Según la RAE, fragmentar es “reducir a fragmentos” romper, partir, dividir, trocear, fraccionar. También se lee: “Separar algo en partes o romperlo en fragmentos (pedazos, especialmente aquellos que se han separado o desprendido de otra cosa).
Soy caribe, nacido en Barranquilla y adoptado en Valledupar. Ya sumo 35 años de haber comprado un lotecito en los Jardines del Eccehomo y mis raíces siguen adentrándose en el subsuelo uparense. Esto para decirles que no me asaltan sentimientos regionalistas, que he venido llamando malsanos, lo que me permitió capear las discusiones de este orden que afloraron durante el proceso de patrimonialización de la música vallenata tradicional en el que fungí como coordinador ante Mincultura y ante la Unesco.
Sin tener talento para la música, que abunda entre los habitantes del territorio del Magdalena Grande, soy, desde muy joven, seguidor de la cultura vallenata y admirador de la síntesis narrativa que melódicamente se les escucha a los detentores de esta manifestación.
Sin ser tampoco historiador, leo con detenimiento las apreciaciones de historiadores, intelectuales y comentaristas, oriundos de las tres divisiones político-administrativas del Magdalena Grande (Cesar, La Guajira y Magdalena), quienes, no logran ponerse de acuerdo en los orígenes y en el término con que se popularizó: vallenato, nombre que no se refiere a que es de Valledupar, y que acojo la definición de algunos escritores: nato del Valle, de qué Valle, el del Cacique Upar, en qué territorio, en el del Magdalena Grande, llegando a reclamarse la nominación de “música vallenata” proponiendo que se le llame “música de acordeón”.
Se evidencia que este descontento no obedece a un raciocinio intelectual, es el sentimiento de un regionalismo malsano que propicia la fragmentación de la mayor manifestación cultural del territorio del Magdalena Grande, léase bien el territorio que abarca las tres divisiones político-administrativas que se crearon en 1965 para La Guajira y en 1967 para el Cesar. Es decir, las reconocidas dinastías, compositores, cantantes y acordeoneros que hicieron y promocionaron la música vallenata tradicional no son ni guajiros ni cesarenses, son magdalenenses, todos nacidos mucho antes de la creación de estos departamentos.
Decir que el vallenato nació en La Guajira no tiene sentido, lo mismo que querer llamar al vallenato “música de acordeón”, la cual es universal.
Esta larga reflexión, para referirme al título de una conferencia que realizaron, en la reciente Filbo en Bogotá, mis apreciados amigos, admirados y respetados por su labor intelectual en el medio de la cultura vallenata (léase bien, no de Valledupar), Weilder Guerra y Ariel Castillo, con otra persona que no referencio. No tuve la oportunidad de conocer su contenido, solamente me estoy refiriendo al título: “El universo de La Guajira en cien años de soledad”.
Me llamó la atención el título de la conferencia y me atreví a escribir este comentario: “Apreciados y respetados amigos. El título de su conversatorio tiene un craso error. Cuando Gabriel García Márquez escribió Cien años de soledad el departamento de La Guajira no existía. El título debía ser: “El universo del Magdalena Grande en Cien años de soledad”.
Me contesta Weilder: “Un no rotundo apreciado Carlos. El territorio guajiro es anterior a la existencia de la República de Colombia. La Guajira es mencionada por Bolívar en la carta de Jamaica en 1815. Fue Comisaría desde principios del siglo XX e Intendencia desde 1956 y luego departamento en 1965 dos años antes de la publicación de Cien años de soledad. La cartografía sobre La Guajira es aún más antigua”.
Encuentro en Wikipedia: “La intendencia de La Guajira fue una entidad subnacional de Colombia que comprendía de forma parcial los territorios habitados por el pueblo nativo-americano wayú. Su existencia se debe a dos períodos; la primera Intendencia fue erigida en 1898 hasta 1911, y nuevamente en 1954 a 1965 cuando fue elevada a departamento”. También: “La comisaría de La Guajira fue una entidad territorial de Colombia creada en 1911. Abarcaba de forma parcial los territorios del pueblo indígena wayú (en español, guajiro), que después de la disolución de la Colombia del libertador Simón Bolívar, estos predios eran disputados por Colombia y Venezuela”.
En la página de la Gobernación de La Guajira aparece en su historia: “… El territorio guajiro perteneció al Estado del Magdalena hasta 1871, año en que por virtud de la Ley 153, el mencionado Estado lo cedió a la nación para que lo administrara directamente”. Los límites cartográficos que se muestran, antes de 1965 son detallados por la península de La Guajira a partir de Riohacha hacia Punta Gallinas.
En cuanto a que el departamento de La Guajira fue creado dos años antes de la publicación de Cien años de soledad, es totalmente cierto, pero leyendo a Gerald Martin en ‘Una vida’, registra una entrevista que le hicieron a Gabriel García Márquez, en Visión de México, en la que confiesa que ‘Cien años de soledad’ lo comenzó a escribir a los 17 años, es decir en 1944; esto me hace recordar que en su momento el título de su magna obra era “La Casa”, y que después de visitar Valledupar y sus alrededores en compañía de Rafael Escalona y Manuel Zapata Olivella en el año 1952, le cambió el nombre para bautizar su libro “Cien años de soledad”. Es decir, duró escribiéndolo 22 años aproximadamente. A mí me enseñó Ariel Castillo, en la tarima de Guacaó, que varios de los personajes de “Cien años de Soledad” habían sido inspirados en la narrativa de algunas canciones vallenatas de la década de los 40, citadas en su contenido.
Sin pretender provocar una polémica, solamente mi querer es que no se siga fragmentando el territorio de la “Cultura Vallenata” (no de Valledupar) la cual es una identidad del Magdalena Grande y no de ninguna de las divisiones político-administrativas actuales.
Por: Carlos Llanos Diazgranados.











