En el 2022 la foto de hoy muestra que la gran masa de los electores va a votar en las presidenciales no tanto a favor de alguien sino en contra de algo, por ejemplo, de los extremos ideológicos, de la derecha o de la izquierda y elegirán el centro; o contra Uribe o Petro […]
En el 2022 la foto de hoy muestra que la gran masa de los electores va a votar en las presidenciales no tanto a favor de alguien sino en contra de algo, por ejemplo, de los extremos ideológicos, de la derecha o de la izquierda y elegirán el centro; o contra Uribe o Petro o del candidato del gobierno o los petristas pura sangre en contra de Fajardo y así se va a ir tejiendo la madeja.
Pero las campañas no son una foto, son más bien una película que rueda escena tras escena, es decir, se mueve, es dinámica, tiene giros inesperados y puede que el final sea incierto. El punto de hoy es que el escenario, por la pandemia, es nuevo y desconocido. Lo que antes funcionaba, verbigracia, el puerta a puerta, las grandes manifestaciones, las reuniones pequeñas de barrio, los tenientes y líderes, el tren de la maquinaría y el miedo, han perdido espacio.
Lo que sí ganará anchura es la virtualidad, las emociones, los mensajes cortos, las redes sociales, una narrativa inspiradora y de futuro (no de pasado) para así estar cerca del elector, estando lejos. Ese es el reto.
Las campañas, por la pandemia, entrarán en un proceso de ensayo-error y la clave en tiempos de cambios imprevisibles como los actuales está en aprender rápido y adaptarse, para desaprender apresuradamente y reaprender velozmente y así corregir los errores y cambiar las cosas. La campaña que cometa más errores -y no los vea y por tanto no los corrija inmediatamente- perderá y la que menos contabilice ganará. El camino que recorrerán será, por lo dicho, errático.
Y los candidatos deberán aprender técnicas del boxeo, es decir, tener velocidad, flexibilidad, ritmo y contragolpe. Deben saber, al igual que el boxeador, moverse, lanzar golpes, esquivarlos, devolverlo y afinar reflejos. Se trata de pegar, detener el golpe contrario y contraatacar pero ante todo se tratará de cometer los menores errores posibles, corregirlos inmediatamente y sintonizarse con la opinión pública, atraer su atención con mensajes emotivos, con la palabra y las imágenes porque son estas las que mueven la masa a la calle y al elector a las urnas y ello se hace a través de una narrativa inspiradora y con un candidato que dé confianza. La ciudadanía, con sus movilizaciones, trazará tendencias y servirá de termómetro.
La maquinaria, parafraseando el cuento del dinosaurio, el de Monterroso, y cuando despertó la maquinaria estaba allí. Ahí seguirá, pero el desafío que tendrá será monumental (no tanto en las parlamentarias) porque el covid-19 metió a la política y a los políticos a los cuartos de sus casas. El ciudadano sintió en carne propia la gestión de la pandemia y sus efectos en el empleo, los ingresos y el hambre y así responderá en las urnas, auscultando su conciencia porque requiere no sólo rápidas respuestas del gobierno sino un presidente que se encargue de que sucedan cosas.
En el 2022 la foto de hoy muestra que la gran masa de los electores va a votar en las presidenciales no tanto a favor de alguien sino en contra de algo, por ejemplo, de los extremos ideológicos, de la derecha o de la izquierda y elegirán el centro; o contra Uribe o Petro […]
En el 2022 la foto de hoy muestra que la gran masa de los electores va a votar en las presidenciales no tanto a favor de alguien sino en contra de algo, por ejemplo, de los extremos ideológicos, de la derecha o de la izquierda y elegirán el centro; o contra Uribe o Petro o del candidato del gobierno o los petristas pura sangre en contra de Fajardo y así se va a ir tejiendo la madeja.
Pero las campañas no son una foto, son más bien una película que rueda escena tras escena, es decir, se mueve, es dinámica, tiene giros inesperados y puede que el final sea incierto. El punto de hoy es que el escenario, por la pandemia, es nuevo y desconocido. Lo que antes funcionaba, verbigracia, el puerta a puerta, las grandes manifestaciones, las reuniones pequeñas de barrio, los tenientes y líderes, el tren de la maquinaría y el miedo, han perdido espacio.
Lo que sí ganará anchura es la virtualidad, las emociones, los mensajes cortos, las redes sociales, una narrativa inspiradora y de futuro (no de pasado) para así estar cerca del elector, estando lejos. Ese es el reto.
Las campañas, por la pandemia, entrarán en un proceso de ensayo-error y la clave en tiempos de cambios imprevisibles como los actuales está en aprender rápido y adaptarse, para desaprender apresuradamente y reaprender velozmente y así corregir los errores y cambiar las cosas. La campaña que cometa más errores -y no los vea y por tanto no los corrija inmediatamente- perderá y la que menos contabilice ganará. El camino que recorrerán será, por lo dicho, errático.
Y los candidatos deberán aprender técnicas del boxeo, es decir, tener velocidad, flexibilidad, ritmo y contragolpe. Deben saber, al igual que el boxeador, moverse, lanzar golpes, esquivarlos, devolverlo y afinar reflejos. Se trata de pegar, detener el golpe contrario y contraatacar pero ante todo se tratará de cometer los menores errores posibles, corregirlos inmediatamente y sintonizarse con la opinión pública, atraer su atención con mensajes emotivos, con la palabra y las imágenes porque son estas las que mueven la masa a la calle y al elector a las urnas y ello se hace a través de una narrativa inspiradora y con un candidato que dé confianza. La ciudadanía, con sus movilizaciones, trazará tendencias y servirá de termómetro.
La maquinaria, parafraseando el cuento del dinosaurio, el de Monterroso, y cuando despertó la maquinaria estaba allí. Ahí seguirá, pero el desafío que tendrá será monumental (no tanto en las parlamentarias) porque el covid-19 metió a la política y a los políticos a los cuartos de sus casas. El ciudadano sintió en carne propia la gestión de la pandemia y sus efectos en el empleo, los ingresos y el hambre y así responderá en las urnas, auscultando su conciencia porque requiere no sólo rápidas respuestas del gobierno sino un presidente que se encargue de que sucedan cosas.