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Columnista - 30 abril, 2022

Festival, homenaje y bálsamo

Jorge Oñate, integra el salón intangible de la fama de la música vallenata, fue arquitecto de nuestro folclor tuvo que abrir los largos caminos, pedregosos y polvorientos. Hombres de la talla del “Jilguero”, están fuera de concurso y cuando son vencidos en la disputa por permanecer en la vida, merecen lo intangible que supone la eternidad.

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Jorge Oñate, “El ruiseñor, el jilguero”, partió de este mundo con satisfacción, como pocos hombres lo hacen; hizo de todo en su existencia, el fútbol motivó sus pasiones, pero el canto vallenato fue más influyente. Desde su pueblo, La Paz, emprendió un recorrido por los diferentes territorios del caribe, las vías de aspecto colonial no detuvieron el ímpetu de un hombre voluntarioso con ínfulas de perfeccionista y con la misión de hacer irrupción en la incipiente y caudalosa música vallenata.  

Jorge Oñate, integra el salón intangible de la fama de la música vallenata, fue arquitecto de nuestro folclor tuvo que abrir los largos caminos, pedregosos y polvorientos. Hombres de la talla del “Jilguero”, están fuera de concurso y cuando son vencidos en la disputa por permanecer en la vida, merecen lo intangible que supone la eternidad.

Pensar en morir o en la muerte es perder el tiempo y dejar pasar cada instante dejando de vivir. La muerte es un capítulo ineludible que hace parte de la existencia, pero es placentera cuando su asomo produce una mezcla de tristeza y gratitud, y la certeza de inmortalizarse en el recuerdo. 

Quienes somos amantes del folclor vallenato y agradecidos con nuestros maestros, queríamos que la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, rindiera homenaje en la plenitud de su vida al maestro Jorge Oñate, no obstante, la cita ineludible pasó su cuenta nefasta, esa citación no tiene en cuenta los saldos a favor. 

Aceptar cada designio del todopoderoso es una compleja realidad, pero los compromisos son como las deudas implican cumplimiento. Ese adeudo lo está saldando la Fundación de la Leyenda Vallenata con la versión 55 del Festival Vallenato, apalancado por el avance del proceso de vacunación contra el Covid-19. Podemos acordar que cada jornada sería insuficiente si consideramos las intenciones mediáticas que suponen los homenajes o reconocimientos, sin embargo, no se puede ser inferior ante la grandeza de un ser musicalmente inmortal. 

La versión 55 del Festival Vallenato, coincidió con la entrega del índice de pobreza monetaria 2021 entregado por el DANE.  En Incidencia de Pobreza monetaria en 2021 Valledupar, ocupó el cuarto lugar con el 51.0% y en Pobreza Extrema ocupó el sexto lugar con el 13,8%. 

El Festival es un bálsamo para los vallenatos, en una semana engordan los bolsillos y la informalidad laboral es incuestionable. Nuestra fiesta “pro tempore” constituye una notable lección, que debe tener relevancia y vigencia todo el año, en aras de revertir las estadísticas deplorables y preocupantes entregadas por el DANE. Una alternativa está en la industria o turismo cultural, en efecto, ahí hay oportunidades, pero mediante monumentos, museos y centros culturales, ese tipo de infraestructura mobiliaria concibe posicionamiento para la ciudad y representa evidencia tangible para reconocer la importancia de los cultores de nuestro folclor como el maestro Jorge Oñate.

Columnista
30 abril, 2022

Festival, homenaje y bálsamo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Elquis Diaz

Jorge Oñate, integra el salón intangible de la fama de la música vallenata, fue arquitecto de nuestro folclor tuvo que abrir los largos caminos, pedregosos y polvorientos. Hombres de la talla del “Jilguero”, están fuera de concurso y cuando son vencidos en la disputa por permanecer en la vida, merecen lo intangible que supone la eternidad.


Jorge Oñate, “El ruiseñor, el jilguero”, partió de este mundo con satisfacción, como pocos hombres lo hacen; hizo de todo en su existencia, el fútbol motivó sus pasiones, pero el canto vallenato fue más influyente. Desde su pueblo, La Paz, emprendió un recorrido por los diferentes territorios del caribe, las vías de aspecto colonial no detuvieron el ímpetu de un hombre voluntarioso con ínfulas de perfeccionista y con la misión de hacer irrupción en la incipiente y caudalosa música vallenata.  

Jorge Oñate, integra el salón intangible de la fama de la música vallenata, fue arquitecto de nuestro folclor tuvo que abrir los largos caminos, pedregosos y polvorientos. Hombres de la talla del “Jilguero”, están fuera de concurso y cuando son vencidos en la disputa por permanecer en la vida, merecen lo intangible que supone la eternidad.

Pensar en morir o en la muerte es perder el tiempo y dejar pasar cada instante dejando de vivir. La muerte es un capítulo ineludible que hace parte de la existencia, pero es placentera cuando su asomo produce una mezcla de tristeza y gratitud, y la certeza de inmortalizarse en el recuerdo. 

Quienes somos amantes del folclor vallenato y agradecidos con nuestros maestros, queríamos que la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, rindiera homenaje en la plenitud de su vida al maestro Jorge Oñate, no obstante, la cita ineludible pasó su cuenta nefasta, esa citación no tiene en cuenta los saldos a favor. 

Aceptar cada designio del todopoderoso es una compleja realidad, pero los compromisos son como las deudas implican cumplimiento. Ese adeudo lo está saldando la Fundación de la Leyenda Vallenata con la versión 55 del Festival Vallenato, apalancado por el avance del proceso de vacunación contra el Covid-19. Podemos acordar que cada jornada sería insuficiente si consideramos las intenciones mediáticas que suponen los homenajes o reconocimientos, sin embargo, no se puede ser inferior ante la grandeza de un ser musicalmente inmortal. 

La versión 55 del Festival Vallenato, coincidió con la entrega del índice de pobreza monetaria 2021 entregado por el DANE.  En Incidencia de Pobreza monetaria en 2021 Valledupar, ocupó el cuarto lugar con el 51.0% y en Pobreza Extrema ocupó el sexto lugar con el 13,8%. 

El Festival es un bálsamo para los vallenatos, en una semana engordan los bolsillos y la informalidad laboral es incuestionable. Nuestra fiesta “pro tempore” constituye una notable lección, que debe tener relevancia y vigencia todo el año, en aras de revertir las estadísticas deplorables y preocupantes entregadas por el DANE. Una alternativa está en la industria o turismo cultural, en efecto, ahí hay oportunidades, pero mediante monumentos, museos y centros culturales, ese tipo de infraestructura mobiliaria concibe posicionamiento para la ciudad y representa evidencia tangible para reconocer la importancia de los cultores de nuestro folclor como el maestro Jorge Oñate.