Hubo una época en la que Colombia era admirada, entre otras cosas, por la elocuencia de sus políticos, por los discursos que trascendían más allá de las fronteras y por las frases lapidarias que salían del Congreso de la República. Era la época que llamaban de los grandes oradores, y la gente se apiñaba en los recintos a escucharlos solo por el deleite de oír ‘poemas políticos’ de una improvisación veloz y un español refinado. Una vez escuché a mi abuelo repetir, no sé de qué político: ‘Me asomé a la conciencia de un hombre honrado y era horrible’, solo esa, como ejemplo. Era otra Colombia, que si bien no estaba totalmente en paz, nunca lo ha estado, por lo menos no vivía en el desafuero en que está metida ahora.
Por Mary Daza Orozco
Hubo una época en la que Colombia era admirada, entre otras cosas, por la elocuencia de sus políticos, por los discursos que trascendían más allá de las fronteras y por las frases lapidarias que salían del Congreso de la República. Era la época que llamaban de los grandes oradores, y la gente se apiñaba en los recintos a escucharlos solo por el deleite de oír ‘poemas políticos’ de una improvisación veloz y un español refinado. Una vez escuché a mi abuelo repetir, no sé de qué político: ‘Me asomé a la conciencia de un hombre honrado y era horrible’, solo esa, como ejemplo. Era otra Colombia, que si bien no estaba totalmente en paz, nunca lo ha estado, por lo menos no vivía en el desafuero en que está metida ahora.
Hoy, por el cambio de los tiempos, por falta de preparación, porque el Congreso ya no es foro de ilustrados como los de antes o sencillamente porque ya no se usan los discursos grandilocuentes; los ‘Padres de la Patria’ (esto suena a rancio lugar común) están en otra era y hablan como lo hacen en sus casas. Es por eso que una frase como la del presidente Santos, ‘No le tengan miedo a la paz’, ayer exaltada por todos los medios, hace una bulla tremenda. Pero esa expresión ¿qué quiere decir?
Tal vez para los filósofos mucho, pero para el común, solo un comentario: ‘¿y por qué se le va a tener miedo si es lo que queremos?’ El expresidente Gaviria en su discurso de posesión dijo. ‘Bienvenidos al futuro’, Uf, eso hizo historia, y resulta que pasó el futuro y estamos en otro futuro y las cosas están peor, mejor que el futuro se hubiera quedado donde estaba.
Esos embelesos de inspiración con ribetes poéticos, son precisamente herencia de lo que hablaba al principio. Son invitación al pueblo para que se solace con las palabras bonitas, pero ya el pueblo no está para eso, ya no cree tanto, ni es tan romántico como en otros tiempos, no lo es.
No estoy en contra del presidente Santos, cuando el país atraviesa una crisis como la actual, hay que rodear al mandatario así sea con los buenos deseos desde el lugar donde nos encontremos, sólo que me llamó la atención su expresión y el remate de “que otros se feliciten por la guerra”, él tiene esa herencia de buscar expresiones impactantes del presidente Eduardo Santos.
Todo gran hombre ha creado frases históricas, recordemos a Martín Luther King, en su famoso discurso: “Yo tengo un sueño…”; y Gandhi: “No hay caminos para la paz, la paz es el camino”; pero quedémonos con la mil veces repetida, la de Kennedy, la necesitamos ahora: “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país”.
Hubo una época en la que Colombia era admirada, entre otras cosas, por la elocuencia de sus políticos, por los discursos que trascendían más allá de las fronteras y por las frases lapidarias que salían del Congreso de la República. Era la época que llamaban de los grandes oradores, y la gente se apiñaba en los recintos a escucharlos solo por el deleite de oír ‘poemas políticos’ de una improvisación veloz y un español refinado. Una vez escuché a mi abuelo repetir, no sé de qué político: ‘Me asomé a la conciencia de un hombre honrado y era horrible’, solo esa, como ejemplo. Era otra Colombia, que si bien no estaba totalmente en paz, nunca lo ha estado, por lo menos no vivía en el desafuero en que está metida ahora.
Por Mary Daza Orozco
Hubo una época en la que Colombia era admirada, entre otras cosas, por la elocuencia de sus políticos, por los discursos que trascendían más allá de las fronteras y por las frases lapidarias que salían del Congreso de la República. Era la época que llamaban de los grandes oradores, y la gente se apiñaba en los recintos a escucharlos solo por el deleite de oír ‘poemas políticos’ de una improvisación veloz y un español refinado. Una vez escuché a mi abuelo repetir, no sé de qué político: ‘Me asomé a la conciencia de un hombre honrado y era horrible’, solo esa, como ejemplo. Era otra Colombia, que si bien no estaba totalmente en paz, nunca lo ha estado, por lo menos no vivía en el desafuero en que está metida ahora.
Hoy, por el cambio de los tiempos, por falta de preparación, porque el Congreso ya no es foro de ilustrados como los de antes o sencillamente porque ya no se usan los discursos grandilocuentes; los ‘Padres de la Patria’ (esto suena a rancio lugar común) están en otra era y hablan como lo hacen en sus casas. Es por eso que una frase como la del presidente Santos, ‘No le tengan miedo a la paz’, ayer exaltada por todos los medios, hace una bulla tremenda. Pero esa expresión ¿qué quiere decir?
Tal vez para los filósofos mucho, pero para el común, solo un comentario: ‘¿y por qué se le va a tener miedo si es lo que queremos?’ El expresidente Gaviria en su discurso de posesión dijo. ‘Bienvenidos al futuro’, Uf, eso hizo historia, y resulta que pasó el futuro y estamos en otro futuro y las cosas están peor, mejor que el futuro se hubiera quedado donde estaba.
Esos embelesos de inspiración con ribetes poéticos, son precisamente herencia de lo que hablaba al principio. Son invitación al pueblo para que se solace con las palabras bonitas, pero ya el pueblo no está para eso, ya no cree tanto, ni es tan romántico como en otros tiempos, no lo es.
No estoy en contra del presidente Santos, cuando el país atraviesa una crisis como la actual, hay que rodear al mandatario así sea con los buenos deseos desde el lugar donde nos encontremos, sólo que me llamó la atención su expresión y el remate de “que otros se feliciten por la guerra”, él tiene esa herencia de buscar expresiones impactantes del presidente Eduardo Santos.
Todo gran hombre ha creado frases históricas, recordemos a Martín Luther King, en su famoso discurso: “Yo tengo un sueño…”; y Gandhi: “No hay caminos para la paz, la paz es el camino”; pero quedémonos con la mil veces repetida, la de Kennedy, la necesitamos ahora: “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país”.