Cuando mi abuelo murió, y creo que fue en Barrancas (La Guajira), dejó una viuda con nueve hijos, seis varones y tres mujeres. Creo que el mayor que era mi papá y debía tener alrededor de quince años, para ese entonces, les tocó venirse para Valledupar a buscar mejor vida, entiendo que la relación de mi abuela con la familia de mi abuelo no se dio en buenos términos, por eso, supongo, fueron las razones para dejar todo tirado en La Guajira.
Lo único que pude averiguar de mi familia paterna es que mi bisabuela se llamaba Prudencia Carrillo, quien se casó con un señor descendiente de españoles de apellido Gutiérrez, de cuyos orígenes debían estar por los lados de La Junta (La Guajira) o San Juan, o alguno de eso pueblos de la antigua provincia de Padilla. Estamos hablando que debió ser entre 1870 y 1910, porque hasta donde puede averiguar el abuelo murió muy joven y terminó casado con Irene Córdoba Mejía, una negra descendiente de mandingos africanos de los que habitaron la famosa hacienda Las Cabezas y El Diluvio de la región de Chiriguaná. El caso es que después de la venida de mi abuela para Valledupar nunca más supimos de la familia paterna sino hasta los años ochenta cuando nos visitó un primo de mi papá de nombre Alberto Durán Carrillo, al que le decían por cariño Beto Durán, y precisamente fue a decirle a mi papá que las tierras que había dejado el abuelo habían quedado dentro del globo donde se iba a explotar la mina de carbón El Cerrejón y que le recomendaba que se acercara por los lados de Barrancas para ponerse en contacto con la familia, para los trámites de reclamación. No me van a creer cuál fue la respuesta de mi papá al respecto, pues juzguen que hoy no soy un hombre millonario por esa decisión.
Pero, ¿por qué mi abuela abandonó Barrancas casi que sin mirar para atrás y nunca más quiso saber ni contarle a sus hijos y nietos que la familia de su esposo estaba regada en La Guajira? ¿Qué la motivó a tomar semejante decisión tan radical como para desterrarse y venirse para una tierra ajena con una mano adelante y la otra detrás? Lo que sea que haya sido nunca se habló, nunca se comentó y fue siempre un tabú que no solo se llevó a la tumba sino que hoy no existe nadie vivo que pueda aclarar esta parte de la historia de la familia que se perdió por una decisión que aún hoy sigue siendo lamentable porque la familia, donde quiera, que esté siempre será el puntal y la columna de todo lo que se quiera hacer.
Tuve un momento de esperanza y de alegría porque mi hermana Beatriz, que en paz descanse, en cierta ocasión, nos presentó con un primo descendiente de los Gutiérrez guajiros que nos visitó varias veces cuando aún mi papá vivía; al morir el viejo, el primo se comprometió conmigo que en una tarde cualquiera me contaría toda la historia de la familia y toda su descendencia y el árbol genealógico con pelos y señales para que por fin supiera quién era quién y de dónde venía la pita principal. Se podrán imaginar mi emoción y mi esperanza de desenmadejar el rollo, que, efectivamente, quedamos citados para tomarnos ese café y conversar al respecto.
Después de ese encuentro y de esa promesa, pasaron tal vez veinte o treinta años y ese café nunca se dio y para mi infortunio, caminando una vez por el barrio Alfonso López, me encontré con su esposa a quien ingenuamente le pregunté por el primo, rompió en llanto y me dio la trágica noticia de su partida de este mundo.
Les confieso que he buscado por todos lados, en internet, en los árboles genealógicos, por referencias de personas mayores y hasta debajo de la piedras a ver si encuentro alguna relación con el abuelo y la familia paterna, pero es como si esa parte de la historia se hubiese borrado convenientemente para bien o para mal; sin embargo, en cada rincón de San Juan para allá hay un Gutiérrez o un Carrillo con el que me confunden y surge la típica pregunta del millón: ¿ve mijito, y tú de dónde eres? Cuando menciono el apellido, de inmediato me relacionan con que me parezco a fulano o a sutano; mientras tanto yo, sigo buscando a mi familia perdida.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya.











