“…Que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”. Romanos 12,3. Humildad es el reconocimiento de las limitaciones y debilidades propias y el poder obrar de acuerdo con ese conocimiento. Nuestra relación […]
“…Que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”. Romanos 12,3.
Humildad es el reconocimiento de las limitaciones y debilidades propias y el poder obrar de acuerdo con ese conocimiento. Nuestra relación con Dios debe estar asociada con un espíritu humilde y afable. La humildad es el fundamento de esa relación de amor y de pacto. Es el reconocimiento de mi vacuidad frente a su plenitud, es saber que estamos quebrados sin su integridad y desamparados sin su fortaleza.
Cuando nos sentimos grandes con nosotros mismos, fuertes y optimistas sobre nuestro futuro y confiamos en el camino en que andamos, es porque estamos hinchados de vanidad. Lo contrario a ese engreimiento sería la sabiduría de tener una correcta estimación de nuestras propias limitaciones. Al descubrir la grandeza de Dios nos queda fácil reconocer nuestra impotencia y nos humillamos con gozo delante de su majestad.
David, el rey de Israel expresaba en el libro de los Salmos que Dios era su gloria y quien levantaba su cabeza. ¿Cuál era la gloria de David? Era la totalidad de sus logros: Tenía la gloria de un rey, riqueza, honor, prestigio, dignidad, esplendor, poder; pero, él tomó todo eso que Dios le había dado y lo presentó a Dios en canto, alabanza y reconocimiento. Cuanto mayor era su prestigio, mayor el gozo que tenía de rendir todo ante la majestad del verdadero Rey.
Amados amigos: es un privilegio dejar todos los logros de nuestras vidas a los pies del Señor con profundo reconocimiento de toda su grandeza. Dios nos dignifica para que podamos tener algo para traer delante de él, en humildad y devoción. Digo que Dios nos dignifica porque nos hizo hijos, nos dio gloria, aceptación, realeza, propósito, significado, bienestar, honor, salvación, sabiduría, revelación, entendimiento, carácter, santidad, victorias, etc. Todo eso para que podamos disfrutar del gozo de dejar todo a sus pies.
¡Qué privilegio sagrado tenemos! Podemos entrar al trono de su presencia y derramar toda la dignidad de nuestras vidas al postrarnos delante de Dios en adoración con todo nuestro ser.
Mi invitación hoy es a que entreguemos todo delante de Dios en reconocimiento y sometimiento consciente y voluntario. A que nos humillemos delante del Todopoderoso y arrojemos nuestras coronas delante de él en adoración.
¡Arrojemos nuestras vidas a sus pies! Él es digno de recibir toda la gloria y alabanza por los siglos. Un fuerte abrazo y abundantes bendiciones.
“…Que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”. Romanos 12,3. Humildad es el reconocimiento de las limitaciones y debilidades propias y el poder obrar de acuerdo con ese conocimiento. Nuestra relación […]
“…Que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”. Romanos 12,3.
Humildad es el reconocimiento de las limitaciones y debilidades propias y el poder obrar de acuerdo con ese conocimiento. Nuestra relación con Dios debe estar asociada con un espíritu humilde y afable. La humildad es el fundamento de esa relación de amor y de pacto. Es el reconocimiento de mi vacuidad frente a su plenitud, es saber que estamos quebrados sin su integridad y desamparados sin su fortaleza.
Cuando nos sentimos grandes con nosotros mismos, fuertes y optimistas sobre nuestro futuro y confiamos en el camino en que andamos, es porque estamos hinchados de vanidad. Lo contrario a ese engreimiento sería la sabiduría de tener una correcta estimación de nuestras propias limitaciones. Al descubrir la grandeza de Dios nos queda fácil reconocer nuestra impotencia y nos humillamos con gozo delante de su majestad.
David, el rey de Israel expresaba en el libro de los Salmos que Dios era su gloria y quien levantaba su cabeza. ¿Cuál era la gloria de David? Era la totalidad de sus logros: Tenía la gloria de un rey, riqueza, honor, prestigio, dignidad, esplendor, poder; pero, él tomó todo eso que Dios le había dado y lo presentó a Dios en canto, alabanza y reconocimiento. Cuanto mayor era su prestigio, mayor el gozo que tenía de rendir todo ante la majestad del verdadero Rey.
Amados amigos: es un privilegio dejar todos los logros de nuestras vidas a los pies del Señor con profundo reconocimiento de toda su grandeza. Dios nos dignifica para que podamos tener algo para traer delante de él, en humildad y devoción. Digo que Dios nos dignifica porque nos hizo hijos, nos dio gloria, aceptación, realeza, propósito, significado, bienestar, honor, salvación, sabiduría, revelación, entendimiento, carácter, santidad, victorias, etc. Todo eso para que podamos disfrutar del gozo de dejar todo a sus pies.
¡Qué privilegio sagrado tenemos! Podemos entrar al trono de su presencia y derramar toda la dignidad de nuestras vidas al postrarnos delante de Dios en adoración con todo nuestro ser.
Mi invitación hoy es a que entreguemos todo delante de Dios en reconocimiento y sometimiento consciente y voluntario. A que nos humillemos delante del Todopoderoso y arrojemos nuestras coronas delante de él en adoración.
¡Arrojemos nuestras vidas a sus pies! Él es digno de recibir toda la gloria y alabanza por los siglos. Un fuerte abrazo y abundantes bendiciones.