Este corregimiento del norte de Valledupar fue beneficiado con la construcción de un invernadero de tecnología de punta.
Hace cuatro meses en el corregimiento La Mina, ubicado en el resguardo indígena Kankuamo del norte de Valledupar, inició un proyecto para la producción de hortalizas, tales como cilantro, lechuga, pepino, cebolla larga, pimentón, acelga y frijol.
La iniciativa busca garantizar la seguridad y soberanía alimentaria de los niños y jóvenes de los resguardos indígenas de la zona, incentivándolos a comer de una manera saludable, como lo hacían sus ancestros antes de la llegada a sus territorios de la comida industrializada, quienes gozaban de una mayor esperanza de vida. Así mismo se evita que la población menor padezca en épocas de sequía o de invierno debido a que algunos alimentos escasean.
El proyecto se materializó con un invernadero que hace parte del programa de Seguridad y Soberanía Alimentaria que impulsa la Agencia Nacional de Tierras en convenio con la institución educativa Agrícola de La Mina y la Corporación Orgánica de Colombia. Todo esto teniendo en cuenta que durante la etapa del crecimiento es fundamental que los menores se alimenten de una manera sana, sin químicos ni conservantes, esto les garantizará una vida más duradera y saludable.
La Agencia Nacional de Tierra dotó a la comunidad en tres aspectos: 1) La infraestructura, maquinaria y equipo. 2) Los insumos de producción y la asesoría técnica. 3) Transferencia de tecnología. En cuanto al conocimiento y acompañamiento, fue la Corporación Colombia Orgánica la encargada de llevar a feliz término el proyecto.
La operación del invernadero, el cual cuenta con tecnología de punta, estuvo a cargo de niños de sexto a once grado de bachillerato del colegio en mención, quienes además de la satisfacción de haberlo hecho bien, recibirán capacitación y certificados por su labor, según lo anunció Juan Guillermo Valencia, representante de la Agencia Nacional de tierras, ANT.
Detrás de toda esta importante labor hay mucho más que un cultivo de hortalizas, con esta iniciativa se recogerán los frutos más importantes para esta comunidad; el rescate desde los más pequeños, de una cultura que se mantuvo durante años a través de la agricultura y que debido a factores como la guerra, los cambios climáticos y hasta la corrupción, miembros de este resguardo se vieron obligados a cambiar su principal actividad económica, por el trabajo en las ciudades, lejos de sus arraigadas tradiciones.
Para que un proyecto de esta envergadura haya cumplido con cada meta propuesta a lo largo de cuatro meses, luego de la gestión por parte del cabildo gobernador, Jaime Enrique Arias, estuvo presente un hombre que adoptó la cultura indígena, que se adentró en su corazón desde hace más de una década en la comunidad kankuama y desde entonces lucha por conservar cada una de sus creencias, cultura y costumbres. Se trata del profesor Aquileo Aguilar, tan chocoano como el borojó, pero quien se considera más kankuamo que un poporo o una mochila de lana de chivo.
Este docente no solo incentivó y guió a sus estudiantes a cavar, aplanar el terreno, armar las eras para el cultivo y colocar el tutorage. Su entrega fue total, su aprendizaje fue simultáneo, sin importar la hora, las condiciones climáticas o la fuerte temperatura dentro del mismo invernadero. Y como detrás de todo buen hombre hay una gran mujer, Vanesa Gómez, la ingeniera ambiental de este provechoso proyecto, al igual que él sorteó cada una de las anteriores situaciones.
Es precisamente ese espíritu social, colaborativo e inquieto lo que le permite hoy ser respetado y admirado por más de 1.200 estudiantes y toda el resguardo kankuamo.
“Me siento muy feliz por lo que hemos logrado con los niños, su participación fue bastante activa, además se hizo el trabajo en unión con los padres de familia y un equipo base de diez niños, que se mostraron como líderes desde el primer momento en el proyecto. Le colocaron el alma, corazón y mucho empeño, trabajamos día y noche para tener este sueño convertido en realidad”, contó Aquileo Aguilar, rector de la institución educativa Agrícola de La Mina.
El mismo sentir expresó Juan Guillermo Valencia, delegado de la Agencia Nacional de Tierra, quien llegó desde Bogotá para conocer los avances del proyecto y a quien la comunidad le mostró agradecimiento a través de danzas típicas, obsequios artesanales y versos.
“Me da mucha tranquilidad ver el progreso de este proyecto, porque no es solo proveer de insumos, lo importante acá es que la comunidad permanezca comprometida y entregada a la obra y es precisamente lo que pude evidenciar en mi visita, pero el proceso no acaba acá, se iniciará un proceso de capacitación para los menores y así afianzar sus conocimientos”, expresó Juan Guillermo Valencia, representante de la Agencia Nacional de Tierras.
El invernadero cuenta con un sistema inteligente autocontrolado y autocompensado con el fin de mantener la temperatura interna y además, un sistema de riego especializado de descarga por gotero.
Adicional al cultivo, también se llevó a cabo un proceso de recuperación y restructuración de suelos. “Cuando se inició el proceso del invernadero, la zona donde se encuentra presentaba condiciones físicas, biológicas y químicas no actas para un cultivo, razón por la que se empezó a trabajar a través de abono orgánico y se le enseñó a los estudiantes la importancia de estos abonos, de cómo utilizarlos para que estos no hagan un impacto negativo en nuestra salud y en el medio ambiente”, indicó Vanesa Gómez, ingeniera ambiental del proyecto.
Gracias a los resultados obtenidos, los tres entes que participaron en esta iniciativa coincidieron en que además de ser satisfactorio, el mismo lleva a constatar la importancia que hay en apostarle a la agricultura orgánica.
El descrito es el segundo invernadero instalado en el corregimiento de La Mina, puesto que ya contaba con uno en el predio El Encanto que beneficia a alrededor de 50 familias kankuamas en Los Haticos, Mojao y Rancho de La Goya.
Miguel Ángel Maestre Gutiérrez.
“Nos sentimos contentos y comprometidos con la recuperación de nuestra alimentación, porque de esta manera prevenimos quedar sin alimentos ante cualquier situación externa, ya sea paro camionero, temporada de sequía o de lluvias. No vamos a tener ese sufrimiento porque vamos a tener los alimentos a la mano”.
Otilio Chimostero Sauna.
“Esto sirve de ejemplo para las otras instituciones educativas, el proyecto está muy bueno y deseamos implementarlo en nuestro colegio, ya que los principales beneficiados serán los jóvenes”.
“Ha tenido una acogida muy buena en el resguardo este proyecto, porque lo que se quiere es que sea un beneficio para todos. Con esto también se recupera la alimentación propia, algo que se ha perdido en la zona”.
Las actividades económicas más significativas en La Mina, son la agricultura, las artesanías y la cría de especies menores. Los principales productos agrícolas cultivados son: yuca, maíz, fríjol, café, aguacate y mango. En cuanto a las artesanías, es importante resaltar la producción de mochilas, la cual se ha incrementado debido al aumento de la demanda por parte de otros departamentos y del exterior del país. La actividad comercial está compuesta por tiendas y estaderos que reciben a turistas.
Por Jennifer Polo / ELPILÓN
Este corregimiento del norte de Valledupar fue beneficiado con la construcción de un invernadero de tecnología de punta.
Hace cuatro meses en el corregimiento La Mina, ubicado en el resguardo indígena Kankuamo del norte de Valledupar, inició un proyecto para la producción de hortalizas, tales como cilantro, lechuga, pepino, cebolla larga, pimentón, acelga y frijol.
La iniciativa busca garantizar la seguridad y soberanía alimentaria de los niños y jóvenes de los resguardos indígenas de la zona, incentivándolos a comer de una manera saludable, como lo hacían sus ancestros antes de la llegada a sus territorios de la comida industrializada, quienes gozaban de una mayor esperanza de vida. Así mismo se evita que la población menor padezca en épocas de sequía o de invierno debido a que algunos alimentos escasean.
El proyecto se materializó con un invernadero que hace parte del programa de Seguridad y Soberanía Alimentaria que impulsa la Agencia Nacional de Tierras en convenio con la institución educativa Agrícola de La Mina y la Corporación Orgánica de Colombia. Todo esto teniendo en cuenta que durante la etapa del crecimiento es fundamental que los menores se alimenten de una manera sana, sin químicos ni conservantes, esto les garantizará una vida más duradera y saludable.
La Agencia Nacional de Tierra dotó a la comunidad en tres aspectos: 1) La infraestructura, maquinaria y equipo. 2) Los insumos de producción y la asesoría técnica. 3) Transferencia de tecnología. En cuanto al conocimiento y acompañamiento, fue la Corporación Colombia Orgánica la encargada de llevar a feliz término el proyecto.
La operación del invernadero, el cual cuenta con tecnología de punta, estuvo a cargo de niños de sexto a once grado de bachillerato del colegio en mención, quienes además de la satisfacción de haberlo hecho bien, recibirán capacitación y certificados por su labor, según lo anunció Juan Guillermo Valencia, representante de la Agencia Nacional de tierras, ANT.
Detrás de toda esta importante labor hay mucho más que un cultivo de hortalizas, con esta iniciativa se recogerán los frutos más importantes para esta comunidad; el rescate desde los más pequeños, de una cultura que se mantuvo durante años a través de la agricultura y que debido a factores como la guerra, los cambios climáticos y hasta la corrupción, miembros de este resguardo se vieron obligados a cambiar su principal actividad económica, por el trabajo en las ciudades, lejos de sus arraigadas tradiciones.
Para que un proyecto de esta envergadura haya cumplido con cada meta propuesta a lo largo de cuatro meses, luego de la gestión por parte del cabildo gobernador, Jaime Enrique Arias, estuvo presente un hombre que adoptó la cultura indígena, que se adentró en su corazón desde hace más de una década en la comunidad kankuama y desde entonces lucha por conservar cada una de sus creencias, cultura y costumbres. Se trata del profesor Aquileo Aguilar, tan chocoano como el borojó, pero quien se considera más kankuamo que un poporo o una mochila de lana de chivo.
Este docente no solo incentivó y guió a sus estudiantes a cavar, aplanar el terreno, armar las eras para el cultivo y colocar el tutorage. Su entrega fue total, su aprendizaje fue simultáneo, sin importar la hora, las condiciones climáticas o la fuerte temperatura dentro del mismo invernadero. Y como detrás de todo buen hombre hay una gran mujer, Vanesa Gómez, la ingeniera ambiental de este provechoso proyecto, al igual que él sorteó cada una de las anteriores situaciones.
Es precisamente ese espíritu social, colaborativo e inquieto lo que le permite hoy ser respetado y admirado por más de 1.200 estudiantes y toda el resguardo kankuamo.
“Me siento muy feliz por lo que hemos logrado con los niños, su participación fue bastante activa, además se hizo el trabajo en unión con los padres de familia y un equipo base de diez niños, que se mostraron como líderes desde el primer momento en el proyecto. Le colocaron el alma, corazón y mucho empeño, trabajamos día y noche para tener este sueño convertido en realidad”, contó Aquileo Aguilar, rector de la institución educativa Agrícola de La Mina.
El mismo sentir expresó Juan Guillermo Valencia, delegado de la Agencia Nacional de Tierra, quien llegó desde Bogotá para conocer los avances del proyecto y a quien la comunidad le mostró agradecimiento a través de danzas típicas, obsequios artesanales y versos.
“Me da mucha tranquilidad ver el progreso de este proyecto, porque no es solo proveer de insumos, lo importante acá es que la comunidad permanezca comprometida y entregada a la obra y es precisamente lo que pude evidenciar en mi visita, pero el proceso no acaba acá, se iniciará un proceso de capacitación para los menores y así afianzar sus conocimientos”, expresó Juan Guillermo Valencia, representante de la Agencia Nacional de Tierras.
El invernadero cuenta con un sistema inteligente autocontrolado y autocompensado con el fin de mantener la temperatura interna y además, un sistema de riego especializado de descarga por gotero.
Adicional al cultivo, también se llevó a cabo un proceso de recuperación y restructuración de suelos. “Cuando se inició el proceso del invernadero, la zona donde se encuentra presentaba condiciones físicas, biológicas y químicas no actas para un cultivo, razón por la que se empezó a trabajar a través de abono orgánico y se le enseñó a los estudiantes la importancia de estos abonos, de cómo utilizarlos para que estos no hagan un impacto negativo en nuestra salud y en el medio ambiente”, indicó Vanesa Gómez, ingeniera ambiental del proyecto.
Gracias a los resultados obtenidos, los tres entes que participaron en esta iniciativa coincidieron en que además de ser satisfactorio, el mismo lleva a constatar la importancia que hay en apostarle a la agricultura orgánica.
El descrito es el segundo invernadero instalado en el corregimiento de La Mina, puesto que ya contaba con uno en el predio El Encanto que beneficia a alrededor de 50 familias kankuamas en Los Haticos, Mojao y Rancho de La Goya.
Miguel Ángel Maestre Gutiérrez.
“Nos sentimos contentos y comprometidos con la recuperación de nuestra alimentación, porque de esta manera prevenimos quedar sin alimentos ante cualquier situación externa, ya sea paro camionero, temporada de sequía o de lluvias. No vamos a tener ese sufrimiento porque vamos a tener los alimentos a la mano”.
Otilio Chimostero Sauna.
“Esto sirve de ejemplo para las otras instituciones educativas, el proyecto está muy bueno y deseamos implementarlo en nuestro colegio, ya que los principales beneficiados serán los jóvenes”.
“Ha tenido una acogida muy buena en el resguardo este proyecto, porque lo que se quiere es que sea un beneficio para todos. Con esto también se recupera la alimentación propia, algo que se ha perdido en la zona”.
Las actividades económicas más significativas en La Mina, son la agricultura, las artesanías y la cría de especies menores. Los principales productos agrícolas cultivados son: yuca, maíz, fríjol, café, aguacate y mango. En cuanto a las artesanías, es importante resaltar la producción de mochilas, la cual se ha incrementado debido al aumento de la demanda por parte de otros departamentos y del exterior del país. La actividad comercial está compuesta por tiendas y estaderos que reciben a turistas.
Por Jennifer Polo / ELPILÓN