Crónica nominada al premio de Periodismo Mario Ceballos Araújo de la Universidad Autónoma del Caribe y publicada en El Pilón hace 9 años.
Cuando Gregorio ‘Gollo’ Hernández, tomó la palabra y alzó su voz en medio de la multitud que había sido congregada a la fuerza en el parque del pueblo por una veintena de hombres armados, no pensó que estas serían sus últimas palabras, que horas más tarde estaría camino a la eternidad y que se despediría sin avisarle a su familia, a sus compadres, a sus ahijados, a sus amigos y a toda la comunidad que lo admiraba por su sapiencia al hablar.
En el corregimiento de Sempegua, municipio de Chimichagua, Cesar, tierra de pescadores y pequeños agricultores, ‘Gollo’ era el rey de la palabra y esa tarde cuando al pueblo le querían imponer condiciones que no estaban de acuerdo a sus costumbres, hizo una disertación tan vehemente que sus paisanos estuvieron a punto de aplaudirlo, pero no lo hicieron por miedo.
Esa tarde salió en defensa de los suyos y manifestó que lo que quería el pueblo eran soluciones y no imposiciones. Habló del hambre y de las enfermedades que no daban espera, de la falta de agua potable, del derecho de los niños al estudio y de lugares donde trabajar, aparte del río y las ciénagas cercanas.
Montado en un taburete, este hombre de 72 años, tuvo el valor de decir muchas verdades sin temblarle la voz y pensando en toda la comunidad que esperaba mejores tiempos.
El jefe del grupo armado lo escuchó pacientemente y luego expresó: “tienes toda la razón en sus reclamos, incluso de ponerse bravo. Lo que ustedes padecen no está en discusión, porque lo que queremos es que ustedes cumplan con lo expuesto y nada más”.
Nadie dijo nada. El silencio fue total y había que cumplir, así por dentro se murieran de la rabia. Los hombres partieron después de dar su ultimátum y ‘Gollo’ quedó con un nudo en la garganta y sentía que algo lo estaba ahogando.
En el camino a su casa recibía palabras de agradecimiento por la postura que tuvo. Sin embargo, el viejo pescador estaba frustrado porque la contundencia de sus palabras se las llevó el viento.
Al llegar a su casa sintió un fuerte dolor en el pecho, pero a los pocos minutos desapareció al tomar agua de toronjil que le dio su esposa Carmen, con quien tenía 12 hijos.
Gregorio Hernández, era de esas personas que desde muy niño a pesar de no haber ido a la escuela, le gustaba escuchar la radio. En su casa un transistor marca Philips era el compañero permanente. Era un asiduo oyente de Radio Trasmundial, Radio Sutatenza, Radio Libertad y la Radiodifusora Nacional. Distintos locutores fueron sus profesores a la distancia. Eran sus voces amigas.
Todo lo había aprendido en la universidad de la vida y por eso era consultor permanente para cualquier tema. Sabía de todo un poquito.
Sus debilidades eran el fútbol y la música vallenata. Se enfrascaba en unas polémicas sobre la selección brasilera. Defendía su tesis que la mejor fue la del Mundial de México en 1970 con Pelé, Tostao, Rivelino, Jairzinho, Carlos Alberto, Félix y Gerson, entre otros.
En la música vallenata su ídolo era Alejo Durán, a quien conoció en la década del 70 y de las canciones de Alejo le gustaba ‘La cachucha bacana’.
Solía citar que en la vida había cuatro cosas que nunca se recuperaban: la piedra después de arrojada, la palabra después de dicha, la ocasión después de pérdida y el tiempo después de pasado. Además, uno de los más grandes postulados de ‘Gollo’ tenía su base en la letra R. Decía que había que tener Respeto por sí mismo, Respeto por los otros y Responsabilidad en todos los actos de la vida.
Su verbo fluido y sus actividades pesqueras eran sus fuertes. Su don de gente lo hizo ganarse el reconocimiento de todo el pueblo donde era el mejor padrino. En total tuvo 23 ahijados.
‘Gollo’, era el principal promotor de la fiesta patronal de la Virgen del Carmen que tiene lugar el 16 de julio. Ese día, además de los días santos y el día de su cumpleaños no pescaba. “Dios y la virgen me pueden castigar y en cuanto a mi cumpleaños, ni yo mismo me lo perdono”, manifestaba.
Es así como los 27 de diciembre, día de su cumpleaños, dejaba a un lado la canoa, la atarraya y el canalete. A su vieja grabadora invitaba las canciones de Alejo Durán, quien le amenizaba gratis la parranda.
Todo había pasado después del mal rato sufrido y en el ambiente quedaron las palabras de su mujer, aquella compañera fiel, que lo recriminó por haber salido a defender una causa que no solamente era suya. “Estás buscando una mala hora”, le dijo con voz fuerte. ‘El, enseguida respondió. “Cállate, Carmen que de eso no sabes nada”.
Caía la tarde y el sol estaba de despedida. Después de comer, llamó a uno de sus hijos para que lo acompañara a la pesca. Salió rumbo al puerto, se subió en la canoa y partió en busca de la comida para su numerosa familia.
Padre e hijo se alejaron del pueblo cuando la luna comenzó a reinar y el tema de la conversación tenía que ver con el suceso reciente. “Eso de pedir plata por sacar los peces del río es una injusticia para nosotros que somos pobres y con tanta gente que mantener”, se lamentaba ‘Gollo’ una y otra vez.
Cuando promediaba la madrugada y habían tirado un sinnúmero de lances trayendo en la atarraya pocos peces, ‘Gollo’ volvió a sentirse mal. Regresó el dolor en el pecho. Se sentó en la canoa y le dijo a su hijo que regresaran al pueblo. Era tan intenso el dolor que se acostó a quejarse. Su hijo remaba con su canalete a derecha e izquierda, con todo lo que le daban sus fuerzas.
De un momento a otro ‘Gollo’ se quedó quieto. Su hijo dejó de remar y lo llamaba, pero no daba señales de vida. Presintió lo peor, pero continúo remando hasta alcanzar la orilla. Desde allí y cuando todo estaba en silencio pidió auxilio. “Ayúdenme que mi papá ‘Gollo’ está grave”.
El puerto se llenó de gente y todos decían que estaba muerto. Carmen, su mujer llegó presurosa en compañía de sus hijos. Ella lo llamaba y no respondía. En ese momento y entre sollozos comprendió que su compañero de toda la vida los había dejado solos. “Estaba con los ojos abiertos y se los cerré”, recuerda ahora seis años después de su tragedia familiar.
De la canoa lo sentaron en una mecedora y lo llevaron a su casa. Entre familiares y compadres recogieron la plata para comprar las tablas y hacerle el cajón. Un cajón sencillo como era él, que siempre pretendió ser el guía y amigo de todos.
El pueblo se cerró de luto y el llanto fue colectivo. A la hora de su sepelio no hubo misas, sino el rezo de varias oraciones y a su morada final lo acompañó toda la comunidad. En el cementerio y como hubiera sido su último deseo le cantaron al unísono aquella canción que tanto le gustaba.
Oye lo que dice Alejo
con su nota apesarada,
quién como el guacharaquero
con su cachucha bacana.
Los habitantes de Sempegua, despidieron con honores al hombre que con palabras intentó derrotar los tentáculos de la violencia. El compadre, el padrino, el paisano y el amigo que hablaba lento, pero pensaba rápido ensenándoles con su ejemplo las distintas facetas de la vida donde nunca por ninguna circunstancia se podían perder las esperanzas de un mejor mañana.
Por Juan Rincón Vanegas/ EL PILÓN
@juanrinconv
Crónica nominada al premio de Periodismo Mario Ceballos Araújo de la Universidad Autónoma del Caribe y publicada en El Pilón hace 9 años.
Cuando Gregorio ‘Gollo’ Hernández, tomó la palabra y alzó su voz en medio de la multitud que había sido congregada a la fuerza en el parque del pueblo por una veintena de hombres armados, no pensó que estas serían sus últimas palabras, que horas más tarde estaría camino a la eternidad y que se despediría sin avisarle a su familia, a sus compadres, a sus ahijados, a sus amigos y a toda la comunidad que lo admiraba por su sapiencia al hablar.
En el corregimiento de Sempegua, municipio de Chimichagua, Cesar, tierra de pescadores y pequeños agricultores, ‘Gollo’ era el rey de la palabra y esa tarde cuando al pueblo le querían imponer condiciones que no estaban de acuerdo a sus costumbres, hizo una disertación tan vehemente que sus paisanos estuvieron a punto de aplaudirlo, pero no lo hicieron por miedo.
Esa tarde salió en defensa de los suyos y manifestó que lo que quería el pueblo eran soluciones y no imposiciones. Habló del hambre y de las enfermedades que no daban espera, de la falta de agua potable, del derecho de los niños al estudio y de lugares donde trabajar, aparte del río y las ciénagas cercanas.
Montado en un taburete, este hombre de 72 años, tuvo el valor de decir muchas verdades sin temblarle la voz y pensando en toda la comunidad que esperaba mejores tiempos.
El jefe del grupo armado lo escuchó pacientemente y luego expresó: “tienes toda la razón en sus reclamos, incluso de ponerse bravo. Lo que ustedes padecen no está en discusión, porque lo que queremos es que ustedes cumplan con lo expuesto y nada más”.
Nadie dijo nada. El silencio fue total y había que cumplir, así por dentro se murieran de la rabia. Los hombres partieron después de dar su ultimátum y ‘Gollo’ quedó con un nudo en la garganta y sentía que algo lo estaba ahogando.
En el camino a su casa recibía palabras de agradecimiento por la postura que tuvo. Sin embargo, el viejo pescador estaba frustrado porque la contundencia de sus palabras se las llevó el viento.
Al llegar a su casa sintió un fuerte dolor en el pecho, pero a los pocos minutos desapareció al tomar agua de toronjil que le dio su esposa Carmen, con quien tenía 12 hijos.
Gregorio Hernández, era de esas personas que desde muy niño a pesar de no haber ido a la escuela, le gustaba escuchar la radio. En su casa un transistor marca Philips era el compañero permanente. Era un asiduo oyente de Radio Trasmundial, Radio Sutatenza, Radio Libertad y la Radiodifusora Nacional. Distintos locutores fueron sus profesores a la distancia. Eran sus voces amigas.
Todo lo había aprendido en la universidad de la vida y por eso era consultor permanente para cualquier tema. Sabía de todo un poquito.
Sus debilidades eran el fútbol y la música vallenata. Se enfrascaba en unas polémicas sobre la selección brasilera. Defendía su tesis que la mejor fue la del Mundial de México en 1970 con Pelé, Tostao, Rivelino, Jairzinho, Carlos Alberto, Félix y Gerson, entre otros.
En la música vallenata su ídolo era Alejo Durán, a quien conoció en la década del 70 y de las canciones de Alejo le gustaba ‘La cachucha bacana’.
Solía citar que en la vida había cuatro cosas que nunca se recuperaban: la piedra después de arrojada, la palabra después de dicha, la ocasión después de pérdida y el tiempo después de pasado. Además, uno de los más grandes postulados de ‘Gollo’ tenía su base en la letra R. Decía que había que tener Respeto por sí mismo, Respeto por los otros y Responsabilidad en todos los actos de la vida.
Su verbo fluido y sus actividades pesqueras eran sus fuertes. Su don de gente lo hizo ganarse el reconocimiento de todo el pueblo donde era el mejor padrino. En total tuvo 23 ahijados.
‘Gollo’, era el principal promotor de la fiesta patronal de la Virgen del Carmen que tiene lugar el 16 de julio. Ese día, además de los días santos y el día de su cumpleaños no pescaba. “Dios y la virgen me pueden castigar y en cuanto a mi cumpleaños, ni yo mismo me lo perdono”, manifestaba.
Es así como los 27 de diciembre, día de su cumpleaños, dejaba a un lado la canoa, la atarraya y el canalete. A su vieja grabadora invitaba las canciones de Alejo Durán, quien le amenizaba gratis la parranda.
Todo había pasado después del mal rato sufrido y en el ambiente quedaron las palabras de su mujer, aquella compañera fiel, que lo recriminó por haber salido a defender una causa que no solamente era suya. “Estás buscando una mala hora”, le dijo con voz fuerte. ‘El, enseguida respondió. “Cállate, Carmen que de eso no sabes nada”.
Caía la tarde y el sol estaba de despedida. Después de comer, llamó a uno de sus hijos para que lo acompañara a la pesca. Salió rumbo al puerto, se subió en la canoa y partió en busca de la comida para su numerosa familia.
Padre e hijo se alejaron del pueblo cuando la luna comenzó a reinar y el tema de la conversación tenía que ver con el suceso reciente. “Eso de pedir plata por sacar los peces del río es una injusticia para nosotros que somos pobres y con tanta gente que mantener”, se lamentaba ‘Gollo’ una y otra vez.
Cuando promediaba la madrugada y habían tirado un sinnúmero de lances trayendo en la atarraya pocos peces, ‘Gollo’ volvió a sentirse mal. Regresó el dolor en el pecho. Se sentó en la canoa y le dijo a su hijo que regresaran al pueblo. Era tan intenso el dolor que se acostó a quejarse. Su hijo remaba con su canalete a derecha e izquierda, con todo lo que le daban sus fuerzas.
De un momento a otro ‘Gollo’ se quedó quieto. Su hijo dejó de remar y lo llamaba, pero no daba señales de vida. Presintió lo peor, pero continúo remando hasta alcanzar la orilla. Desde allí y cuando todo estaba en silencio pidió auxilio. “Ayúdenme que mi papá ‘Gollo’ está grave”.
El puerto se llenó de gente y todos decían que estaba muerto. Carmen, su mujer llegó presurosa en compañía de sus hijos. Ella lo llamaba y no respondía. En ese momento y entre sollozos comprendió que su compañero de toda la vida los había dejado solos. “Estaba con los ojos abiertos y se los cerré”, recuerda ahora seis años después de su tragedia familiar.
De la canoa lo sentaron en una mecedora y lo llevaron a su casa. Entre familiares y compadres recogieron la plata para comprar las tablas y hacerle el cajón. Un cajón sencillo como era él, que siempre pretendió ser el guía y amigo de todos.
El pueblo se cerró de luto y el llanto fue colectivo. A la hora de su sepelio no hubo misas, sino el rezo de varias oraciones y a su morada final lo acompañó toda la comunidad. En el cementerio y como hubiera sido su último deseo le cantaron al unísono aquella canción que tanto le gustaba.
Oye lo que dice Alejo
con su nota apesarada,
quién como el guacharaquero
con su cachucha bacana.
Los habitantes de Sempegua, despidieron con honores al hombre que con palabras intentó derrotar los tentáculos de la violencia. El compadre, el padrino, el paisano y el amigo que hablaba lento, pero pensaba rápido ensenándoles con su ejemplo las distintas facetas de la vida donde nunca por ninguna circunstancia se podían perder las esperanzas de un mejor mañana.
Por Juan Rincón Vanegas/ EL PILÓN
@juanrinconv