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El dolor a largo plazo desespera y la gente con desesperación hace cosas desesperadas. El dolor personal no aliviado crea una sensación de desesperación y todos queremos alivio y lo queremos ahora.
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios…” (Hebreos 11,6)
El dolor a largo plazo desespera y la gente con desesperación hace cosas desesperadas. El dolor personal no aliviado crea una sensación de desesperación y todos queremos alivio y lo queremos ahora. Por eso, buscamos todas las formas para bloquear el dolor de la desesperación, aunque solo sea por unos minutos; aunque, muchas veces, algunas de las fuentes de escape o distracción se convierten en destrucción.
Necesitamos una fe para los días de desesperación. La Biblia está llena de tales días. Los días de desesperación son las piedras que se colocan en el sendero de la luz. Parece que han sido la oportunidad de Dios y la escuela de sabiduría del hombre. La Biblia revela cómo en las historias de rescate, el punto culminante de la desesperación siempre dio a Dios una oportunidad para intervenir. Cuando en la desesperación se llega a no saber qué hacer, entonces es cuando Dios empieza a obrar.
En medio de la desesperación, Dios recordó a una pareja que se acercaba a los últimos días de su vida, la promesa de una simiente semejante a las estrellas del cielo y a la arena del mar. Historias como el cruce por el Mar Rojo y el río Jordán nos muestran la intervención de Dios cuando se está dolorosamente afligido y no se sabe qué hacer. Las oraciones de los reyes Asa, Josafat y Ezequías e historias de Nehemías y Daniel, junto con las apreciaciones proféticas de Oseas y Habacuc permanecen con reverencia en la oscuridad de aquellos días aciagos tan terribles.
La fe tambien ayudó a la iglesia primitiva a sortear las historias de esos días de desesperación. La fe nos ayuda a esperar esos días de desesperación. Su función es mantenernos firmes y librarnos de toda duda y desconcierto.
La historia de aquellos tres jóvenes hebreos, cuya situación era sin esperanza, nos trae un ejemplo heroico de fe desesperada. Cuando ellos contestaron valientemente: “Nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente y de tu mano, oh rey nos librará”. Una negrura profunda y desesperada se introdujo en el alma de nuestro Señor mismo, cuando en Getsemaní exclamó: “Si es posible, pasa de mí esta copa”.
Cierto es, como dice el merengue de Alejo Durán: “El que espera desespera y el tiempo se le hace largo”. Largo son los días de la desesperación; pero, en Cristo Jesús, por su Gracia, mediante la fe, es posible salir vencedor de esos días de desesperación a los cuales debemos enfrentarnos como personas vulnerables a la presión de las expectativas poco realistas que nos imponen las circunstancias.
Amado amigo lector: deja que tu fe se levante por encima de esos días de desesperación para que puedas comprender que, todo lo que desees ser como cristiano y todo lo que deseas hacer para Dios, está dentro de las posibilidades de la fe. Así, pues, aquel que infunde en nuestros corazones esa esperanza celestial, no nos engañará ni nos faltará cuando empujemos hacia delante para obtener el cumplimiento de mejores tiempos cargados de esperanza.
Mis oraciones contigo…
Por: Valerio Mejía.
El dolor a largo plazo desespera y la gente con desesperación hace cosas desesperadas. El dolor personal no aliviado crea una sensación de desesperación y todos queremos alivio y lo queremos ahora.
“Pero sin fe es imposible agradar a Dios…” (Hebreos 11,6)
El dolor a largo plazo desespera y la gente con desesperación hace cosas desesperadas. El dolor personal no aliviado crea una sensación de desesperación y todos queremos alivio y lo queremos ahora. Por eso, buscamos todas las formas para bloquear el dolor de la desesperación, aunque solo sea por unos minutos; aunque, muchas veces, algunas de las fuentes de escape o distracción se convierten en destrucción.
Necesitamos una fe para los días de desesperación. La Biblia está llena de tales días. Los días de desesperación son las piedras que se colocan en el sendero de la luz. Parece que han sido la oportunidad de Dios y la escuela de sabiduría del hombre. La Biblia revela cómo en las historias de rescate, el punto culminante de la desesperación siempre dio a Dios una oportunidad para intervenir. Cuando en la desesperación se llega a no saber qué hacer, entonces es cuando Dios empieza a obrar.
En medio de la desesperación, Dios recordó a una pareja que se acercaba a los últimos días de su vida, la promesa de una simiente semejante a las estrellas del cielo y a la arena del mar. Historias como el cruce por el Mar Rojo y el río Jordán nos muestran la intervención de Dios cuando se está dolorosamente afligido y no se sabe qué hacer. Las oraciones de los reyes Asa, Josafat y Ezequías e historias de Nehemías y Daniel, junto con las apreciaciones proféticas de Oseas y Habacuc permanecen con reverencia en la oscuridad de aquellos días aciagos tan terribles.
La fe tambien ayudó a la iglesia primitiva a sortear las historias de esos días de desesperación. La fe nos ayuda a esperar esos días de desesperación. Su función es mantenernos firmes y librarnos de toda duda y desconcierto.
La historia de aquellos tres jóvenes hebreos, cuya situación era sin esperanza, nos trae un ejemplo heroico de fe desesperada. Cuando ellos contestaron valientemente: “Nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente y de tu mano, oh rey nos librará”. Una negrura profunda y desesperada se introdujo en el alma de nuestro Señor mismo, cuando en Getsemaní exclamó: “Si es posible, pasa de mí esta copa”.
Cierto es, como dice el merengue de Alejo Durán: “El que espera desespera y el tiempo se le hace largo”. Largo son los días de la desesperación; pero, en Cristo Jesús, por su Gracia, mediante la fe, es posible salir vencedor de esos días de desesperación a los cuales debemos enfrentarnos como personas vulnerables a la presión de las expectativas poco realistas que nos imponen las circunstancias.
Amado amigo lector: deja que tu fe se levante por encima de esos días de desesperación para que puedas comprender que, todo lo que desees ser como cristiano y todo lo que deseas hacer para Dios, está dentro de las posibilidades de la fe. Así, pues, aquel que infunde en nuestros corazones esa esperanza celestial, no nos engañará ni nos faltará cuando empujemos hacia delante para obtener el cumplimiento de mejores tiempos cargados de esperanza.
Mis oraciones contigo…
Por: Valerio Mejía.