A lo largo del crecimiento personal, desde nuestra niñez, pasando por la maravillosa época de la juventud, “juventud divino tesoro”, y luego en las siguientes etapas de la vida no menos importante, en la edificación como ser humano y como profesional, nos encontramos con gente que nos marcaron un derrotero especial y de forma muy […]
A lo largo del crecimiento personal, desde nuestra niñez, pasando por la maravillosa época de la juventud, “juventud divino tesoro”, y luego en las siguientes etapas de la vida no menos importante, en la edificación como ser humano y como profesional, nos encontramos con gente que nos marcaron un derrotero especial y de forma muy positiva.
Seres humanos maravillosos y extraordinarios que se brindaron de manera especial, aun lo siguen haciendo, que formaron y educaron desde su propia experiencia, pues sus padres ejercieron verdaderos apostolados para ubicarlos en esos puestos de importancia descomunal, y a fe que lo hicieron muy bien.
Me refiero de manera especial a los maestros, y no me atrevería a nombrar a uno en especial porque sería muy injusto con los que se me queden por fuera.
Desde la época primaria, hasta llegar a mi querido Instpecam, los que estudiaron en el Loperena, en el Ateneo el Rosario, Alfonso López, José Eugenio, Prudencia Daza, Santa Fe, Sagrada Familia, Bienestar Social, el colegio de la Policía y muchas otras instituciones, en donde nos encontramos con esos seres de luz que se esforzaron por dejarnos un legado de amor, de disciplina, de principios y valores que hoy se mantienen con una vigencia especial.
A pesar de ser una pedagogía bastante señalada y cuestionada por la modernidad, antes los maestros se consideraban los segundos padres que podían incluso castigar al menor; un padre le daba potestad al profesor para que hiciera eso, y no se cuestionaba la palabra del maestro ni se le equiparaba con la del estudiante. Hoy no se le puede, ni por error, levantar la voz a un joven so pena de ser incluso retirado de la institución.
En fin, la idea no es comparar esos escenarios, sino mostrar que a pesar de los reglazos, de la jalada de orejas y de los castigos a veces injustos, hoy añoramos esas épocas y recordamos con nostalgia la mano fuerte del profe, los consejos sabios que nos motivaban a ser buenas personas.
En la casa nos educaron en principios y valores: a respetar y a ser formales; en el colegio nos enseñaron en principios y valores académicos, nos proyectaron como buenos profesionales: nos enseñaron a leer, a escribir, a sumar y restar; nos enseñaron a aprender.
Fueron muchos los momentos que hoy con nostalgia revivimos, y platicamos con nuestros hijos y repetimos hasta la saciedad los mismos cuentos de cuando esos profesores nos castigaban por no hacer las tareas y luego en la casa habían otros cantazos por la misma razón.
Un homenaje sincero a esos apóstoles de la enseñanza, a esos maestros que dedicaron su vida a esa maravillosa gestión, unos se han ido, otros ya están en uso de buen retiro, para ellos y para los que hoy se empeñan en no dejar morir ese legado, muchas gracias. Como dijera Lope de Vega: esto es amor, quien lo probó lo sabe. Sólo Eso.
A lo largo del crecimiento personal, desde nuestra niñez, pasando por la maravillosa época de la juventud, “juventud divino tesoro”, y luego en las siguientes etapas de la vida no menos importante, en la edificación como ser humano y como profesional, nos encontramos con gente que nos marcaron un derrotero especial y de forma muy […]
A lo largo del crecimiento personal, desde nuestra niñez, pasando por la maravillosa época de la juventud, “juventud divino tesoro”, y luego en las siguientes etapas de la vida no menos importante, en la edificación como ser humano y como profesional, nos encontramos con gente que nos marcaron un derrotero especial y de forma muy positiva.
Seres humanos maravillosos y extraordinarios que se brindaron de manera especial, aun lo siguen haciendo, que formaron y educaron desde su propia experiencia, pues sus padres ejercieron verdaderos apostolados para ubicarlos en esos puestos de importancia descomunal, y a fe que lo hicieron muy bien.
Me refiero de manera especial a los maestros, y no me atrevería a nombrar a uno en especial porque sería muy injusto con los que se me queden por fuera.
Desde la época primaria, hasta llegar a mi querido Instpecam, los que estudiaron en el Loperena, en el Ateneo el Rosario, Alfonso López, José Eugenio, Prudencia Daza, Santa Fe, Sagrada Familia, Bienestar Social, el colegio de la Policía y muchas otras instituciones, en donde nos encontramos con esos seres de luz que se esforzaron por dejarnos un legado de amor, de disciplina, de principios y valores que hoy se mantienen con una vigencia especial.
A pesar de ser una pedagogía bastante señalada y cuestionada por la modernidad, antes los maestros se consideraban los segundos padres que podían incluso castigar al menor; un padre le daba potestad al profesor para que hiciera eso, y no se cuestionaba la palabra del maestro ni se le equiparaba con la del estudiante. Hoy no se le puede, ni por error, levantar la voz a un joven so pena de ser incluso retirado de la institución.
En fin, la idea no es comparar esos escenarios, sino mostrar que a pesar de los reglazos, de la jalada de orejas y de los castigos a veces injustos, hoy añoramos esas épocas y recordamos con nostalgia la mano fuerte del profe, los consejos sabios que nos motivaban a ser buenas personas.
En la casa nos educaron en principios y valores: a respetar y a ser formales; en el colegio nos enseñaron en principios y valores académicos, nos proyectaron como buenos profesionales: nos enseñaron a leer, a escribir, a sumar y restar; nos enseñaron a aprender.
Fueron muchos los momentos que hoy con nostalgia revivimos, y platicamos con nuestros hijos y repetimos hasta la saciedad los mismos cuentos de cuando esos profesores nos castigaban por no hacer las tareas y luego en la casa habían otros cantazos por la misma razón.
Un homenaje sincero a esos apóstoles de la enseñanza, a esos maestros que dedicaron su vida a esa maravillosa gestión, unos se han ido, otros ya están en uso de buen retiro, para ellos y para los que hoy se empeñan en no dejar morir ese legado, muchas gracias. Como dijera Lope de Vega: esto es amor, quien lo probó lo sabe. Sólo Eso.