Gabriel García Márquez dijo: “No sé qué tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo escuchamos se nos arruga el sentimiento”. Al fin y al cabo, el vallenato está escrito en los fuelles de un acordeón y es el alma de Valledupar.
Hace 102 años, 9 de febrero de 1919, nació Gilberto Alejandro Durán Díaz, ‘Alejo’ Durán, y las historias a su alrededor siguen vivas en este mundo mágico, donde un pedazo de acordeón de canto pasó a monumento.
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El hecho en referencia sucedió el sábado 30 de noviembre de 1991 cuando en Valledupar, la Capital Mundial del Vallenato, el alcalde de aquel entonces, Aníbal Martínez Zuleta, inauguró el monumento ‘Pedazo de acordeón’, en homenaje al primer Rey Vallenato, Alejandro Durán Díaz.
Ese fue todo un acontecimiento por esa obra abstraccionista en hierro templado del escultor bogotano Gabriel Beltrán Castiblanco, quien le puso todo su ingenio.
Entonces, para darle forma a su propuesta, buscó en la capital del país a un acordeonero a quien le pidió interpretar la canción en aire de puya ‘Mi pedazo de acordeón’. No contento con lo anterior, también le solicitó que desbaratara el acordeón para conocerle sus entrañas.
Este pedazo de acordeón
en donde tengo el alma mía
ahí tengo mi corazón
y parte de mi alegría.
Después de ese proceso y con la idea clara, hizo la maqueta, la envió y esperó que el jurado conformado por Alfonso López Michelsen, Aníbal Martínez Zuleta y María Lourdes Castro Socarras, dieran el veredicto entre los nueve concursantes que se habían inscrito.
El jurado después de evaluar los distintos trabajos lo dio como ganador. Enseguida, el escultor Gabriel Beltrán Castiblanco comenzó el proceso de elaboración del monumento pasando de la maqueta a lo físico, teniendo un tiempo prudencial para entregarlo y ponerlo en el lugar acordado.
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Lo que no se supo fue que en el traslado del monumento de Bogotá hasta Valledupar, la tractomula fue desviada de su recorrido en el sector de San Roque, Cesar, donde un grupo al margen de la ley la iba a quemar con toda su carga.
En aquel inesperado momento el chofer y sus ayudantes daban las respectivas explicaciones que esa cantidad de hierro, bronce y cobre era para un monumento en homenaje al acordeonero Alejo Durán, natural de un pueblo cercano, El Paso, Cesar.
No fue nada fácil convencerlos porque creían que era otra cosa, pero al final después de mucho tiempo hecha la claridad dieron la orden para que la tractomula continuara el recorrido hasta llegar a su destino en la glorieta de la carrera novena con calle 19, donde se hizo el respectivo ensamble.
Ahí se ubicó el famoso monumento de 10 metros de largo, 6 metros de ancho y 7 metros de alto, con un peso de ocho toneladas, en homenaje al negro grande del acordeón.
Ese día se llevó a cabo un gran acto que contó con la presencia de las autoridades, músicos y compositores como Náfer Durán Díaz, Alfredo Gutiérrez, Luis Enrique Martínez, Nicolás ‘Colacho’ Mendoza, Rafael Escalona, Gustavo Gutiérrez, Lorenzo Morales, Emiliano Zuleta Baquero y Leandro Díaz.
De igual manera se interpretaron las canciones ‘Mi pedazo de acordeón’, ‘Fidelina’, ‘La cachucha bacana’ y ‘039’.
En el año 2014, el gobernador del Cesar, Luis Alberto Monsalvo, en su primer mandato, determinó hacerle una restauración al monumento ‘Pedazo de acordeón’ que había tenido un costo inicial de 15 millones de pesos, y convocó al escultor Gabriel Beltrán Castiblanco, quien no podía creer que regresaba a Valledupar para volver a mirar su magna obra.
Al respecto el escultor manifestó: “Si Alejo Durán pidió que lo enteraran con su pedazo de acordeón, yo tengo enterrado mi corazón en Valledupar”. En ese momento recordó que había plasmado en arte la canción del primer rey vallenato porque esta tierra lo merecía.
“Me enamoré de la obra musical de Alejo Durán y cuando uno está enamorado lo hace con todo gusto”.
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Recordó que demoró tres meses en la elaboración del monumento y sobre el impase que se presentó en el traslado indicó: “Cuando se hacía el recorrido de la tractomula al monumento lo secuestraron y lo iban a quemar, pero se intercedió logrando superar ese inconveniente que hubiera dañado todo”.
Es así como dos años y 15 días después de la muerte de Alejo Durán, 15 de noviembre de 1989, se le hizo el más grande homenaje al hombre que Consuelo Araujonoguera destacó de la siguiente manera: “De ese 30 de abril de 1968 en adelante, la gloria comenzó a rodar alrededor de ese hombre que al solo golpe de sus dedos prodigiosos sobre el teclado, vio su sencillez convertida en fama y su humildad trocada en grandeza. Alejo Durán y el Festival de la Leyenda Vallenata formaron una simbiosis perfecta, un dúo sentimental, una relación tan profunda y certera que no se puede analizar el uno sin el otro, ni referirse a la persona sin hacer mención obligada del certamen”.
Las visitas al monumento ‘Pedazo de acordeón’ en aquel momento eran obligadas. Uno de los visitantes fue el cantautor y verseador Andrés Emilio Beleño Paba, quien pensó encontrar algo parecido a lo que se narra en la canción. Se extrañó de la obra abstracta y en pocos días hizo una canción llamada ‘El monumento’ donde dijo que de Alejo no tenía nada.
“Le han hecho mil homenajes a su acordeón, le han hecho miles escritos que son correctos, y el Valle también le levantó un monumento, que solamente ha servido de confusión, porque parece una combinada con las llantas para arriba, porque parece una olla volteada debajo de una parrilla. Y no tiene nada de tanto que fue el maestro, no tiene nada, vaya mire el monumento. De alejo no tiene nada. De Alejo no hay ni el reflejo”.
Beleño también comparó al monumento con un camión quemado encima de una loma o un portón de palo arriba de una múcura. La canción causó jocosidad y quedó como muestra de la inventiva de este juglar nacido en Chiriguaná, Cesar, que ha sabido guiar el folclor por el camino de la autenticidad.
El hombre del “¡Apa, oa sabroso!”, quedó inmortalizado en ese monumento por iniciativa de Aníbal Martínez Zuleta, quien supo que el alma de Alejo Durán quedó flotando en el sentimiento de todo aquel que ama el vallenato raizal.
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Al fin y al cabo desde un pedazo de acordeón comenzó a escribirse desde hace 53 años la historia de un evento que hoy es el mayor símbolo del folclor, el Festival de la Leyenda Vallenata.
Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv
Gabriel García Márquez dijo: “No sé qué tiene el acordeón de comunicativo que cuando lo escuchamos se nos arruga el sentimiento”. Al fin y al cabo, el vallenato está escrito en los fuelles de un acordeón y es el alma de Valledupar.
Hace 102 años, 9 de febrero de 1919, nació Gilberto Alejandro Durán Díaz, ‘Alejo’ Durán, y las historias a su alrededor siguen vivas en este mundo mágico, donde un pedazo de acordeón de canto pasó a monumento.
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El hecho en referencia sucedió el sábado 30 de noviembre de 1991 cuando en Valledupar, la Capital Mundial del Vallenato, el alcalde de aquel entonces, Aníbal Martínez Zuleta, inauguró el monumento ‘Pedazo de acordeón’, en homenaje al primer Rey Vallenato, Alejandro Durán Díaz.
Ese fue todo un acontecimiento por esa obra abstraccionista en hierro templado del escultor bogotano Gabriel Beltrán Castiblanco, quien le puso todo su ingenio.
Entonces, para darle forma a su propuesta, buscó en la capital del país a un acordeonero a quien le pidió interpretar la canción en aire de puya ‘Mi pedazo de acordeón’. No contento con lo anterior, también le solicitó que desbaratara el acordeón para conocerle sus entrañas.
Este pedazo de acordeón
en donde tengo el alma mía
ahí tengo mi corazón
y parte de mi alegría.
Después de ese proceso y con la idea clara, hizo la maqueta, la envió y esperó que el jurado conformado por Alfonso López Michelsen, Aníbal Martínez Zuleta y María Lourdes Castro Socarras, dieran el veredicto entre los nueve concursantes que se habían inscrito.
El jurado después de evaluar los distintos trabajos lo dio como ganador. Enseguida, el escultor Gabriel Beltrán Castiblanco comenzó el proceso de elaboración del monumento pasando de la maqueta a lo físico, teniendo un tiempo prudencial para entregarlo y ponerlo en el lugar acordado.
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Lo que no se supo fue que en el traslado del monumento de Bogotá hasta Valledupar, la tractomula fue desviada de su recorrido en el sector de San Roque, Cesar, donde un grupo al margen de la ley la iba a quemar con toda su carga.
En aquel inesperado momento el chofer y sus ayudantes daban las respectivas explicaciones que esa cantidad de hierro, bronce y cobre era para un monumento en homenaje al acordeonero Alejo Durán, natural de un pueblo cercano, El Paso, Cesar.
No fue nada fácil convencerlos porque creían que era otra cosa, pero al final después de mucho tiempo hecha la claridad dieron la orden para que la tractomula continuara el recorrido hasta llegar a su destino en la glorieta de la carrera novena con calle 19, donde se hizo el respectivo ensamble.
Ahí se ubicó el famoso monumento de 10 metros de largo, 6 metros de ancho y 7 metros de alto, con un peso de ocho toneladas, en homenaje al negro grande del acordeón.
Ese día se llevó a cabo un gran acto que contó con la presencia de las autoridades, músicos y compositores como Náfer Durán Díaz, Alfredo Gutiérrez, Luis Enrique Martínez, Nicolás ‘Colacho’ Mendoza, Rafael Escalona, Gustavo Gutiérrez, Lorenzo Morales, Emiliano Zuleta Baquero y Leandro Díaz.
De igual manera se interpretaron las canciones ‘Mi pedazo de acordeón’, ‘Fidelina’, ‘La cachucha bacana’ y ‘039’.
En el año 2014, el gobernador del Cesar, Luis Alberto Monsalvo, en su primer mandato, determinó hacerle una restauración al monumento ‘Pedazo de acordeón’ que había tenido un costo inicial de 15 millones de pesos, y convocó al escultor Gabriel Beltrán Castiblanco, quien no podía creer que regresaba a Valledupar para volver a mirar su magna obra.
Al respecto el escultor manifestó: “Si Alejo Durán pidió que lo enteraran con su pedazo de acordeón, yo tengo enterrado mi corazón en Valledupar”. En ese momento recordó que había plasmado en arte la canción del primer rey vallenato porque esta tierra lo merecía.
“Me enamoré de la obra musical de Alejo Durán y cuando uno está enamorado lo hace con todo gusto”.
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Es así como dos años y 15 días después de la muerte de Alejo Durán, 15 de noviembre de 1989, se le hizo el más grande homenaje al hombre que Consuelo Araujonoguera destacó de la siguiente manera: “De ese 30 de abril de 1968 en adelante, la gloria comenzó a rodar alrededor de ese hombre que al solo golpe de sus dedos prodigiosos sobre el teclado, vio su sencillez convertida en fama y su humildad trocada en grandeza. Alejo Durán y el Festival de la Leyenda Vallenata formaron una simbiosis perfecta, un dúo sentimental, una relación tan profunda y certera que no se puede analizar el uno sin el otro, ni referirse a la persona sin hacer mención obligada del certamen”.
Las visitas al monumento ‘Pedazo de acordeón’ en aquel momento eran obligadas. Uno de los visitantes fue el cantautor y verseador Andrés Emilio Beleño Paba, quien pensó encontrar algo parecido a lo que se narra en la canción. Se extrañó de la obra abstracta y en pocos días hizo una canción llamada ‘El monumento’ donde dijo que de Alejo no tenía nada.
“Le han hecho mil homenajes a su acordeón, le han hecho miles escritos que son correctos, y el Valle también le levantó un monumento, que solamente ha servido de confusión, porque parece una combinada con las llantas para arriba, porque parece una olla volteada debajo de una parrilla. Y no tiene nada de tanto que fue el maestro, no tiene nada, vaya mire el monumento. De alejo no tiene nada. De Alejo no hay ni el reflejo”.
Beleño también comparó al monumento con un camión quemado encima de una loma o un portón de palo arriba de una múcura. La canción causó jocosidad y quedó como muestra de la inventiva de este juglar nacido en Chiriguaná, Cesar, que ha sabido guiar el folclor por el camino de la autenticidad.
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Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv