Valledupar se convirtió en un espacio de terror; la jurisdicción especial imputó por falsos positivos al coronel (r) Publio Hernán Mejía, el mismo que publicó un libro que cínicamente tituló ‘Me niego a arrodillarme’; paradójicamente muchas víctimas inocentes sí murieron arrodilladas, pidiendo clemencia; el 87 % de los resultados operacionales de Mejía fueron asesinatos y desapariciones.

Este coronel tan felicitado por el expresidente Uribe por defender la seguridad democrática y apreciado por José Félix Lafaurie, presidente eterno de Fedegan, de cada 10 operativos realizados en La Popa, 9 fueron ilegales. Una de las frases que repetía con orgullo el tristemente célebre Coronel Mejia: “Tranquilo, hermano, son bandidos y tenían que morirse”. También le imputaron cargos al coronel (r) Juan Carlos Figueroa, quien remplazó a Mejía, y también continuó con la carnicería.

Sobre este militar, la gente recuerda que dio de baja a alias 39 en un paraje del corregimiento de La Mesa, después que el despiadado paraco se le saliera de control, tanto a Jorge 40, como a los mandos militares, así lo corroboró alias ‘101’ en una declaración: “Lo mató para limpiarse, porque quién iba a sospechar que matara a un ‘aliado’”; señaló, además, que Mejía era “un asesino” que trabajaba con ellos y que por todo “pedía plata”. También fueron imputados 13 militares más quienes conformaron un grupo para matar a quien se les pareciera, menores, indígenas, mujeres, indigentes, locos, en fin, convirtieron la guarnición militar en un matadero humano.

Según revela la JEP cometieron 126 asesinatos y 120 desapariciones forzadas. En el Cesar, los militares, cada diez días, presentaron a un civil como delincuente dado de baja en combate; el departamento ocupa el deshonroso cuarto lugar del país con mayores registros de ‘falsos positivos’: 323 de las 6.402 víctimas que la JEP determinó entre 2002 y 2008.

Bajo el mando de Mejía y Figueroa se dieron el mayor número de casos, con razón los militares odian la JEP y siempre se opusieron al proceso de paz, para que no se conocieran sus responsabilidades. La Fiscalía en 13 años no hizo nada y mucho menos la Justicia Penal Militar que, al no actuar, se convirtió en cómplice de estas masacres, avaladas por ganaderos, políticos y empresarios de la región, que no pagaron cárcel, pero llevarán esos muertos en su conciencia, lo único que les interesaba era proteger sus fincas y negocios de la amenaza guerrillera, aunque cayeran inocentes, eso sí, que no fueran sus hijos o familiares, lo mismo que las multinacionales mineras y bananeras a las que nunca les importó esta secuencia de procedimientos cobardes. De ese tamaño fue el nivel de inconsciencia, crueldad e inhumanidad.

Si en cualquier país del mundo civilizado ocurriera un caso parecido,  estos militares ya estarían condenados en un calabozo; en Colombia, Mejía tiene el descaro y la osadía de autoproclamarse candidato presidencial, con el respaldo de un sector minoritario que lo ve como un héroe y que es capaz de votar por un salvaje de esta calaña. Ojalá Dios los perdone.